ARTÍCULOS

Dinámica de las negociaciones y conflictos de asalariados citrícolas durante la última década en Tucumán, Argentina1

 

Matías Omar Crespo Pazos

Sociólogo. Magíster en Investigación en Ciencias Sociales (UBA). Becario doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET). Instituto de Investigaciones “Gino Germani”, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. E-mail: matias.crespo.pazos@gmail.com

1 Una versión preliminar de este artículo se presentó en el 11° Congreso Nacional de Estudios del Trabajo organizado por ASET los días 7, 8 y 9 de agosto de 2013.


Resumen

La revitalización de la acción sindical observada desde el 2002 se ha dado de manera heterogénea entre los trabajadores de la Argentina. En el caso de los asalariados agrícola/ganaderos se han destacado los procesos de negociación y conflicto de los trabajadores temporarios de la fruticultura nor patagónica y la citricultura tucumana. En el presente artículo estudiamos la dinámica de la conflictividad asalariada de este último caso entre 2002 y 2011. Recuperamos las dimensiones presentes en los estudios sobre las acciones de protesta de los asalariados agrícolas sin tierra para rastrear los elementos que impactan favorablemente en la emergencia y el sostenimiento de una dinámica de negociaciones y conflictos en el sector. A partir del registro hemerográfico sistematizamos las distintas acciones de protesta, presentes al inicio y final de la cosecha, desarrolladas por los cosecheros de limón y su sindicato. Junto con diversas entrevistas a representantes sindicales, patronales y estatales, como a trabajadores de la actividad, nos centramos en el estudio de la orientación y la estrategia del accionar de esta fracción obrera. Con estos elementos procuramos aproximarnos a la comprensión de un proceso de negociaciones y conflictos distintivo en el mapa actual de la conflictividad asalariada agrícola del país.

Palabras claves: Trabajadores agrarios; Sindicalismo rural; Negociación colectiva; Citricultura.

Abstract

The resurgence of union activity observed since 2002 occurred heterogeneously among the workers in Argentina. For the case of farmworkers, are highlighted the process of negotiations and conflicts of the temporary workers in the north Patagonian´s fruit production and in the Tucuman´s citrus production. In this article, we study the farmworker conflict in the citrus production between 2002 and 2011. We bring back the different dimensions of analysis presents in the studies of landless farmworkers protests to track the elements that impact favorably on the emergence and sustenance of a dynamic of negotiations and conflicts in the activity. From the survey of data from newspaper sources we systematize the various protest actions present at the beginning and end of the harvest, developed by lemon workers and their union. Along with several interviews with union, employer and government representatives, as with workers of the activity, we focus on the study of the orientation and strategy of action of this group of workers. With these elements we seek to approach the understanding of a distinctive process of negotiations and conflicts in the current map of farmworkers conflict in the country.

Keyword: Farmworkers; Rural syndicalism; Collective negotiations; Citrus production.


 

Introducción

Durante los últimos diez años, y más específicamente con el período abierto tras la devaluación de la moneda a la salida de la crisis económica, política y social del 2001/2002, se ha observado una dinámica de revitalización de la acción sindical en procura de mejorar los ingresos de los trabajadores. Sin embargo, la misma no se ha dado de modo homogéneo en las distintas fracciones del colectivo obrero de la Argentina (Etchemendy y Collier, 2008). En el caso de los trabajadores agrícolas, se ha concentrado fuertemente en dos producciones regionales: la fruticultura de las provincias de Río Negro y Neuquén, y la citricultura de Tucumán (Rau, Trpin y Crespo Pazos, 2011). En el presente artículo procuramos aproximarnos a la comprensión de la emergencia y persistencia de este proceso de negociaciones y conflictos en la actividad limonera tucumana. Para ello, definimos las diversas formas que adquieren las acciones de protesta protagonizadas por los cosecheros de la producción limonera tucumana e identificamos los actores intervinientes, sus demandas, formas de lucha y contextos de emergencia. Particular atención brindamos a la orientación y estrategia desarrollada por los trabajadores y su sindicato.
Cabe destacar que desde finales del siglo XX, el proceso de reestructuración productiva de varias actividades agrarias argentinas ha redundado en una modificación de la dinámica de diversos mercados de trabajo (Aparicio, 2005). Si bien su impacto ha sido heterogéneo para las diferentes regiones, sus características más relevantes han sido: la progresiva urbanización de los asalariados rurales; la estacionalización de la demanda de fuerza de trabajo; la creciente importancia de los complejos agroindustriales y sus mercados de trabajo regionales asociados; la mayor concentración de asalariados en los lugares de trabajo; la implementación de normas y estándares vinculados al destino de exportación; la especialización de la fuerza de trabajo, entre otras (Aparicio, 2005; Klein, 1985). Los diversos complejos frutícolas nacionales, incluyendo el limonero tucumano, no han estado exentos de dichas modificaciones.
Entre los elementos característicos del colectivo de trabajadores limoneros se encuentra su ocupación estacional e intermitente, concentrada en la época de cosecha y empaque de la fruta (entre abril y agosto), que obligan al cosechero limonero a emplearse en otras producciones u otros empleos urbanos -mayormente inestables y precarios- o padecer períodos de desocupación a la espera de la reanudación de la actividad limonera. Así, se puede caracterizar a este colectivo de trabajadores como semi-ocupado agrícola (Rau, 2012), en tanto su experiencia como asalariados alterna momentos de ocupación y desocupación.
En este escenario, temporada a temporada, se desenvuelven las negociaciones y conflictos. Para su análisis recurrimos al relevamiento de datos de fuentes hemerográficas provinciales, con las que pudimos registrar las diversas acciones acaecidas, su localización y duración. Se incorporó, además, la información obtenida de las entrevistas en profundidad y semiestructuradas a representantes estatales, empresariales y sindicales, como a trabajadores de la actividad.
El artículo comienza con una breve referencia a los estudios antecedentes sobre la conflictividad asalariada agrícola, para luego dar cuenta de las características de la organización gremial de los trabajadores citrícolas y la dinámica de negociaciones y conflictos en la actividad. Finalmente nos centramos en el estudio de los sucesos acontecidos durante la primera década del siglo XXI, identificando las distintas acciones de protesta registradas, los sujetos intervinientes, sus demandas y la orientación del accionar sindical.

