ARTÍCULOS

La huelga general de enero de 1907 y las estrategias políticas de socialistas, anarquistas y sindicalistas revolucionarios

 

Alejandro Belkin

(UBA / CEHTI)


Resumen

La huelga general de enero de 1907 fue una de las más importantes de la primera década del siglo XX. Sin embargo, fue desatendida por la historiografía especializada. En este artículo describimos el desarrollo y los alcances de la medida de fuerza y analizamos las distintas estrategias que desplegaron anarquistas, socialistas y sindicalistas revolucionarios.

Palabras claves: Anarquismo; Socialismo; Sindicalismo revolucionario; Huelga general.

Abstract

The general strike of January 1907 and the political strategies of socialists, anarchists and revolutionary syndicalists

The general strike of January 1907 was one of the most important ones of the first decade of 20th century in Argentina. However, it was neglected by specialized historiography. In this article we describe the development and scope of the strike and analyze the different strategies deployed by anarchists, socialists and revolutionary syndicalists.

Keywords: Anarchism; Socialism; Revolutionary syndicalism; General strike.


 

La huelga general

Los orígenes del conflicto
Pocas semanas después de clausurarse las sesiones del cuarto y último congreso de la UGT, en enero de 1907, tuvo lugar una gigantesca conflagración social, con epicentro en la ciudad de Rosario. El conflicto se originó a raíz de una decisión municipal. El Concejo Deliberante de aquella localidad, quiso imponer a los conductores de carros la obligación de tramitar una libreta de buena conducta, que individualizaba “a su dueño con el retrato, sus impresiones digitales y otras referencias personales”. De esa forma, los trabajadores eran sometidos “al arbitrio de patronos y autoridad”, bastaba “una simple mala anotación en contra de su poseedor o su retiro para crearle dificultades en el trabajo” (Marotta, 1960, p. 253). Por ese motivo, en una asamblea realizada el 15 de enero por la noche, los cocheros y delegados de los gremios del rodado, después de una amplia discusión, resolvieron iniciar un paro general de cocheros y carreros “como protesta por la libreta que les exige la municipalidad y por las impresiones digitales que les impone la policía”, además rechazaron “otras obligaciones que les impone la nueva ordenanza de tráfico” ("Movimiento Obrero", 1907). En la reunión estuvieron presentes delegados “de los carreros, areneros, matanceros, repartidores de pan, de leche, cocheros particulares y de plaza”. Se designó un comité de huelga constituido por dos representantes de cada sector ("Huelga General de Rodados: asamblea obrera", 1907). Como consecuencia de la medida de fuerza, al día siguiente, la ciudad de Rosario “amaneció silenciosa y sin movimiento, como si fuese un día de fiesta” ("Huelga del gremio de rodados: propaganda para generalizar el movimiento", 1907). Desde el inicio del movimiento los huelguistas buscaron la adhesión de otros gremios. Por ese motivo, en la primera jornada de paro realizaron una asamblea en conjunto con la Federación Obrera Local de Rosario (FOLR). Estuvieron presentes delegados de los “Propietarios de Carruajes, Peones de Carruajes, Matanceros, Licoreros, Conductores de Carros, Propietarios de 1 y 2 Carros, Lecheros, Cocheros Particulares, ídem Cocherías, Repartidores de Pan, ídem en General” ("Correspondencia: Rosario", 1907). La Federación Obrera designó un delegado para que la represente. La reunión tuvo lugar en un amplio local de la calle Italia 750. El pliego de reivindicaciones aprobado por asamblea fue el siguiente: 1º abolición del reglamento de tráfico en vigencia; 2º libertad de todos los detenidos por la policía a consecuencia de la huelga; 3º reposición del personal subalterno del Matadero que ha sido despedido por la intendencia ("Santa Fe: huelga general de rodados", 1907). El día 17 la huelga mantuvo su firmeza, “las calles siguen sin la animación que les prestaba el movimiento de coches, de los cuales no circula ninguno. Hasta los médicos andan a pie para atender su clientela”. El movimiento comercial fue casi nulo, “porque todas las casas de comercio están sin carros” ("Santa Fe: el movimiento huelguista", 1907). Los tranvías de tracción a sangre suspendieron su circulación. El gobierno respondió con dureza, desplegó las fuerzas de seguridad en puntos clave de la ciudad, el corresponsal de La Protesta advertía que “la ciudad estaba ocupada militarmente a pesar de que el estado de sitio no está declarado” ("Las huelgas: en el Rosario, huelga general de rodados, la ciudad militarizada", 1907). Sin embargo, el día 18, el conflicto continuó agravándose, el “movimiento huelguista asumió hoy un carácter más acentuado, porque los tranvías eléctricos y los de tracción a sangre [...] suspendieron su servicio a las 9 de la mañana. [...] Por la tarde la ciudad parecía un cementerio por la quietud de las calles” ("La huelga del Rosario: agravación del conflicto", 1907). Los huelguistas repudiaban la “actitud brutal” del jefe de policía, quien pretendía “someter a una disciplina militar el movimiento obrero”("Santa Fe: la huelga general de rodados", 1907).
Por la noche, los obreros en huelga celebraron una asamblea general. La concurrencia fue enorme. Se resolvió continuar con la medida de fuerza hasta que se derogue totalmente el reglamento de tráfico y se contemplen las demás reivindicaciones. El delegado de la FOLR “ofreció, en nombre de la entidad que representaba, decretar la huelga general si la asamblea la creía necesaria. La asamblea votó que aceptaría el ofrecimiento de la huelga general de gremios si pasado los dos días de plazo que se acuerdan a las autoridades para resolver, estas no han contestado favorablemente”("La asamblea de los huelguistas: importantes resoluciones tomadas", 1907). La resolución de la asamblea profundizaba el conflicto, abría el camino a la huelga general en la ciudad de Rosario.
Ante la envergadura que asumía la huelga, el Presidente de la Nación se reunió con los Ministros de Guerra y Marina y resolvió enviar 200 soldados con sus respectivos oficiales de la división de Campo de Mayo, el Ministro de Obras Públicas pondría a disposición un tren expreso para trasladar a las tropas. El gobernador de Santa Fe, que en esos momentos se encontraba en la Capital Federal, decidió regresar a su provincia en un vapor que le facilito el Ministro Miguel Tedín.