Apuntes sobre conflictividad y organización asalariada agrícola

Al recorrer los estudios antecedentes sobre conflictividad y organización de asalariados agrícolas hemos encontrado que en su mayoría cuentan con un perfil empírico descriptivo enfocados sobre las imposibilidades de los asalariados agrícolas para desarrollar acciones colectivas y/u organizarse gremialmente. En este sentido, si recuperamos la sistematización de dichos estudios desarrollada por Rau (2009) en torno a las caracterizaciones de las acciones colectivas de los asalariados agrícolas y la identificación de factores desfavorables y condicionantes positivos para la organización y el desarrollo de acciones colectivas, compondremos una mirada sobre la cuestión de la conflictividad de dicho grupo social. Respecto del primer aspecto, se observa el registro de diversos motines y revueltas como acción característica de los trabajadores agrícolas, sobre todo en aquellos mercados laborales no plenamente capitalistas donde las relaciones laborales asalariadas no se hallan fuertemente extendidas. Se trata de formas elementales y escasamente elaboradas de oposición (Engels, 1974). Desde esta perspectiva se caracteriza la expresión del descontento de los sectores subalternos rurales, como largos períodos de pasividad con sucesos excepcionales de gran radicalidad. En oposición, los estudios de J. Scott (1997, 2000) centran su mirada en aquellas resistencias veladas u ocultas de baja intensidad que se encuentran presentes en los períodos entre estallidos, denominándolas como “cotidianas”. Expresiones de estas oposiciones no sistematizadas ni articuladas en torno a organizaciones institucionalizadas han sido identificadas para el caso de los principales subsistemas frutícolas de la Argentina: el de frutas de pepita de los valles del río Negro y el citrícola de Tucumán. Ambas formas de protesta pueden suscitarse en un mismo caso e incluso acompañarse de acciones sistemáticas y organizadas. Estas últimas, no han sido numerosas en la historia del agro argentino y han tenido “un carácter limitado, sido temporalmente intermitente y desarrollado experiencias puntuales” (Forni y Neiman, 2001:57). En su estudio se ha partido de la consideración de las mayores dificultades que la organización de este tipo de acciones conlleva para los asalariados agrícolas, en comparación con sus pares urbanos y/o de la industria (Kautsky, 1984; Engels, 1974). Al momento de rastrear y enumerar aquellos factores desfavorables que atentan contra la organización de acciones colectivas de resistencia por parte de los asalariados agrícolas, se encuentran: la difícil situación económica de esta fracción social que le impide emprender y sostener en el tiempo medidas de lucha; su “pobreza cultural” desfavorable para la proyección y elaboración de acciones sistemáticas; los procesos de emigración a las ciudades; el aislamiento entre sí y respecto de las ciudades (Rau, 2009). Este último elemento redunda en una merma de los posibles lazos de solidaridad entre los trabajadores como también en las dificultades de contar con posibles aliados en las otras etapas del complejo u en otras ramas de la producción. Como consecuencia se invisibiliza su situación social y las potenciales demandas del colectivo obrero agrícola (Kautsky, 1984; Forni y Neiman, 2001).
La organización del proceso de trabajo y los cambios técnicos en las producciones agrícolas también se han considerado como limitantes de la acción de protesta. El bajo desarrollo de cooperación en el proceso de trabajo y la modalidad de pago a destajo promueve la formación de caracteres individualistas, que profundizan el aislamiento de los obreros agrícolas. La rotación entre tareas, fincas, patrones y lugares de residencia, dificulta la consolidación de lazos de solidaridad entre los trabajadores. En particular se ha identificado para diversas producciones agrarias argentinas el recurso a la tercerización de la contratación de fuerza de trabajo para la cosecha como una estrategia de “desconflictivización” de los mercados de trabajo por parte de los empleadores (Alfaro, 1999, 2000; Alfaro y Rau, 2005; Aparicio, Berenguer y Rau, 2004). Por su parte, las condiciones de segmentación, estacionalidad y transitoriedad de los mercados de trabajo agrarios, derivadas de los cambios e innovaciones tecnológicas, profundizan su contenido desfavorable para la acción en escenarios de sobreoferta de fuerza de trabajo y escasas calificaciones demandadas. La amenaza e inseguridad derivada del amplio desempleo también impactan en este sentido (Alfaro, 2001; Ortiz y Aparicio, 2006; Rau 2012; Pianetto, 1984).
Respecto de los condicionantes positivos, entre otros, se han señalado la consolidación de los complejos agroindustriales en la producción agraria (Forni y Neiman, 2001; Trpin, 2008), acompañada por la mayor capacitación formal de los trabajadores y la progresiva urbanización de la residencia de los asalariados agrícolas. Estas tendencias revierten las condiciones de aislamiento, otorgando visibilidad a los asalariados agrícolas y vinculándolos con las “culturas de protesta” de las ciudades (Rau, 2012; Falabella, 1990; Forni y Neiman, 2001). El peso de la estabilidad en el empleo, para Falabella (1990), se torna una variante primordial para la organización de los trabajadores transitorios, junto con su concentración en la unidad productiva. En este sentido, la organización en cuadrillas se ha señalado como una instancia de solidaridad y cooperación relevante (Rau, 2009; 2012). La concentración y cercanía entre las distintas etapas de la cadena productiva agroindustrial se torna un vehículo de comunicación entre los trabajadores del eslabón industrial con los de la etapa primaria (Murmis y Waisman, 1969; Sigal, 1970).
Una dimensión referida a las características del producto suele configurarse como un importante elemento de presión a mano de los trabajadores: se trata de cultivos que deben cosecharse o procesarse en un período de tiempo acotado, a riesgo de perder las características que le permiten ser comercializado. En la fruticultura de exportación esta característica tiene un lugar primordial en los efectos de las protestas (Falabella, 1990; Rau, Trpin y Crespo Pazos, 2011, Rau y Trpin, 2009), pero también ha sido señalada para la agroindustria azucarera (Murmis y Waisman, 1969) e incluso la producción cerealera de inicios del siglo pasado (Ascolani, 2009). Finalmente vale destacar que, en algunos casos, la situación de desocupación y las precarias condiciones de trabajo y de vida han sido señaladas como disparadores para la acción e incluso para la organización (Ascolani, 2009).
En lo que respecta a las experiencias de organización sindical, recuperamos la periodización de Bober y Berger (2010) en torno a la difusión de las organizaciones gremiales, sus ideologías, las características de los conflictos y los tipos de relación con el Estado, en el mundo agrario nacional. El primer período delimitado remite a las primeras décadas del siglo XX. En él, se destaca el peso de las corrientes político-ideológicas anarquistas y socialistas en los primeros conflictos y los incipientes esfuerzos organizativos en el campo. Los conflictos mayoritariamente fueron motivados por mejoras en los ingresos y las precarias condiciones de trabajo, como el reconocimiento de las organizaciones gremiales. Se destacan las acciones confrontativas contra el Estado y los representantes patronales, en acciones huelguísticas que, en algunos casos, incluirán enfrentamientos armados. Se destacan, particularmente, las experiencias acaecidas en el trienio 1918-1921 en el área pampeana y los casos de la Patagonia y la producción ovino lanar (Ansaldi, 1993; Bayer, 2007; Fiorito, 1995). En el caso de la producción azucarera tucumana ya en 1904 y 1907 se registran huelgas de obreros que se replican en 1911 y 1923, en procura de mejores salarios y cumplimiento de la legislación laboral (Páez de la Torre (h), 1987; Santamaría, 1984; Crenzel, 1997). Es posible observar luego de este período de fuerte agitación en el trienio de 1918-1921, una posterior declinación y la recuperación de la organización sindical a partir de la década de 1930. Respecto de la declinación, Ascolani (2009) pone el foco en la desorganización del sindicalismo rural como consecuencia de la crisis y la modificación de las organizaciones del movimiento obrero nacional, expresadas en el faccionalismo interno, los controles y represión policial, y la reducción de los puestos de trabajo en relación al aumento de la población.
El segundo período abre con el peronismo y se extiende hasta la instauración de la dictadura militar de 1976. Aquí se consolida la dinámica que prefiguraba la organización sindical de la década de 1930. En ella encontramos la difusión de tendencias político- ideológicas de corte reformista, cercanas al gobierno que, en alianza con el Estado, enfrentan a los sectores patronales. Las principales demandas que articulan los conflictos en el período refieren al control del mercado de trabajo por parte de las organizaciones gremiales (Mascali, 1986). Durante el período se produce la conformación de sindicatos desde el Estado constituyéndose la Federación Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (FATRE) a nivel nacional y la Federación Obrera de Trabajadores de la Industria Azucarera (FOTIA) en Tucumán agrupando a los obreros de la agroindustria azucarera. Las posiciones ideológicas clasistas del período anterior pierden ascendencia en el sindicalismo nacional y en el rural. Sin embargo en el caso de los trabajadores azucareros esto no impidió que se lleven adelante diversas huelgas de ingenios entre 1943 y 1945 (Bustelo, 2011) y la “gran huelga” de 1949 (Crenzel, 1997). La crisis de la agroindustria y el cierre unilateral de ingenios derivará en sucesivas acciones de resistencia por parte de los sindicatos azucareros que, en muchos casos, tendrán características de “puebladas”. El ciclo de conflictividad azucarera abierto en 1960 en Tucumán se cerrará hacia 1974 con la implantación de la represión para policial en la provincia (Murmis y Waisman, 1969; Sigal, 1970; Nassif, 2012; Crenzel, 1997; Taire, 2008).
Finalmente, el tercer período delimitado se inicia en la década de 1990 cuando se produce una mayor desvinculación de los sindicatos con las posiciones de confrontación junto con la profundización de orientaciones hacia la prestación de servicios a los afiliados (Berger y Bober, 2010). Se observa la cristalización de un sindicalismo “empresario” y “gerencial” (Novick, 2001) donde las características y la orientación del gremialismo a nivel nacional confluyen con la dinámica de la fracción rural del mismo.
Después del 2002, se identifica “una nueva etapa en las relaciones entre capital y trabajo, marcada por la intensificación de las negociaciones y conflictos por salarios y condiciones de empleo” (Berger y Bober, 2010:120). Así, en algunas producciones han acontecido mudanzas en la orientación sindical rural, principalmente la fruticultura de los valles del río Negro y la citricultura tucumana, modificándose la dinámica de las acciones colectivas de protesta abierta de los asalariados agrícolas respecto de la década de 1990. Como señalan Rau y Trpin (2009), en esa época las acciones se caracterizaban por ser defensivas, heterónomas, diversas en sus formas y promovidas desde las bases. En contraposición en un contexto de reactivación económica, la presión de la desocupación disminuye, y mejoran las producciones regionales por lo que las acciones si bien se reducen en número, son de carácter ofensivo, autónomas, clásicamente laborales y sindicalizadas.
Nos encontramos así con importantes antecedentes de conflictividad asalariada agrícola en la provincia, articulada en torno a los trabajadores azucareros, y la presencia de organizaciones sindicales en el sector. Las dimensiones intervinientes en la dinámica de promoción y organización de las acciones de protesta las encontraremos en diverso grado en el estudio del caso limonero.