La huelga general en la ciudad de Rosario
El día 19 la huelga se mantuvo con la misma intensidad que las jornadas anteriores. La novedad más importante fue la declaración de huelga general que realizó la FOLR para el día lunes 21. En un manifiesto que hizo circular a última hora, afirmaba que había “llegado el momento de que todos los trabajadores abandonen el trabajo, dejando desiertos los campos, las fábricas y talleres” ("La huelga del Rosario", 1907). En el transcurso de la tarde arribó el regimiento 4º de caballería, engrosando el dispositivo represivo. El gobierno nacional, temeroso de la situación, decidió enviar más efectivos, ordenó que el 6º escuadrón de la misma arma, ubicado en Fortín Tostado se traslade también a la ciudad de Rosario. En este delicado contexto, el Jefe Político de la ciudad de Rosario, Néstor Fernández, presentó su renuncia al gobernador de la provincia, Pedro Echagüe ("Santa Fe: la renuncia del jefe político", 1907). La crisis en la superestructura política, debilitó la capacidad de respuesta del Estado local y postergó la resolución del conflicto.
El día 20 los huelguistas consiguieron la adhesión de un gremio clave: los estibadores. Reunidos en su local gremial, acordaron adherirse a la huelga general declarada por la FOLR para el día siguiente. La misma resolución adoptó la asamblea de los tipógrafos. De esta forma, el conflicto continuaba extendiéndose. Por su parte, las fuerzas de seguridad incrementaban su accionar represivo. Por ese motivo, el comité de huelga “cambia cada día de local para sus reuniones, a fin de despistar a la policía, que le sigue los pasos”("La huelga del Rosario: adhesión de los estibadores y tipógrafos", 1907). Por la noche, partieron hacia la Capital Federal varios diputados nacionales por Santa Fe, con el propósito de entrevistarse con el presidente de la república para convencerlo de la necesidad de declarar el estado de sitio.
El 21, día que comenzaba la huelga general en Rosario, las “calles estaban desiertas”, la ciudad tenía una aspecto “desolador”. La circulación de carruajes y carros fue nula. Los gremios que se adhirieron a la huelga general fueron los siguientes: albañiles, mecánicos, fundidores, peluqueros, constructores de carruajes, barranqueros, pintores, vidrieros, empajadores de damajuanas, estibadores, carpinteros, constructores de carros, tranvías, peones de camino, tabaqueros, fideeros, cortadores de carne, matanceros, faroleros, lecheros, pasteros, panaderos, marineros y foguistas, sindicatos de mozos, torneros, yeseros, marmoleros, repartidores de pan, licoreros y peones municipales de limpieza, mercado y matadero ("Gremios adheridos a la huelga", 1907). El corresponsal de La Nación advertía que el “movimiento huelguista se ha hecho sentir hoy con más fuerza que en los días anteriores [...]  todos los negocios han estado paralizados y la mayor parte de los talleres y establecimientos industriales sin movimiento”. Por esa razón afirmaba: “La situación en vez de arreglarse se complica” ("La huelga del Rosario, propaganda por el paro general", 1907). Los diarios de la tarde no salieron por la huelga de los tipógrafos.
Las fuerzas represivas ocuparon las arterias principales de la ciudad. “En las esquinas había vigilantes armados con rémington o máuser. En distintas direcciones circulaban patrullas de caballería y del escuadrón de seguridad” ("La huelga en el Rosario", 1907a). El número de obreros detenidos ascendía a más de cien ("Obreros detenidos", 1907). Los agitadores y organizadores eran los más buscados por la policía, la prensa anarquista indicaba que “varios compañeros de los más activos han sido detenidos” ("Huelga general en el Rosario: paralización completa", 1907). El gobierno de la ciudad recurrió a los presos del departamento de policía para recolectar la basura, custodiados por agentes armados. Arribaron 50 hombres del regimiento 6º de caballería, procedentes de Fortín Tostado, que se sumaron a las fuerzas provenientes de Campo de Mayo. Además, “se ha reconcentrado en la ciudad el personal de policía de los pueblos vecinos” ("La policía y el ejército", 1907). El Estado decide reagrupar sus fuerzas represivas, alistándolas para enfrentar la profundización del conflicto. El diputado nacional Santiago Pinasco (intendente de Rosario entre 1904 y 1906), llegado de la provincia de Santa Fe, se reunió con el presidente de la nación y los ministros del interior y guerra, para informarles de la situación en la provincia.

Hacia la huelga general nacional
Las fuerzas obreras también se aprestaron para afrontar la agudización de la contienda. La FORA aprontaba los preparativos para convocar una huelga general nacional, en solidaridad con los obreros rosarinos. La Federación Obrera Local Bonaerense invitó “a que todas las sociedades adheridas celebren asambleas lo más rápido posible a fin de solidarizarse con los compañeros del Rosario, en caso necesario” ("Federación Local Bonaerense", 1907). La FORA envió la siguiente nota a la UGT impeliéndola a definirse ante una posible huelga general:

“Habiendo recibido una nota de la Federación L. Rosarina, por la que nos comunica que se ha declarado la huelga general en aquella localidad, dado el caso de que fuera necesario, este Consejo federal se hace un deber preguntar a esa institución: ¿Qué actitud asumirá en caso de que esta Federación declare la huelga general? Esperando contestéis a la brevedad posible, os saluda fraternalmente. El Secretario” ( "Capital Federal: resoluciones de las entidades obreras", 1907).

Esta comunicación fue leída en la reunión de la Junta Ejecutiva de la UGT efectuada el día lunes 21 de enero de 1907. Lucas Tortorelli propuso “que se convoque inmediatamente al C. Nacional a una reunión extraordinaria para tratar el asunto” (UGT, 1907a, p. 43), la moción fue aceptada por unanimidad. La JE de la UGT resolvió enviar la siguiente nota a la FORA:

“En contestación a vuestra nota fecha 20 del corriente, os manifestamos que esta Junta ejecutiva está dispuesta a prestar toda la solidaridad debida, de acuerdo con las resoluciones del último congreso de esta institución, previendo estos casos. Para mayor amplitud de este apoyo hemos resuelto llamar urgentemente al Consejo Nacional para darle cuenta de vuestro pedido. Os saluda cordialmente por la Junta ejecutiva- El secretario general” («Capital Federal: resoluciones de las entidades obreras», 1907).

También se acordó enviar a la Federación Obrera Local rosarina una nota donde se expresaba la más amplia solidaridad con su lucha y “poniendo esta institución a su disposición como las solmenes circunstancias del momento presente lo exigen imponiéndonos el sagrado deber de prestar nuestro apoyo solidario” (UGT, 1907a, p. 43). Estas resoluciones llevan la impronta del sindicalismo revolucionario. En la sesión donde se aprobaron estuvieron presentes Piot, Montesano, Tortorelli, Cuomo, Ojeda y Loperena, todos militantes sindicalistas. Resulta claro que la JE resolvió adherirse a la inminente huelga general que muy probablemente declararía la FORA. La convocatoria al Consejo Nacional tenía como objetivo explícito dar “mayor amplitud” a este apoyo. La JE restringía el margen acción del CN, fue citado exclusivamente para instrumentar los mecanismos más adecuados para solidarizarse con la FOLR. Se daba por descontado el apoyo irrestricto a la huelga general.
El día siguiente, la JE de la UGT realiza una nueva sesión, en este caso con carácter extraordinario. En la misma, se produce un intercambio de opiniones entre los propios militantes sindicalistas. Cuomo y Montesano se expresaron “en el sentido de indicar en la reunión del CN a los delegados a que convoquen a los gremios a asambleas” (UGT, 1907a, p. 44). Piot sale al cruce de estos comentarios, oponiéndose terminantemente “por ser absolutamente imposible por no haber tiempo pues mientras se hicieran todos esos trámites y los gremios resolvieran por asambleas hubiera pasado la oportunidad de prestar solidaridad pues llegaría tarde” (UGT, 1907a, p. 45). Según su opinión, las perentorias necesidades de la lucha volvían improcedentes los mecanismos asamblearios de decisión. La urgencia del caso confería a los delegados obreros el derecho de resolver en nombre de sus representados, sin consulta previa. Los sindicalistas terminarán alineándose con las posiciones de Piot.
En la misma reunión de la JE, Tortorelli informó que había llegado un telegrama desde Rosario pidiendo solidaridad. Efectivamente, el 22 por la tarde se reunió la FOLR y resolvió solicitar la adhesión de todas las organizaciones obreras del país1. El Comité Federal de la FORA, que en esos momentos estaba reunido, solicitó -a través de un enviado especial- que una representación de la JE se haga presente en la reunión del Consejo Federal. El órgano directivo de la UGT decidió enviar una comisión conformada por los compañeros Loperena, Piot y Tortorelli. Por lo tanto, en los hechos, el día martes 22 por la noche, sesionaron de manera conjunta la JE de la UGT y el CF de la FORA. La reunión es por demás relevante. Desde la ruptura en 1902, nunca antes se había registrado semejante grado de acercamiento entre ambas centrales obreras. La novedad no podemos dejar de relacionarla con la nueva tónica que le imprimió a la UGT la flamante conducción sindicalista. La posición más combativa de los sindicalistas y su propensión a la unidad, abonaron el camino para esta confluencia.
A diferencia de los sindicalistas, que adhirieron enérgicamente a la medida de fuerza, los militantes socialistas tomaron distancia de la huelga. El Centro Socialista de la ciudad de Rosario, “reunido en asamblea extraordinaria acordó abstenerse de intervenir como entidad política, en la huelga general, [...] declarando, no obstante, que «los socialistas pertenecientes a los gremios que hubiesen adherido al paro, tenían el deber de plegarse a la huelga»” ("Manifiesto de la Agrupación Socialista", 1907). Las diferentes estrategias políticas se ponían en juego ante semejante conflicto social. Los sindicalistas marchaban unidos con los anarquistas y ultimaban los detalles para declarar la huelga general nacional, mientras que los socialistas resolvían “abstenerse de intervenir”.
El día 22 el presidente de la república se volvió a reunir con los ministros de guerra, marina e interior. En vistas del agravamiento del conflicto, el Poder Ejecutivo decidió “trasladar al Rosario el regimiento de caballería que está en el Diamante y enviar al mismo puerto el acorazado Independencia con 200 hombres de tripulación, que partió anoche de la rada”. De esa forma, los refuerzos a la policía local ascendían a “cinco escuadrones de caballería de cien hombres y unas 150 personas de marina” ("La huelga del Rosario: paro general", 1907). Aunque el gobierno no declaraba el estado de sitio, continuaba concentrando fuerzas militares en la ciudad de Rosario, con el objetivo de amedrentar a los huelguistas.
La situación se deterioraba aceleradamente. El día 23 se realizó la trascendental reunión del Comité Nacional de la UGT2. Recordemos que la noche previa estuvieron reunidos los organismos directivos de ambas centrales obreras. Tengamos en cuenta que mientras sesionaba el CN de la UGT también se encontraba deliberando el comité de la Federación Obrera Local Bonaerense (FOLB). Ernesto Piot3, Secretario General, manifestó los motivos de la convocatoria. Explicó detalladamente los trabajos realizados por la Junta Ejecutiva. Informó que una delegación de la JE se reunió con el Consejo Federal de la FORA, a pedido de esta última. Luego de un exhaustivo análisis del conflicto, los representantes de sendas centrales obreras, concluyeron que “las circunstancias imponían la necesidad de ganar tiempo”, porque era necesario “influir poderosamente en el ánimo de compañeros timoratos”. Además, “generalizando el movimiento” se