La organización sindical de los asalariados citrícolas

Dentro de la actividad citrícola, se destaca la presencia de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE) como la organización legítimamente reconocida por el Estado nacional y provincial, en tanto representante de los trabajadores de las distintas etapas de la producción citrícola. Si bien los orígenes de la UATRE se remontan al primer gobierno peronista, ha influido en su génesis corrientes político-ideológicas previas, como las del sindicalismo de la primera mitad del siglo XX. En el año 1988, por resolución del Ministerio de Trabajo de la Nación, FATRE (Federación Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores) pasa a ser Unión agrupando a trabajadores de las actividades del sector rural en todo el país, con representación en las diferentes provincias y en numerosas seccionales en el territorio nacional, constituyéndose en la única entidad de primer grado representativa de los asalariados agrícola/ganaderos del país. En cuanto a su organización interna, la UATRE posee una organización de tipo piramidal (Rau y Trpin, 2009). La delegación de Tucumán de la UATRE cuenta con quince seccionales en la provincia que abarcan todos los departamentos donde se desarrolla la citricultura (Entrevista delegado Seccional Lules, 2011). En la actualidad delegados del gremio nos informaron que el número de afiliados en la provincia es entre 26000 y 27000 al momento de la cosecha de limón (Entrevista delegado Seccional Capital; delegado Seccional Lules, 2011). Si consideramos que en la otra actividad agraria con un importante nivel de contratación de mano de obra, la actividad azucarera, la representación de los trabajadores está a cargo de la FOTIA (Federación Obrera Tucumana de la Industria del Azúcar), el grueso de los afiliados a la delegación provincial de UATRE corresponde a obreros de la citricultura. De modo que nos encontramos con una organización gremial extendida en el territorio donde se afinca la citricultura a nivel provincial, con una estructura de envergadura orientada a la prestación de servicios –principalmente la obra social- que la lleva a estar vinculada con una proporción importante del colectivo de asalariados citrícolas.
Sumado a esto, una de las características distintivas de los trabajadores cosecheros y del empaque de la industria del limón en Tucumán refiere a la reglamentación de su actividad, que viene dada por la Ley de Contrato de Trabajo 20744 (LCT). Esta norma legisla la actividad del conjunto de los trabajadores del país con excepción de los trabajadores domésticos y del grueso de la actividad agraria. La institución de las convenciones colectivas de trabajo, contemplada en este marco legal, impacta diferencial y positivamente en la situación de los trabajadores citrícolas en comparación con sus pares de otras producciones agroganaderas, respecto de su capacidad de regular la actividad.