impediría “la continuación de [la] concentración militar en el Rosario”. Por esos motivos, “convinieron el CF y la JE en tener un manifiesto preparado”, el que “fue redactado mientras se deliberaba”, previendo que los órganos directivos de ambas entidades (FORA y UGT) pudiesen aprobar la huelga general. En ese caso, “los delegados presentes [se podían] llevar los manifiestos para repartirlo el jueves a primera hora”, de esa forma, la huelga general podría declararse para el viernes 25. Resumiendo, el 22 se llevó a cabo la reunión conjunta (JE y CF). El 23 se reunió el CN de la UGT y el comité de la FOLB. Si se aprobaba la huelga general los delegados de ambas centrales ya disponían de los manifiestos para repartirlos en sus respectivas sociedades el día 24, finalmente, el 25 se iniciaría la huelga general. Ese era el acuerdo al que habían arribado las conducciones de la UGT y la FORA. En términos políticos representaba un pacto de unidad de acción entre sindicalistas y anarquistas. Por lo tanto, la reunión del Consejo Nacional de la UGT se encontraba severamente condicionada, por el acuerdo alcanzado entre la Junta Ejecutiva y el Consejo Federal. El manifiesto para circular entre los trabajadores estaba impreso “antes de que se celebrara la reunión y se votara la huelga general” ("La huelga general: resolución de la F.O.A. y la U. de T", 1907).
Una vez terminado el informe de Piot, se inició el debate. Varios delegados pidieron la palabra y expresaron sus críticas a la forma de conducirse de la Junta Ejecutiva. Díaz, el delegado de los ebanistas, sostuvo que la JE se precipitó en las decisiones y que se había extralimitado en sus atribuciones. Pessina (fosforeros) se expresó en el mismo sentido, “que la misma [la JE] ha decretado de hecho la huelga [...] que es un abuso”. Cuadrio, representante de los Fraguadores, preguntó “con qué autorización se va a votar la huelga, cuando los delegados no tienen mandato en ningún sentido y las sociedades respectivas ignoran  por completo el asunto” ("Las huelgas: declaración de la huelga general en Buenos Aires", 1907). Piot pidió que el CN apruebe los actos de la JE, que el caso era urgente y no había tiempo que perder. Boffi (bronceros) sostuvo que “que la verdadera forma de ayudar a los compañeros del Rosario sería no ir al movimiento” y que se convoque a asamblea de gremios para el lunes 28. Tortorelli intervino defendiendo el accionar de la JE, dijo que las decisiones que se tomaron se encontraban en consonancia con las resoluciones del último congreso. Afirmó “que lo hecho por la Junta solo ha sido adelantar trabajos” y agregó que “moralmente estamos obligados a apoyar el movimiento que la Federación con todas probabilidades esta noche declarará la huelga”. Dijo que estaba de acuerdo en convocar a una asamblea local, pero “no para resolver la huelga sino para acentuar la resolución que se tome esta noche, si se vota la huelga”. Para Tortorelli, sindicalista y miembro de la JE, la asamblea –en esas circunstancias- no era una instancia decisoria válida, por el contrario, le asignaba un carácter meramente instrumental, constituía un mecanismo de apoyo a la huelga general. Según este criterio, la JE decide, las asambleas apoyan. El delegado Pazzoni (alpargateros) manifestó “que teniendo en cuenta los hechos y las circunstancias hace moción para que el CN vote la huelga para el día viernes 25 de enero”. Boffi insistió con su posición, afirmando que la JE se había tomado atribuciones que no le correspondían y presenta una moción para que se convoque a una asamblea local para decidir respecto a la huelga general. Finalmente, se votaron las siguientes dos mociones: 1) Que la UGT apoye la huelga general por tiempo indeterminado en unión con la FORA para el día viernes 25 de enero de 1907, 2) Que se convoque a una asamblea local para que se resuelva la huelga (UGT, 1907b, p. 98).
La primera moción resultó vencedora con 9 votos, la segunda proposición reunió 4 votos, hubo 2 abstenciones y 3 sociedades votaron directamente contra la huelga general. Por lo tanto, la moción favorable a la huelga general sumó 9 votos, sobre un total de 18. De esta forma, los sindicalistas consiguieron que el Comité Nacional refrende el acuerdo que la JE de la UGT había alcanzado con la FORA. La declaración conjunta (FORA-UGT) en favor de la huelga general profundizaba aún más la conflagración social. El conflicto que se inició con la huelga de un gremio y circunscripto a una sola ciudad, una semana después se había extendido hasta transformase en un paro general nacional. Por esos motivos, el Comité Ejecutivo del Partido Socialista decidió enviar a Mario Bravo como delegado a la ciudad de Rosario («Capital Federal: Partido Socialista Argentino», 1907, «Delegado socialista», 1907)4.
Mientras tanto, en la ciudad de Rosario, el día 23 la huelga continuaba con la misma intensidad. El puerto y los embarcaderos estuvieron completamente paralizados. Los tipógrafos continuaron la huelga, razón por la cual no salió ningún diario por la tarde. Peones que trabajaban en las obras de construcción del puerto se plegaron a la huelga. Los ferroviarios decidieron adherirse a la huelga, pidiendo un 10% de aumento en sus remuneraciones. “Más de mil obreros del ferrocarril Central Argentino abandonaron el trabajo” ("La huelga en el Rosario: más fuerzas militares", 1907). El corresponsal de La Nación se mostró indignado por las potestades asumidas por el comité de huelga:

“[...] el público y las empresas se ven obligadas a reconocer la autoridad del comité de aquella [se refiere al comité de huelga]. Tan es así, que los que tienen que conducir los restos de algún deudo al cementerio, para no ser atajados en el camino solicitan autorización previa al comité de huelga o a la Federación obrera. Para que los tranvías de tracción de sangre que van a Alberdi circulen sin novedad fue necesario también el consentimiento de los huelguistas. Algunos particulares para poder transitar con sus vehículos pidieron venia a los huelguistas, siendo unos atendidos y recibiendo otros un «no ha lugar». De hecho están los huelguistas en poder público” ("En el Rosario: estado de la huelga", 1907).

Aunque resulta exagerada esta última afirmación, la situación que describe muestra a las claras que el comité de huelga tenía poder de veto respecto a la circulación de vehículos en la ciudad de Rosario. Para responder al desafío que representaba el movimiento obrero rosarino, el gobierno continuó concentrando tropas en la ciudad. El 23 por la noche arribó el acorazado Independencia con una dotación de 200 hombres. Se encontraban en ese momento “alrededor de 500 hombres de línea, 250 del 4º de caballería y el resto de las tropas de desembarco del acorzado «Independencia»” ("Noticias oficiales", 1907). Cada día que transcurría se incrementaba el número de huelguistas presos. Para esa fecha, se calcula que ascendía a 200 la cantidad de obreros privados de su libertad5. Por ese motivo y “en vista del empeño visible de la policía de detener a la comisión de huelga, ésta sesiona secretamente en locales diversos. Se ha constituido una subcomisión de huelga para el caso de que la comisión fuera detenida” ("La policía y el ejército: actos de salvajismo", 1907). Cada bando redoblaba la apuesta y organizaba a sus efectivos.
El día 24 se hizo público el manifiesto conjunto de la FORA y la UGT convocando a la huelga general para el día siguiente. La Protesta y La Vanguardia publicaron en primera plana el comunicado de ambas centrales obreras ("A los trabajadores", 1907a, "Las huelgas: declaración de la huelga general", 1907). Los diarios nacionales también se hacían eco de la noticia. “La Federación Obrera y la Unión General de Trabajadores declararon anoche la huelga general en todo el país por tiempo indeterminado y a partir de mañana, viernes” ("La huelga general: resolución de la F.O.A. y la U. de T.", 1907). Por la mañana fueron “distribuidos en numerosos establecimientos fabriles e industriales los manifiestos subscriptos por la FORA y la UGT, invitando al proletariado organizado a plegarse a la huelga general decretada por estas dos entidades [...] A la hora de entrada a los talleres, cada obrero leía esta circular [...] haciendo con sus compañeros de labor el consiguiente comentario” ("Huelga general: diversas informaciones", 1907). De esta forma, la preparación de la huelga general se ajustaba a la planificación convenida entre anarquistas y sindicalistas.
En esta jornada, previa al inicio de la huelga general, se sucedieron numerosas reuniones de distintos gremios para debatir la convocatoria al paro nacional. La Sociedad de Ebanistas, la Federación en Madera y la Sociedad de Carpinteros y anexos se congregaron en el salón Stella D'Italia, Callao 349. El local se encontraba colmado de trabajadores, resolvieron por unanimidad plegarse a la huelga general. Los obreros del puerto realizaron su asamblea en el Teatro Iris, ubicado en el barrio de La Boca, asistieron aproximadamente 800 obreros, se aprobó el apoyo a la huelga general por tiempo indeterminado. Los sombreros se dieron cita en local de la calle Solís 1769, asistieron unos 200 trabajadores, resolvieron adherirse a la huelga general. En el mismo local se reunieron los fundidores, resolviendo idéntica medida. Los conductores de carros se reunieron en Montes de Oca 972. Los sastres hicieron lo propio en Paraná 140. La Sociedad Pintores Unidos realizó su asamblea en el local de Méjico 2070. Los constructores de carruajes deliberaron en Estados Unidos 1700. Los lustradores de calzado se convocaron en Perú 1138. Cerca de 2000 obreros estuvieron presentes en la asamblea de los empleados de tranvías. Los cortadores de calzado, los zapateros y los constructores de carros, en distintos horarios, acordaron reunirse en Solís 924. En este local funcionaba la sede de la Agrupación Sindicalista. La policía clausuró el local y estableció vigilancia en la puerta. Los trabajadores que intentaron ingresar fueron detenidos. Estas fueron algunas de las asambleas obreras que se realizaron en las vísperas del paro general.
Por su parte, las fuerzas estatales continuaron afinando sus mecanismos represivos. El gobernador de Santa Fe pidió al presidente de la república el envío de otro regimiento de caballería. En respuesta, Figueroa Alcorta se reunió en su domicilio con el ministro del interior y decidió movilizar al regimiento 2º de caballería con asiento en Córdoba ("En el Rosario, exigencias de los huelguistas, las gestiones de arreglo, augurios desfavorables, el paro general", 1907). El destacamento, compuesto de 102 hombres, al mando del mayor Torres, partió para la ciudad de Rosario, en cumplimiento de las órdenes del ministerio de guerra. Asimismo, el ministro de marina ordenó al monitor Los Andes, anclado en Río Santiago, con una dotación de 120 hombres, que se aliste para zarpar.
En la ciudad de Rosario, en el teatro Politeama, se realizó una asamblea de todos los gremios en huelga, la participación fue multitudinaria, se estima que asistieron alrededor de 4000 trabajadores ("La huelga en el Rosario", 1907b)6. Luego de vehementes debates, la asamblea decidió nombrar una comisión, compuesta por un delegado de cada gremio, para entrevistarse esa misma noche con las autoridades. Los representantes obreros se presentaron a las 22:15 h en la intendencia municipal. Allí se encontraba el intendente Nicasio Ambrosio Vila y el jefe político Agenor H. Rodríguez. Las negociaciones no prosperaron. Según el corresponsal de La Vanguardia, los delegados “fueron malísimamente recibidos y poco menos que arrojados” porque “se negaron a dar sus nombres, que les fueron exigidos antes de entrar a discutir los arreglos” ("La huelga en el Rosario: sin solución", 1907). Este último intento por arribar a un acuerdo y dejar sin efecto la huelga general no prosperó. Por ese motivo, el comité de huelga ratificó la convocatoria al paro nacional, “envió un telegrama a la Federación Obrera Argentina, comunicándole que las gestiones en favor de un arreglo fracasaron y por consiguiente se imponía el cumplimiento de la orden dada para el paro general [...] en toda la república” ("Actitud intranquilizadora", 1907).