La conflictividad asalariada citrícola en Tucumán

En referencia a los antecedentes de conflictos, movilizaciones u otro tipo de acciones de protesta vinculadas con la citricultura no se encuentran muchas referencias con anterioridad a nuestro recorte temporal. Si abordamos la bibliografía temática y las fuentes periodísticas, estas refieren a la huelga citrícola de 1994, en tanto suceso extraordinario de conflictividad previo al período abierto en 2001/2002 (Alfaro, 2001; Ortiz y Aparicio, 2007; Rau, 2006). Sin embargo desde los inicios de la etapa expansiva de la actividad, se han desarrollado algunas negociaciones y conflictos en la actividad. En los años 1972 y 1973 se realizó la toma de la planta Citrícola San Miguel en repudio al despido de entre 200 y 300 trabajadores, producto de la incorporación de nueva tecnología (Entrevista Secretario General de OSPRERA, 2006). Para el año 1974, se registró una huelga de trabajadores de finca de magnitud, pero no se encontraron detalles de lo sucedido (Ortiz y Aparicio, 2007). Con el retorno de la democracia, durante 1986 se desarrollan algunas huelgas de plantas citrícolas (Entrevista Sec. Gral. OSPRERA, 2006).
Hacia 1987 el grueso de las organizaciones representativas de los trabajadores agrícolas temporarios y los de empaque, pasaron a formar parte de la UATRE. Esto le permitió al sindicato, en el caso de la citricultura tucumana, iniciar en 1991 las discusiones por el establecimiento de un nuevo convenio colectivo para la actividad (Ortiz y Aparicio, 2007) con la Asociación Tucumana del Citrus (ATC). Pero previo al establecimiento y homologación del convenio, el sindicato, la organización de los empresarios y el Estado se encontrarán interactuando en el conflicto desatado en 1994. Durante junio de ese año, en plena cosecha, la UATRE convoca a una huelga en demanda de un aumento del 30% del jornal ante el fracaso de las negociaciones paritarias. Acompañaban la demanda del aumento salarial, el pedido de pago de horas extras los días domingo, el “blanqueo” de los trabajadores en negro y el fin de la contratación a través de “pseudo cooperativas” que ocultaban una relación de dependencia laboral para evadir el pago de las cargas y beneficios sociales. Junto con el cese de tareas, se realizaron protestas y bloqueos en la puerta de los empaques y fábricas, cortes de ruta selectivos aplicados al transporte de citrus; ollas populares y quemas de neumáticos en ambos sitios. En un primer momento la intransigencia del sector patronal derivó en el envío de telegramas de despido y desde el Estado se avanzó en el desalojo de los trabajadores de los ingresos a las plantas citrícolas. Estos hechos reforzaron la huelga al declarársela por tiempo indeterminado y extenderse la toma de los lugares de trabajo, que adquirieron la forma de bloqueos a los accesos (Alfaro, 2001; Entrevista a Sec. Gral. OSPRERA, 2006). El conflicto comienza a encauzarse con la intervención de la máxima autoridad del gobierno provincial y la llegada a la provincia de los principales representantes de la UATRE a nivel nacional. Con estos actores se retoman las negociaciones que derivan en un acuerdo que contempla sólo lo referente al aumento del jornal, pero en una proporción menor a la solicitada. A pesar de ello, el sindicato observó el resultado del conflicto como una victoria, ya que se logró la legitimación de su rol como único representante de los intereses de los trabajadores limoneros. Posteriormente se legitimó la negociación como la vía primordial de resolución de los conflictos, al reemplazarse la conducción de la ATC por una directiva más abierto al diálogo con el sector gremial. Paralelamente, para los delegados gremiales que intervinieron implicó la posibilidad de consolidar la organización gremial y acumular experiencia en su labor como sindicalistas (Alfaro, 2001).
Otro tipo de sucesos de conflictividad se dan a nivel de las fincas, calificadas como “negociaciones cotidianas” por Alfaro (1999), se desarrollaron en la década de 1990 y continúan aún hoy con menor intensidad. Éstas se vinculan con la forma del salario de los cosecheros, el destajo, al estar el monto del ingreso establecido por la cantidad de limón cosechado. Bajo este sistema la influencia del factor climático y de las condiciones del monte limonero respecto de la disponibilidad de fruta a ser cosechada, se torna relevante. La variable “natural” se entrelaza con las decisiones respecto de cómo y en qué momento cosechar, atribuciones que forman parte de los empleadores vinculados con criterios técnicos y comerciales. De modo que si se perfila una baja productividad en la cosecha, se suelen dar discusiones al nivel de las cuadrillas con los encargados de finca antes de ingresar a cosechar, procurando modificar el monto a abonarse por maleta. Se trata de planteos cotidianos que se dan al acordar las condiciones en que se realiza la cosecha. Estos planteos suelen producirse en las fincas que venden la fruta en la planta para exportación a las agroindustrias o en las empresas no integradas, ya que en el caso de las fincas de las empresas integradas la selección suele hacerse con posteridad.
De manera que, si las negociaciones y el conflicto suscitado en el año 1994 fue vivido como un hecho extraordinario para la actividad citrícola en su momento; ésta percepción se modificará drásticamente en la década siguiente al formar parte de la cotidianeidad de cada temporada, como nos señalaba el gerente de la ATC:

“todos los años, al inicio de temporada empiezan a haber conversaciones entre las partes, la negociación salarial (…) Ellos [UATRE] como elemento de presión muchas veces cortan algún cruce de caminos, o van y se plantan frente al portón de la fábrica de San Miguel, por ser San Miguel la más grande (…) sí ha habido marchas, a veces de UATRE; y ya sabíamos que pasaban por acá [sede de la ATC], entonces venía una marcha de muchos más de veinte, podrían ser, no sé, doscientos, con una camioneta, con un altoparlante, qué sé yo, y bombos, y tirando petardos, y todo. Pero más bien pacífica” (Entrevista gerente ATC, 2011)

A continuación nos centramos en el análisis de la dinámica de negociaciones y conflictos de la primera década del siglo que coloca a la citricultura como uno de los pocos casos de conflictividad obrera rural abierta en el plano nacional.

La dinámica de la post convertibilidad

Un primer elemento a considerar es la mudanza en el escenario económico-político de fines del siglo pasado y la primera década del presente como elemento potenciador del establecimiento de negociaciones paritarias y de la revitalización de la conflictividad. Durante la década de 1990, el escenario de las protestas se caracterizaba por una serie de elementos que dificultaban la obtención de acuerdos que mejoraran la situación de los trabajadores limoneros: la existencia de altos índices de desempleo provincial, la profundización de la precariedad y flexibilización laboral en el agro y los altos niveles de empleo informal como una modalidad predominante de la contratación de trabajo (Alfaro, 2000). A partir del 2003, aún cuando muchos de estos elementos continúan presentes, se produce en el país una reactivación de la economía que redunda en una reducción del desempleo, pero en un contexto de caída del salario real producto de la devaluación de la moneda. Desde el escenario político, el movimiento obrero se encuentra con un gobierno que procura el apoyo de los sindicatos y en gran parte de las contiendas se vuelca en su favor (Etchemendy y Collier, 2008). Si sumamos la preservación de las estructuras de las organizaciones sindicales durante el período de reformas neoliberal (que en el caso de la UATRE implicó una expansión debido al proceso de normalización institucional, pero sobre todo a la recuperación de la obra social), nos encontramos con una dinámica de resurgimiento del conflicto laboral en pos de la recomposición de los ingresos de los trabajadores diferente al período previo. En la actualidad sucede principalmente entre los trabajadores del sector privado, sus causas se centran en las condiciones del mercado de trabajo (disputas salariales y condiciones de trabajo), las huelgas son mayormente de naturaleza económica no políticas, y el ritmo del conflicto viene dado por el desarrollo de las negociaciones tripartitas entre gobierno, empresarios y trabajadores (Etchemendy y Collier, 2008).
Este escenario impacta en lo que respecta a las acciones de protesta de los asalariados agrícolas. Entre un período y otro, han pasado a caracterizarse por ser de tipo ofensivo, autónomas, con fuerte presencia del sindicato y con el recurso a la huelga complementando otras medidas como los cortes de ruta o las movilizaciones hacia las dependencias estatales (Rau, Trpin, Crespo Pazos, 2011). No es excepción el caso de la producción limonera tucumana. En base a la revisión de fuentes hemerógraficas provinciales2, hemos podido reconstruir la dinámica negociaciones y los conflictos suscitados durante la última década en la producción limonera tucumana, donde se pueden distinguir entre los hechos desarrollados durante el período de cosecha y aquellos suscitados al final de la misma.
Los primeros refieren a las negociaciones y acciones colectivas sostenidas en demanda de mejoras salariales y en las condiciones de trabajo. Se trata de acciones de tipo ofensivas llevadas adelante al inicio de la época de la cosecha, entre los meses de marzo y junio. En estos casos, UATRE es quien concentra la representación de los asalariados del limón en las negociaciones con la organización gremial patronal, la ATC, y el Ministerio de Trabajo provincial. En este sentido, luego de varios años donde el espacio de las convenciones colectivas de trabajo había funcionado alejado de las preocupaciones y demandas de los trabajadores (Alfaro, 1999) - siendo un ejemplo la no actualización desde el año 1996 del monto de las remuneraciones-, producto de la devaluación del peso y su impacto en el salario real comenzaron las negociaciones en pos de recomponer el ingreso de los asalariados del sector. Se destacan los años 2005, 2010 y 2011 como los de mayor conflictividad. El conflicto del 2005 fue el más extendido y profundo, se prolonga alrededor de una semana e incluye varios cortes de ruta y piquetes en los ingresos a las fincas y los establecimientos citrícolas. Todo ello en el marco de un paro general de la actividad. En los años siguientes (2006, 2007 y 2008) las negociaciones paritarias lograron contener las demandas obreras y no se registraron acciones de protesta, las que vuelven a emerger principalmente en 2010 y 2011. En las temporadas 2009 y 2010 se registran algunas acciones de grupos opositores a la conducción gremial, en desacuerdo con las resoluciones tomadas por esta.
Respecto a la dinámica de negociaciones y conflictos entre cosechas, la fuerte estacionalidad de la demanda de mano de obra en la actividad limonera lleva a que muchos trabajadores del sector permanezcan largos períodos del ciclo anual en situación de desocupación. En el caso tucumano, en dichos meses los asalariados han venido realizando movilizaciones, manifestaciones y cortes de ruta tendientes a obtener, de parte del gobierno provincial, una mayor cantidad o mejoras en los montos de los “planes interzafra”, subsidios para el desempleo entre cosechas. De hecho, las movilizaciones y acciones desarrolladas en pos de la obtención de estos planes asistenciales se suceden desde el período de la convertibilidad, y en el post-devaluatorio están presentes todas las temporadas. En estas acciones se observa que junto a la UATRE se expresan otras organizaciones sociales o agrupaciones políticas, tales como la Corriente Clasista y Combativa (CCC), la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) y el Polo Obrero (PO), entre otras. Las movilizaciones, los cortes de ruta y las manifestaciones en la céntrica Plaza Independencia de la capital provincial, se han repetido entre los meses de octubre y diciembre de cada año. Al tiempo que se solicitan aumentos de las cantidades y montos de los planes interzafra, se exigen vales alimentarios o cajas con víveres como complemento del plan. También en el período, se observan reclamos de cosecheros migrantes por el subsidio para trasladarse hasta la cosecha de peras y manzanas en los valles del Río Negro, particularmente en los años 2005 y 2011. Desde el 2002 los cortes de ruta y las movilizaciones a la Casa de Gobierno Provincial se sucedieron sin interrupciones con excepción del año 2007 (sólo se registraron cortes de ruta, pero no movilizaciones) y 2009. El 2005 fue de una alta conflictividad durante la cosecha y se extendió luego del fin de la misma.

Sujeto, demandas y formas de lucha

A continuación, en el cuadro N° 1, sintetizamos los hechos de conflictividad de asalariados limoneros y los tipos de acciones desarrolladas en cada temporada, según hayan sucedido al inicio o al fin de la cosecha:

Cuadro N° 1. Tucumán: Acciones de protesta según momento del ciclo productivo, 2002-2011.

Podemos identificar, en lo que respecta al período de cosecha, que los años 2005, 2010 y 2011 son los de mayor conflictividad. Particularmente en la temporada 2005 el conflicto se extiende por alrededor de una semana con un paro general de actividades e incluye varios cortes de ruta y piquetes en los ingresos a las fincas y los establecimientos citrícolas. En oposición, durante los años 2006, 2007 y 2008 las negociaciones paritarias logran contener las demandas obreras y no se registran acciones de protesta. En la temporada 2009, se suceden tres días de cortes de ruta y piquetes realizados por un grupo de cosecheros de la empresa Citrícola San Miguel en repudio al acuerdo firmado por UATRE la semana anterior. Este hecho se repetirá en la temporada 2010, pero en este caso también se observarán movilizaciones, cortes de ruta y piquetes durante las negociaciones paritarias. Similar situación se vivirá el año siguiente. Emerge como rasgo distintivo en estos tres últimos años la existencia de acciones de cierta magnitud que expresan una disconformidad con el accionar y la representatividad de UATRE. Si bien no se trata de un fenómeno extendido, sí se observa al nivel de los empaques y/o fábricas de las grandes empresas integradas.
En el caso de las acciones de protesta en el período entre cosechas, se observan reclamos tendientes a la obtención de subsidios u ocupaciones que garanticen la reproducción de los trabajadores temporarios del limón y sus familias. Vinculados estrechamente con las demandas de los movimientos de desocupados, se extendieron desde fines del siglo XX y particularmente desde el 2001 y 2002, dándose en la presente década la participación activa de UATRE. Sólo en el 2009 no se registran acciones de protesta aunque sí se mantuvieron negociaciones con el Estado respecto del monto y la cantidad de planes a otorgarse. Vale destacar a su vez, la presencia en los años 2003, 2005 y 2010 de acciones de protesta solicitando se garanticen las facilidades para trasladarse a la provincia de Río Negro, donde una parte importante de los cosecheros de limón se ocupa durante el verano.
Si observamos la conflictividad de los últimos diez años en la actividad nos encontramos con negociaciones paritarias temporada a temporada que en el 2005, ante el fracaso de las mismas derivan en la mayor huelga de la actividad. Este podría ser un hecho aislado, si no fuera porque en 2010 se inicia nuevamente un ciclo de protestas que se extiende al año siguiente. Sin embargo durante la década, el sindicato y los trabajadores sostienen una dinámica de protestas referidas a las demandas del período interzafra. Hasta el año 2005 éstas constituían casi exclusivamente las experiencias de la conflictividad asalariada del limón. Pero esa temporada, durante el período de cosecha, se profundizarán las formas de lucha propias del intervalo entre cosechas, hasta el 2009 donde no se registran prácticamente acciones conflictivas a lo largo de la temporada. Para el 2010 se reinicia el ciclo de protestas, pero con la particularidad de que se extienden y profundizan las acciones al inicio de las cosechas, invirtiéndose la dinámica del período anterior donde prevalecían las acciones de tipo defensivas típicas de la situación de desocupación de los obreros temporarios del limón.
Las acciones del período entre zafras tienden a garantizar la reproducción del colectivo de cosecheros y trabajadores de empaques temporarios, sea solicitando subsidios de asistencia para los mismos en tanto desocupados, como buscando facilitar la ocupación de estos trabajadores en otras cosechas de contraestación a la del limón, principalmente en lo que refiere al transporte hacia el norte de la Patagonia. Cabe destacar, de todos modos, que las acciones de protesta son subsidiarias de las negociaciones tripartitas, cuando refieren a los términos de la venta de la fuerza de trabajo limonera, y con el Estado respecto de las demandas de subsidios para sobrellevar los meses entre cosechas. Las acciones directas o la amenaza de las mismas actúan como mecanismo de presión para mejorar la posición relativa en la negociación o ganar la voluntad del Estado hacia las demandas obreras. A su vez, como en otros casos, los cortes de ruta suelen ser un método más que efectivo para elevar al ámbito público las líneas argumentales del conflicto.
Por otra parte, observamos que el grueso de los cortes de ruta, tanto al inicio como al final de la temporada, se localizan en los mismos espacios. Esto es, las protestas por aumentos salariales y mejoras en las condiciones de trabajo y aquellas desarrolladas para solicitar planes asistenciales o el acceso a otras ocupaciones al final de la temporada, se producen en las mismas localidades en ambos momentos. Los cortes de ruta durante la época de cosecha se concentran en los departamentos de Chicligasta, Monteros, Famaillá, Río Chico y Cruz Alta. Con menos intensidad se observan cortes en los departamentos de Alberdi, Burruyacú, Tafí Viejo, Leales y La Cocha. Por su parte en el período de interzafra, los cortes se concentran en Monteros, Famaillá y Chicligasta, y sólo en un año se observan cortes en Alberdi, Río Chico y Cruz Alta. En su estudio sobre la huelga del 2005, Rau (2006) destaca que las seccionales del sur3 de la provincia participan activamente en el conflicto. En dicha zona se hallaban los niveles más altos de pobreza y existía una red organizativa barrial con experiencia en protestas por demandas de “pan y trabajo”. Estas agrupaciones de base territorial afincadas en las barriadas donde reside el grueso de los cosecheros limoneros aportaron los métodos de lucha no sólo en las demandas por subsidios al desempleo, sino también en las disputas por las mejoras en las condiciones de venta de la fuerza de trabajo cosechera. Dentro de las organizaciones de desocupados con mayor presencia en la zona se encuentra la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) y la Corriente Clasista y Combativa (CCC) que han aportado dirigentes gremiales a las seccionales del sur de UATRE. De hecho, el sindicato participa activamente en ambos momentos de conflictividad a lo largo de la temporada, tanto en las medidas ofensivas tendientes a mejorar los salarios y las condiciones de trabajo y contratación de los obreros citrícolas, como en aquellas defensivas suscitadas al final de la temporada.
De las entrevistas que realizamos a cosecheros y delegados gremiales, junto con lo informado por la prensa, se observa que, en la mayoría de los casos, las medidas de fuerza suelen tomarse en asambleas de delegados de fincas y/o empaques, en la seccional de San Miguel para luego convocar a los trabajadores a las mismas. La direccionalidad desde el sindicato a las “bases” también la encontramos al momento de analizar las propuestas de la patronal durante las negociaciones. La preeminencia de la dirigencia gremial, se observa también en los escasos casos que no puede contener a los trabajadores una vez declarado el fin del conflicto. Estos hechos sucedieron en los años 2005 y 2010. Particular es el caso de los empaques donde existen en las grandes plantas como Citrícola San Miguel o Citrusvil, cuerpos de delegados afines a partidos de izquierda (Egan, 2009; Entrevista a referente MTD, 2011) y en ocasiones extienden las medidas de fuerza cuando la dirección provincial las ha levantado. Cabe destacar que estas corrientes participan dentro de la estructura de UATRE. Distinto es el caso de un agrupamiento gremial alternativo, el Sindicato Único de Trabajadores de la Industria del Limón (SUTIL) que disputa la representatividad de la UATRE en la actividad, con escaso éxito por el momento. De modo que aun cuando existan corrientes opositoras a la conducción provincial dentro del sindicato, es mayoritaria la representatividad de la UATRE entre el colectivo de trabajadores limoneros. Acompañada a su vez, por una fuerte delegación de las decisiones por parte de los trabajadores.