La huelga general
El día 25 comenzó la huelga general en toda la república. El diario La Nación, refractario a la protesta obrera, admitía la extensa adhesión que concitó la medida de fuerza, afirmaba: “no puede decirse que la huelga [...] haya sido un fracaso” ("El movimiento obrero", 1907a). En el puerto de Buenos Aires la paralización fue casi total, “la resolución de la huelga pesó allí hasta el punto de que los diques se hallaran en una quietud de día de fiesta” ("En el puerto", 1907). El barrio de La Boca también tuvo el aspecto de un día feriado. Además, “en todo el Riachuelo no operaba un solo buque” ("En la Boca", 1907). El paro también se hizo sentir con mucha fuerza en el barrio obrero de Barracas. Las fábricas textiles se vieron afectadas, paralizando sus actividades por la falta de personal. También se sumaron los 1200 trabajadores de la Compañía General de Fósforos. El Mercado Central de Frutos estuvo completamente paralizado. La circulación de tranvías quedó varias veces interrumpida. Fue “casi completo el paro de los ebanistas, escultores en madera y anexos” ("Varias", 1907). El diario libertario La Protesta afirmó que el “número de obreros que han abandonado el trabajo en esta Capital, puede calcularse sin exagerar en 130.000” ("Huelga General", 1907). El diario La Prensa reproduce las estimaciones realizadas por la policía, según esta fuerza, el número de huelguistas ascendía a casi 80.000 trabajadores. El Departamento Nacional del Trabajo, informó una cantidad similar, registró 87.800 obreros en huelga ("Boletín del Departamento Nacional del Trabajo", 1907, p. 84). Según los sindicalistas, tomando en cuenta la cifra aportada por la policía “y otros cálculos hechos después de recorrer los barrios de Boca, Barracas, el puerto, las estaciones de tranvías y ferrocarriles, nos inducen a creer que el número real de huelguistas era casi de 150.000” ("La huelga general en la república: comentarios y apreciaciones", 1907). El periódico oficial de la UGT, La Unión Obrera, elaboró un detallado informe sobre de la cantidad de huelguistas, la sumatoria general asciende a 94.420 trabajadores en paro, sobre un total de 150.484 asalariados. Es decir, según los cálculos realizados por el periódico de la UGT, la adhesión al paro superó el 62% del total de trabajadores de la Capital Federal. Aun tomando los datos más conservadores, el apoyo a la medida de fuerza resultó muy amplio. En consecuencia, la respuesta estatal no se hizo esperar.
El gobierno dispuso un gran operativo de seguridad, desplegando una vasta cantidad de efectivos. La movilización de tropas comenzó el día anterior. “En la noche del jueves se hizo una distribución de fuerzas policiales por toda la ciudad”. Las barriadas obreras fueron ocupadas militarmente. “El escuadrón tomó posesión de Boca y Barracas y por todas partes circulaban rondines como si estuviéramos en pleno período de guerra”. Para esa primera jornada de huelga estaban previstas numerosas asambleas obreras. Las fuerzas del orden impidieron que se efectuaran muchas de estas reuniones, clausurando locales gremiales y deteniendo a los principales activistas. “Falcón [...] obrando como legislador, poder ejecutivo y simple botón empezó a clausurar los locales obreros, prohibiendo asambleas y conferencias, lo mismo que si estuviéramos en pleno estado de sitio” ("La Policía", 1907). La policía puso especial empeño en prohibir las asambleas de trabajadores. La orden fue dispuesta por el ministerio del interior, “por haberse comprobado que en asambleas anteriores se promovieron desórdenes al pronunciarse discursos incendiarios” ("Reuniones subversivas", 1907). La medida tenía como objetivo entorpecer la organización de los trabajadores y debilitar la huelga general. Sin embargo, en respuesta a la prohibición policial, varios gremios decidieron realizar sus asambleas en la calle. Uno de estos casos fue el de los sastres, “desalojados del local en que celebraban reunión [...] resolvieron en plena calle adherirse a la huelga”, lo mismo hicieron los cortadores de calzado, “impedidos por la policía de reunirse en el local del gremio [...] deliberaron anoche en la vía pública, resolviendo por aclamación plegarse a la huelga” ("Varias", 1907). Los anarquistas avalaron e impulsaron esta modalidad. “Los locales obreros han sido clausurados por la policía. Hay que llevar las asambleas a las plazas públicas” ("A las plazas públicas", 1907).
Para ese día, el comité de huelga, compuesto por el CF de la FORA y la JE de la UGT ("Huelga general: diversas informaciones", 1907), habían convocado a tres conferencias, una por la mañana, en el local de Méjico 2070 y dos por la tarde, en Ayola 23 y Montes de Oca 972. Los organizadores acordaron que harían uso de la palabra los delegados de ambas instituciones ("Conferencias de hoy", 1907)7. La estrecha colaboración entre los militantes de las dos centrales obreras fue uno de los rasgos distintivos de este conflicto.
En la ciudad de Rosario, los huelguistas celebraron una gran asamblea en el teatro Politeama. El fracaso de las negociaciones con el gobierno y la creciente militarización de la ciudad crisparon aún más los ánimos. Algunos delegados intervinieron con discursos muy radicalizados. El representante de los conductores de carros invitó a los huelguistas “a la revolución” y propuso “que se constituyan «Comités de acción» en cada gremio para impedir por la fuerza el trabajo”. El delegado de los ferrocarrileros de Santa Fe propuso la “acción netamente revolucionaria”. Otro consideró que el proceder de las autoridades colocaba al movimiento “a las puertas de la revolución social” ("La huelga en el Rosario: sin solución", 1907). Luego de agitados debates, los gremios en conflicto ratificaron la continuidad del paro por tiempo indeterminado. Por la tarde, llegaron 100 efectivos provenientes de la capital cordobesa, que engrosaron -aún más- el dispositivo represivo. Lejos de avizorarse una salida, el conflicto parecía deslizarse por una pendiente cada vez más empinada.
En la segunda jornada de paro nacional, el sábado 26, los huelguistas sumaron nuevas adhesiones. “El movimiento obrero asumió [...] mayores proporciones aumentando el número de los que abandonaron el trabajo” ("El movimiento obrero", 1907b). En el puerto la huelga se mantuvo firme, “acentuando sus proporciones [...] Durante todo el día no ha funcionado un solo guinche y los depósitos fiscales permanecieron cerrados”. Las “fábricas y barracas comprendidas en el radio de la Boca no trabajó ninguna” ("Tribunal arbitral", 1907). Los periódicos La Unión, El Nacional y El Progreso de La Boca no pudieron aparecer debido a la huelga de tipógrafos. Varias líneas de tranvías quedaron interrumpidas, otras circulaban con marcados retardos. Los pasajeros viajaban apiñados en el interior de los coches. Los obreros del frigorífico Argentino abandonan sus labores, adhiriéndose a la huelga general. El gremio de panaderos mantuvo su adhesión al paro.
Por la tarde, cientos de huelguistas se congregaron en Plaza de Mayo. Se organizó una tribuna frente a la pirámide de mayo. La policía impidió que se realizara la asamblea. Entonces, buscaron otro lugar de reunión, los trabajadores se dirigieron a la sede del diario La Prensa, pero no se les permitió el ingreso. Frente a las persecuciones policiales, la clausura de locales y la prohibición de realizar asambleas, era necesario mantener en alto el espíritu de lucha, informar a los trabajadores sobre la marcha del conflicto y establecer los pasos a seguir. Por ese motivo, el comité central de huelga, a pesar de la prohibición policial, celebró varias reuniones, “tratando en todas ellas de orientar a los huelguistas” ("Huelga general: segundo día de paro", 1907). La represión policial radicalizó las posiciones de anarquistas y sindicalistas. La FORA y la UGT dieron a conocer un nuevo comunicado conjunto, en un pasaje del documento afirmaban: “La clausura de locales obreros es un nuevo atropello [...] cuyo único resultado debe ser provocar la reacción violenta de las fuerzas proletarias” ("A los trabajadores", 1907b). Los dirigentes de la huelga comprenden y avalan el recurso de la violencia por parte de los trabajadores. Los anarquistas convalidan la utilización de estos métodos, como respuesta a la brutalidad policial, como así también, contra los rompehuelgas. “La violencia contra la violencia policial; la violencia contra los traidores a la causa común, son justas, necesarias, ineludibles” ("Lo necesario", 1907). Lorenzo Mario, destacado dirigente libertario, muestra el estado de ánimo que reinaba entre la militancia ácrata:

“La huelga general es una situación de violencia, una tentativa [...] de llegar a la revolución social. [...] No se trata de obtener una simple mejora económica, sino de destruir completamente la organización societaria actual. [...] El capital y el estado deben ser el blanco de todos los ataques y tentativas de destrucción. [...] Los depósitos de comestibles, los almacenes, las carnicerías deben servir para acallar el hambre proletaria. La expropiación es un arma que debe esgrimirse durante la huelga general, y, cuando el pan y la carne falten, los huelguistas deben apoderarse de los instrumentos de trabajo y producir lo indispensable para llenar las necesidades de la vida. [...] En la huelga general hay que obrar revolucionariamente” («La acción en la huelga», 1907).