“E:¿Usted tiene delegado en la cuadrilla en donde está?
C: Sí, hay.
E: Hay. Y él, digamos, cuando tiene que ir a hacer un corte, ¿Lo llama? ¿Lo va a buscar?
C: Llama a todo el grupito le llama. “No sale nadie a laburar”, dice. Y ya le comentan ellos a los colectiveros a todos ahí.
E: Y ustedes van para allá, para la ruta también.
C: Vamos a la ruta. Va, no te obligan, no.” (Entrevista a cosechero, 2011)

Por su parte un delegado de UATRE nos comenta cómo es el proceso de convocatoria a los trabajadores para las medidas de fuerza:

“… nosotros vamos informando qué es lo que va sucediendo […] se informa cuáles son las negociaciones, empezamos a pedir los puntos que queremos, informamos cuáles puntos están ya acordados, cuáles no. Entonces, si hay acordados unos cuantos y quedan algunos por acordar, se los lleva, en conjunto, vamos a hacer una movilización. Hagamos un corte de ruta por todo” (Entrevista delegado UATRE San Miguel, 2011).

Este esquema de delegación precisa un número importante de delegados de cuadrillas que puedan transmitir a los trabajadores las decisiones de las asambleas y garanticen la participación activa en los cortes y las movilizaciones. La rotación de los cosecheros entre diversas fincas dificulta la elección de dichos representantes.

“Entonces hay un movimiento permanente y no se pueden estabilizar a los delegados porque elegís un delegado y al poco tiempo ya no está más en esa empresa y tenés que elegir otro delegado. En general se elige un delegado por temporada y no en todas las empresas, solo en esas en las que los trabajadores eligen tener un delegado, entonces hay una cantidad de delegados que representan una lucha concreta por un precio concreto” (Entrevista Delegado OSPRERA Concepción, 2011)

A la alternancia y rotación de los trabajadores entre las distintas fincas, se suma la intermitencia en la ocupación. Características que ponen de relieve la importancia que en la actividad limonera tiene la organización de los cosecheros desde las barriadas donde residen, para paliar las implicancias de su condición de desocupados temporarios. Éste es un elemento que cobra mayor relevancia gracias a la dinámica de urbanización de la residencia de los trabajadores limoneros (Klein, 1985; Rau y Lara Flores, 2011) y se establece como una condición necesaria, más no suficiente, para la construcción de protestas. El asentamiento urbano de los asalariados de la actividad incide en la reducción del aislamiento. No sólo entre los trabajadores, sino entre estos y los núcleos urbanos donde entran en contacto con otras experiencias de lucha y, a su vez, funcionan como caja de resonancia de sus demandas. Durante el período bajo estudio se desarrolló una experiencia de organización de los trabajadores del limón que, partiendo desde la pertenencia territorial barrial, se incorpora a la UATRE. Se trata del colectivo denominado “limoneros autoconvocados”, que se incorporará luego a la CCC. Esta organización se desarrolló principalmente en la zona Sur, en las localidades de Concepción, Alto Verde (Chicligasta), Aguilares (Río Chico), Juan B. Alberdi, León Rouges (Monteros). Un trabajador participante de aquella experiencia, en su descripción da cuenta de la imbricación de la referencia barrial local en la organización de la seccional sindical, como también sobre los mecanismos de obtención de recursos, propios de una organización de corte territorial:

“…la seccional de nosotros [Concepción] está comprendida por alrededor de diecisiete pueblos, dónde éstos pueblos, muchas veces, no tenían conocimiento sobre lo que se hacía o sobre cuáles eran las leyes laborales que les corresponden a nivel gremial. Es que así, nosotros, nos vemos en la necesidad de que teníamos que armar comisiones internas […] cada comisión de cada pueblo se denominaba “limonero auto convocado de Alto Verde”, “limonero auto convocado de Concepción”, todos con mandatos revocables, habían sido elegidos por la gente con mandatos revocables; si ellos cometían un error la gente los sacaba. Se hacen loterías, bingos, para autoabastecer ese plan de lucha.” (Entrevista representante “Limoneros Autoconvocados”, 2006)

La concentración física de los cosecheros, al compartir las zonas de residencia en los barrios donde se agrupa la oferta de fuerza de trabajo para las labores temporarias de cosecha, se torna condición favorable para la organización y el desarrollo de diversas medidas de protesta. Estas solidaridades derivadas del intercambio cotidiano se articulan con aquellas producto del compartir la actividad laboral en las cuadrillas (Rau y Lara Flores, 2011) haciendo que las tradiciones organizativas de cada ámbito se conjuguen potenciando la organización laboral.
De este modo, se replican aspectos de dos experiencias organizativas territoriales históricas: las propias de la década de 1990 centradas en las demandas de “pan y trabajo” en procura de paliar la situación de desocupación y pauperismo de la población trabajadora; junto con aquellas de la década del sesenta y setenta del siglo pasado derivadas de la crisis de la actividad azucarera y el cierre de los ingenios que, en defensa de las fuentes de trabajo, tuvieron como eje los pueblos donde se asentaban las industrias y residían los trabajadores azucareros. Actualmente, las acciones y métodos de protesta instrumentados en aquellas luchas confluyen con la organización sindical y nutren a la experiencia de conflictividad de los asalariados limoneros. De hecho, es el propio sindicato, y principalmente las seccionales del sur, los que recuperan las formas de lucha de los movimientos territoriales y enriquece con ellos las acciones de protesta de los asalariados limoneros en la provincia.