Los bandos en pugna extreman sus posiciones. Las fuerzas obreras avalan explícitamente la violencia y la expropiación como medios de lucha válidos en esas circunstancias. Las anarquistas insinúan que la profundización de la huelga podría derivar en la revolución social. Lejos de solucionarse, el conflicto parece ingresar en una espiral ascendente. Los socialistas también intervinieron en el debate sobre la violencia. A diferencia de anarquistas y sindicalistas, consideraban que era perjudicial para el movimiento obrero. Sostenían que la violencia era “puramente destructiva” y “contraproducente”, porque “da a la clase capitalista gobernante un excelente pretexto para despojar al pueblo de esas libertades políticas, derechos de reunión, de asociación, de prensa, etc., que son su principal haber”. Además, echan un manto de sospecha sobre quienes predican la violencia, acusándolos de agentes provocadores al servicio de la policía ("La violencia", 1907). Sin embargo, los socialistas no tenían ninguna injerencia en la dirección del movimiento, que estaba en manos de anarquistas y sindicalistas.
Por la tarde, en Rosario, mientras arribaba a sus costas el buque de guerra “Los Andes” trayendo más tropas de refuerzo, se produjo un giro inesperado en la situación8. El intendente convocó a los miembros del comité de huelga para buscar una solución al conflicto. Asistió una delegación, compuesta por los representantes de los propietarios de coches, cocheros particulares, cocheros de plaza y conductores de carros. La reunión resultó fructífera y se llegó a un principio de acuerdo ("La huelga en el Rosario: esperando un arreglo", 1907). Una vez conocida la noticia, el comité de huelga deliberó en sesión secreta para aunar criterios. Los dirigentes querían presentar una propuesta unificada a la asamblea de trabajadores. La misma se realizó el día siguiente, 27 de enero, en el teatro Politeama, el acuerdo alcanzado entre la FOLR y la Municipalidad fue aprobado por los delegados obreros, dando por finalizado el conflicto. Las bases del arreglo fueron las siguientes:
“1º Abolición completa de la libreta para los conductores de carros.
“2º Tan pronto como en marzo sesione el Consejo Deliberante, el Intendente presentará una minuta pidiendo la enmienda de los otros artículos que fueron la causa del presente movimiento, comprometiéndose el Intendente y la Bolsa de Comercio a que sean derogados dichos artículos.
“3º A los cocheros de plaza libreta gratis sin retratos ni impresiones digitales.
“4º Libertad a todos los presos del Departamento y Cárcel Penitenciaria, por el presente movimiento.
“5º Vuelta al trabajo y a sus puestos de todos los obreros municipales, barredores de calles y carros de limpieza pública.
“6º Reposición de los obreros del matadero municipal” ("Nuestro Boletín", 1907).

Las fuerzas obreras coincidieron en calificar como una victoria el arreglo conseguido con las autoridades rosarinas. El diario anarquistas La Protesta dijo que la huelga general había terminado “con un éxito completo, con una victoria decisiva” ("El triunfo", 1907). El diario socialista La Vanguardia, más medido en sus formas, también se expresó en el mismo sentido, dijo que los obreros volvían al trabajo “con la frente alta, la victoria conseguida y con escaso número de víctimas” ("La semana en Rosario", 1907). El periódico sindicalista revolucionario La Acción Socialista afirmó que el proletariado obtuvo “un triunfo brillante” ("La huelga general en la república: comentarios y apreciaciones", 1907). Los dirigentes obreros de la capital federal, cuando se enteraron de la finalización del conflicto en la ciudad de Rosario, decidieron levantar la medida de fuerza. El comité de huelga general, constituido por la Junta Ejecutiva de la UGT y el Consejo Federal de la FORA, emitió un comunicado donde anunciaba que daba por concluida “la huelga general solidaria” ("Huelga general terminada: resolución del comité de huelga", 1907). Finalizada la medida de fuerza, se iniciaba el tiempo de los balances. Cada corriente del movimiento obrero hizo su propia lectura de lo sucedido.

Los balances del conflicto

Anarquismo
Los anarquistas, a través de la pluma de Gilimón, afirmaron que la reciente huelga general confirmaba sus tesis principales (Gilimón, 1907). El aspecto fundamental de esta huelga era que se había derrotado a “la autoridad”, corroborando que era el principal enemigo. “Porque no se trataba de vencer a un capitalista más o menos poderoso [...] sino que se iba contra la autoridad, contra lo que es más fuerte en la actual sociedad [...] la suma de todo el poder en el régimen presente”. El objetivo que se había perseguido no era “un mezquino y sórdido interés de lucro, sino un deseo de libertad, de que la dignidad humana no sea sometida a [...] reglamentos”. El “deseo de libertad” chocó con “la autoridad”, la enfrentó y la venció. Por esa razón, los hechos han demostrado que la autoridad es el principal enemigo de los anhelos libertarios del proletariado. “De la presente huelga se deduce una consideración más altamente instructiva y sobre la cual, serenamente esperamos reflexionen los trabajadores. Nos referimos al hecho de ser la autoridad a quien ha sido preciso combatir [...] Queda demostrado que el peor adversario, el más tenaz y el más poderoso, es la autoridad”. Gilimón concluye sus razonamientos afirmando: “Es pues contra la autoridad contra la que hay que ir en primer término. Es ella la que hace falta derrocar, pues caída ella, el capitalismo se desmoronará por sí sólo y el problema social quedará resuelto”. Entonces, el núcleo principal del razonamiento de Gilimón apuntaba a reafirmar la principal tesis del pensamiento libertario, que la autoridad es el origen de todos los males sociales. El triunfo sobre la autoridad fue posible gracias a la extensión del movimiento huelguista y a la acción violenta de grupos e individuos. Los anarquistas reivindican la unidad de acción de las fuerzas proletarias, pero critican veladamente los propósitos unitarios del sindicalismo revolucionario. Para confluir en la lucha, no fue necesario recurrir a pactos escritos ni a ensambles organizativos permanentes. La reciente huelga general “ha unido firmemente al proletariado argentino fusionándole más que todos los escritos y pactos congreseriles”. La reivindicación de la acción violenta fue uno de los rasgos distintos de la corriente libertaria en esas circunstancias. Aprobaron y estimularon los actos de sabotaje y la acción directa de los trabajadores contra las fuerzas del orden y los rompehuelgas9.
Lorenzo Mario, otro de los líderes anarquistas de la época, en un extenso editorial, analizó las razones que permitieron la masividad de la huelga en la ciudad de Rosario ("La huelga general: Rosario y Buenos Aires, enseñanzas para el futuro", 1907). Sostenía, que a diferencia de Buenos Aires, en aquella ciudad santafecina, la organización gremial era muy deficiente. Por lo tanto, ese no era el elemento que permitía explicar el alto nivel de acatamiento a la medida de fuerza. La razón se encontraba en la conciencia libertaria de los trabajadores rosarinos, mucho más importante que la fortaleza de sus organizaciones sindicales. En Rosario, afirmaba el dirigente libertario “casi no ha existido organización [...] pero, en cambio, entre la masa obrera hay [...] mayor número de espíritus conocedores de la idea anárquica”. Siguiendo el mismo razonamiento, afirmaba: “el proletariado rosarino, organizado apenas de nombre, está unido [...] por la comunión de ideas, que es el elemento de cohesión más poderoso que puede existir”. Sentenciaba: “En Rosario no hay organización, pero hay conciencia anárquica”. Por lo tanto, según Lorenzo Mario, la contundencia de la huelga en la ciudad de Rosario no estuvo sustentada en la solidez de la organización gremial, sino en la difusión del ideal anárquico en las filas proletarias. Pero agrega un elemento adicional, conexo con el anterior. La forma de conceptuar la huelga general también ha sido decisiva. “Pero este no ha sido el único factor que ha influido para el triunfo del proletariado rosarino. Ha existido otro: la concepción de la lucha”. Específicamente se refiere a la necesidad de comprender la huelga general en un sentido revolucionario, utilizando la violencia para garantizar la efectiva paralización de todas las actividades. “En una palabra: [en Rosario] la huelga se entiende como lucha! [...] La acción violenta era necesaria para el triunfo de la causa de la justicia, y la acción violenta fue llevada a la práctica”. Detalla algunas de las acciones que se llevaron a cabo: “Los cables de los tranvías eléctricos fueron cortados, los coches volcados y los traidores de todos los gremios recibieron la merecida lección que les enseñará a no traicionar a la causa obrera”. En síntesis, Gilimón rescata que la unidad -que posibilitó el triunfo- surgió de manera espontánea en el momento de la lucha, sin necesidad de fusionar las organizaciones obreras. Por otra parte, Lorenzo Mario subraya la importancia primordial del ideal anárquico muy por encima de la organización gremial. Estos balances políticos realizados apenas terminada la huelga general anticipan las desavenencias posteriores. Cuando los sindicalistas planteen la necesidad fusionar las organizaciones gremiales y exijan a los militantes ácratas que -en pos de la unidad- dejen sin efecto la declaración sobre comunismo anárquico, la fractura no tardará en producirse. Sin embargo, las simientes de esa ruptura son visibles en los análisis inmediatamente posteriores a la huelga general de enero de 1907.