Orientación y estrategia de la UATRE

La actuación de la UATRE en Tucumán durante la década de 1990 ha sido caracterizada por M. I. Alfaro (2000) como tendiente a morigerar y evitar el conflicto abierto. Para la autora, se trataba de un sindicato negociador aislado de las necesidades y demandas de los trabajadores limoneros, con dificultad o desinterés en la construcción de actores sociales dinámicos (Alfaro, 2000). Similares características observa J. Egan (2009) en el comportamiento actual del gremio. Sin embargo, como observamos anteriormente, en el período abierto a partir del 2002, la dinámica del accionar gremial parece haber mudado, al menos en parte. Tanto de las demandas, como de los discursos de los dirigentes sindicales, se desprende que su principal preocupación es el cumplimiento de la legislación vigente y toda medida tendiente a “dignificar” al trabajador, a ampliar el acceso del mismo a los servicios de salud y educación, a un salario acorde a las necesidades de la familia obrera, a la erradicación del trabajo informal. En definitiva se trata de un conjunto de demandas orientadas a la ampliación de los derechos referidos a la ciudadanización de los trabajadores (Trpin, 2008). A su vez, uno de los intereses del sindicato es el de erigirse como el garante del bienestar de los trabajadores no sólo como representante e interlocutor legítimo ante la patronal y el Estado, sino como prestador de diversos servicios para los trabajadores. Esta orientación no es exclusiva de UATRE Tucumán, sino que se replica también en otras seccionales e incluso a nivel nacional (Rau y Trpin, 2009). En este esquema la prestación de la obra social, OSPRERA, se erige como el paradigma de un sindicato “presente”.

“Con OSPRERA se logra estructurar algo que es muy difícil en la Argentina que es que en todos los pueblos haya alguien que te de una orden de la obra social, lo cual no existe en ninguna otra obra social del país”. (Entrevista delegado OSPRERA Concepción, 2011)

La vía para la concreción de las demandas sindicales es la de la negociación, sea con el Estado o con los representantes empresarios. Sólo cuando se estancan se recurre a medidas de acción directa. Estas son utilizadas para terciar en las negociaciones tendiendo a mejorar la posición relativa del sindicato. El sostenimiento de situaciones de conflictividad abierta se encuentra supeditada a la reapertura o continuación del diálogo y es hacia allí que tienden. En este sentido, aún cuando las medidas de protesta sean extendidas, desde el sindicato son identificadas como últimos recursos y no tienen un lugar privilegiado en el relato del desempeño sindical. Así puede observarse en las palabras del Secretario General de UATRE Tucumán, respecto del conflicto del año 2005:

“El paro fue total… nosotros no lo tomamos como éxito, ni nada por el estilo. Un paro no es éxito. El paro es una herramienta para lograr la solución, es eso”. (Entrevista Sec. Gral. UATRE Tucumán, 2006)

En este sentido, encontramos que la estrategia que se da el colectivo de trabajadores limoneros, expresada en la actuación de la UATRE, está centrada en mejorar las condiciones de venta de la fuerza de trabajo y la reproducción de esta fracción de asalariados agrícolas. Se trata de una estrategia asentada en el momento económico corporativo de la relación de las fuerzas políticas. Según Gramsci en dichas relaciones se observa “el grado de homogeneidad, autoconciencia y organización alcanzado por los diferentes grupos sociales” (2003:57). En su primer momento - el económico corporativo - la unidad se da a nivel del grupo profesional (asalariados limoneros) pero sin extenderse al grupo social más vasto. Este nivel de solidaridad deriva en un grupo de acciones tendientes a establecer mejoras en las condiciones de la explotación de la fuerza laboral limonera. Esta línea expresa la “conducción” de las luchas en tanto orientación preponderante en las protestas de los asalariados limoneros durante el período post devaluatorio. El hecho de que las demandas del sindicato se circunscriban al ámbito de la venta y reproducción de la fuerza laboral, no implica para nosotros que el gremio traicione a sus bases trabajadoras, como sostiene Egan (2009). Como tampoco que reniegue del sostenimiento de conflictos abiertos en pos de lograr estos objetivos, como fuera observado por Alfaro (2001). De nuestro análisis se deduce que dicha estrategia expresa el interés y la meta que se propone en los enfrentamientos esta particular fracción obrera (Iñigo Carrera, 2004) y que no es exclusiva de los trabajadores limoneros. Diversas fracciones obreras, rurales y urbanas han desarrollado y desarrollan en la actualidad una similar línea de acción.
Como resultado de esta estrategia, se puede observar que el sostenimiento de las negociaciones tripartitas temporada a temporada y, especialmente, aquellos años que se suscitan conflictos abiertos permite a los cosecheros del limón de Tucumán mantener su participación en los ingresos del sector. Si tomamos el precio FOB de la tonelada de fruta fresca en pesos y lo relacionamos con el valor del jornal del cosechero, podremos tener un indicador de la evolución a lo largo de los años de la participación de los trabajadores en el ingreso de la actividad:


Gráfico N° 1. Tucumán: Relación entre el jornal de cosecha y el precio FOB de la tonelada de limón fresco, 1999-2011, (en pesos).

Como se desprende del gráfico la participación de los cosecheros en los ingresos del sector se relaciona con los momentos del ciclo de protestas descripto anteriormente. Luego de la crisis del 2001/2002 y de la consecuente devaluación, los ingresos de los cosecheros recuperan e incluso sobrepasan levemente su nivel de la década de 1990 con el importante conflicto del año 2005. Luego, será la revitalización del conflicto abierto en 2010 lo que permita expandir la porción correspondiente a los trabajadores de los ingresos del sector, una vez concluido el impacto en la actividad de la crisis financiera internacional del 2008 que derivó en una baja de los ingresos del sector, producto de la merma en los volúmenes exportados y los precios percibidos. De hecho, los dirigentes gremiales suelen justificar los pedidos de aumento salarial o el desarrollo de acciones de protesta señalando la evolución favorable del complejo. Principalmente cuando ésta se expresa en un aumento de los volúmenes exportados, en los montos percibidos por dichas exportaciones y/o en la elevación de la ganancia del sector empresarial. Para la dirigencia de la UATRE el reparto de una porción de los ingresos del sector hacia los trabajadores resulta normal, justo, “lo que corresponde”. Así se desprende de las declaraciones de uno de sus representantes:

“… pero nosotros no queremos sacar ventaja lo que queremos es la justicia. Nosotros lo que buscamos es un salario digno” (Entrevista Sec. Gral. UATRE Tucumán, 2006)

“… empezamos nosotros a plantear la recomposición salarial y los empleadores estaban totalmente en una negativa que no teníamos, digamos así, ninguna razonabilidad. Porque negaban, constantemente, que la actividad tenía la posibilidad económica, cuando nosotros sabíamos que antes decían que no tenían posibilidad, de cuando era 1 a 1 entre el dólar y el peso. Después, cuando pesifican todo y la economía se va por las nubes y el exportador estaba ganando tres a uno… nosotros considerábamos que esa era la medida de que teníamos que rediscutir los salarios.” (Entrevista Sec. Gral. UATRE Tucumán, 2006)

De esta manera, las demandas del sindicato se ajustan a la evolución de la actividad constituyéndose en reclamos abiertos cuando ha habido un aumento de los ingresos de los empresarios que no son participados con los trabajadores. Por su parte, en el período entre cosechas las acciones del sindicato tienen como finalidad garantizar la reproducción del colectivo de trabajadores hasta la próxima temporada procurando mejorar el modo en que se sobrelleva el período de desocupación o en que se migra a otras ocupaciones. No se observan referencias al pedido de fuentes de trabajo genuinas que permitan abandonar la condición de ocupado intermitente. En cambio las demandas refieren a la ampliación y aumento del monto de los subsidios interzafra o a la solicitud de transporte para los obreros migrantes.

Conclusión

En el período abierto con el fin de la crisis de 2001/2002 y la posterior devaluación de la moneda nacional, las acciones de protesta no sólo aumentan en número, sino que toman una orientación ofensiva tendiente a mejorar los ingresos y las condiciones de trabajo de los obreros citrícolas. Se presentan como autónomas y motorizadas por el sindicato provincial, la UATRE, que a su vez participa activamente en la demanda de subsidios por desempleo en el período entre cosechas. Entre los elementos presentes en el surgimiento y sostenimiento de las acciones de protesta, nos encontramos con un condicionante productivo que favorece la satisfacción de las demandas obreras al inicio de la cosecha. Se trata de la perentoriedad con que debe ser cosechada la fruta para cumplir con los requisitos de los mercados de destino, de modo que una medida de fuerza en el período crítico de la cosecha se transforma en un importante elemento de presión que modifica la correlación de fuerzas, a favor de los intereses de los trabajadores. Paralelamente, la concentración espacial en el ámbito productivo expresada en la unidad de cooperación de trabajo - la cuadrilla - junto con el agrupamiento de la residencia de los obreros y sus familias en determinados barrios en las periferias, rompe con su aislamiento. Tanto de los trabajadores entre sí, como de otras “culturas de protesta” (en el sentido de Falabella, 1990), a la vez que le otorga visibilidad y estado público a los reclamos que sostienen. La proximidad entre los núcleos urbanos en la provincia y la pequeña superficie de ésta hace que la distancia entre las ciudades sea reducida. La cercanía con la capital provincial facilita el desarrollo de acciones de protesta en la misma y acerca a los trabajadores de finca con los del empaque y las fábricas localizadas en torno del departamento de San Miguel. Esta característica permite una mayor visibilidad de la situación y las demandas de los trabajadores limoneros, logrando instalar con mayor éxito sus reclamos ante la opinión pública. A la vez que facilita la articulación con otros gremios y organizaciones sociales y políticas, tal como se observa principalmente en los reclamos del período interzafra donde convergen con los asalariados temporarios de la agroindustria azucarera y otros sectores de desocupados.
La presencia de organizaciones sindicales y territoriales permitió a los asalariados limoneros contar con estructuras de interlocución con los representantes empresariales y el Estado, a la vez que sostener las distintas movilizaciones, cortes de rutas y piquetes. La existencia de la UATRE con seccionales en las zonas citrícolas permitió vehiculizar las demandas y articularlas en diversas acciones de protesta, en distintos puntos de la provincia, ante el fracaso de las negociaciones. La estrategia que se da el colectivo de trabajadores limoneros, expresada en la actuación de UATRE, está centrada en mejorar las condiciones de venta de la fuerza de trabajo y su reproducción en tanto fracción de asalariados agrícolas. Para ello, prioriza los canales de diálogo y negociación por sobre las acciones directas y huelguísticas. El gremio ha logrado consolidarse como un interlocutor representativo ante el Estado e incorporó a su estrategia al grueso de los delegados de seccional y cuadrillas, logrando una aceptación mayoritaria sobre su desempeño al interior de la estructura sindical provincial. En este sentido, la institucionalización de las negociaciones tripartitas en la actividad contribuye a legitimar la representatividad sindical, al constituirse UATRE como único representante legal de los trabajadores limoneros. Hacia el interior del colectivo de asalariados limoneros, la exclusividad otorgada a la entidad para participar en dichas instancias favorece el sostenimiento de la unicidad de representación y la incorporación de las distintas líneas político ideológicas dentro de la estructura del gremio. La dirigencia provincial del sindicato se ve interpelada a mantener la dinámica negociadora buscando satisfacer las demandas de los trabajadores limoneros, como vía para sostener la hegemonía interna. Al respecto, las negociaciones y –sobre todo- los conflictos han permitido a los asalariados limoneros sostener su nivel de participación en los ingresos del sector respecto del período previo a la devaluación.
Por su parte, la articulación de la estructura gremial con las organizaciones territoriales de los barrios de los cosecheros le otorgó al movimiento de trabajadores limoneros nuevas formas de lucha y una mayor capacidad de movilización y organización. Estos recursos son puestos en escena en acciones de tipo ofensivas al inicio de las cosechas y se mantienen en los casos suscitados al finalizar la temporada. Expresión de esta articulación ha sido la incorporación de dirigentes de organizaciones territoriales a la estructura de UATRE, principalmente en las seccionales del sur. El sindicato, se involucra así en los dos momentos del ciclo laboral anual del cosechero semi-ocupado del limón: exige mejoras en las condiciones de venta de la fuerza de trabajo durante la temporada, e interpela al Estado en procura de la subsistencia y reproducción de la misma entre cosechas.
En síntesis, consideramos que los condicionantes positivos para la acción de los cosecheros intervinieron en el proceso de conflictividad asalariada gracias a un contexto económico expansivo que habilitó las demandas por mejoras salariales y redistribución de los excedentes de la actividad, como también por la existencia de estructuras gremiales propias de los trabajadores limoneros. Por otra parte, la articulación sindical con las experiencias organizativas territoriales permitió sostener las negociaciones y los conflictos hacia el final de la cosecha que venían desarrollándose desde el período previo. En este sentido, la estrategia sindical integró acciones de tipo ofensivo y defensivo que se corresponden con el comportamiento cíclico de ocupación y desocupación que estructura la dinámica laboral del colectivo cosechero limonero.

Notas

2 Una cronología detallada puede consultarse en Rau, Trpin y Crespo Pazos (2011) y Crespo Pazos (2013).

3 Departamentos de Lules, Famaillá, Monteros, Chicligasta, J. B. Alberdi, Río Chico y La Cocha.

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Otras fuentes citadas.

Información primaria:

Entrevistas y Notas de campo, producidas en Tucumán en julio 2006, octubre de 2010, abril y mayo 2011.

Fuentes hemerográficas:

Contrapunto, ediciones del 12/05/2009, 15/05/2009 y 16/05/2009. <http://www.prensacontrapunto.com.ar/>.

El Siglo, edición del 25/10/2012, San Miguel de Tucumán.

La Gaceta, varias ediciones de los años 2002 a 2011, San Miguel de Tucumán.

Primera Fuente, varias ediciones de los años 2010 y 2011. <http://www.primerafuente.com.ar/>.