Socialismo
El balance que realizaron los socialistas también apuntaba a robustecer los pilares fundamentales de su propuesta política. Hicieron especial hincapié en la necesidad de la participación electoral por parte de los trabajadores10. Recordaron que el conflicto se inició por una ordenanza del Concejo Deliberante de la ciudad de Rosario. Según sus cálculos, los miembros de ese organismo habían obtenido “un número de votos que no alcanza ni a la mitad del número de los obreros rosarinos que estuvieron en la huelga”. Por lo tanto, según sus razonamientos, el motivo que originó la huelga “podía haberse evitado con la participación del pueblo obrero en la lucha comunal” ("Una observación sobre la pasada huelga general", 1907). El argumento era sencillo, el problema no se hubiese suscitado si las energías que destinaron los trabajadores a la lucha gremial la hubiesen utilizado en la contienda electoral. La desidia obrera hacia la participación política ocasionó sacrificios innecesarios al proletariado rosarino y al de toda la república. En una conferencia pública, Enrique Dickman afirmó que “culpa de los obreros es no haberse dado un concejo comunal que respondiese a sus necesidades y deseos, cosa que fácilmente lo hubieran obtenido votando los miles de huelguistas por candidatos propios y no por candidatos burgueses”. Según el mismo dirigente socialista, “los gremios mismos del Rosario podían obtener los que reclamaban [...] por medio de la acción electoral”. La disputa en las urnas era pacífica y beneficiosa para el proletariado. Por el contrario, el camino de la lucha gremial ocasionaba serios inconvenientes, en las huelgas “la clase obrera deja jirones de sus libertades”, como había sucedido en el reciente conflicto, con “la clausura de locales obreros y la limitación absurda del derecho de reunión”. Por estas razones, Dickman afirmó que “conceptuaba que la huelga en Buenos Aires por solidaridad con el Rosario era absurda” ("La conferencia del domingo: los socialistas y el movimiento obrero", 1907).
Cuando la huelga todavía estaba en curso, desde las páginas de La Vanguardia se atacó a la conducción de la UGT. En una nota editorial, la prensa socialista criticó “la infiltración en el movimiento sindical de las malas mañas de la política criolla”. Se refería a los métodos utilizados por la Junta Ejecutiva para aprobar la huelga general. Los socialistas reabrían un debate que nunca había cicatrizado. Recordemos que el día anterior a la reunión del Consejo Nacional de la UGT, la conducción de ambas centrales obreras habían deliberado de manera conjunta y acordaron en la necesidad inmediata de convocar a la huelga general. Sobre la marcha redactaron un manifiesto e imprimieron más de cinco mil copias, explicando las razones de la medida de fuerza. El diario socialista reprochaba esos manejos:

“Imprimir y distribuir un manifiesto como resultado de una deliberación, antes de hacerse ésta, es mostrar que toda esa deliberación, para quienes ordenan la impresión del manifiesto, no es sino una farsa. [...] Tolerar tales prácticas sería reconocer el caudillaje dentro del movimiento obrero” ("La dirección del movimiento obrero", 1907).

Las “malas mañas” de la “política criolla” en el movimiento obrero también incluía la decisión de algunos gremios de adherir a la huelga general sin consultar a sus afiliados. Condenaron que se haya pretendido “comprometer a un gremio en la huelga general cuando no se tiene derecho de resolver ni una huelga parcial”. Para colmo de males, los socialistas denunciaron que la decisión fue anunciada como si hubiese sido tomada por unanimidad, cuando no sucedió así. En definitiva, la prensa oficial del PS censuraba públicamente los mecanismos utilizados -por la conducción sindicalista de la UGT- para aprobar la huelga general, acusándolos de violentar el régimen democrático de la central obrera. La respuesta no se hizo esperar. El mismo día 26 el Comité de Huelga General envió una nota a la redacción de La Vanguardia, efectuando su descargo. Aunque la imputación estaba dirigida especialmente a la Junta Ejecutiva de la UGT, el Consejo Federal de la FORA también asume la defensa de la conducción gremial sindicalista. En la declaración conjunta, la dirección de ambas centrales obreras, dicen que les causó sorpresa la “aseveración completamente errónea” formulada por La Vanguardia “referente a la resolución declarando la huelga general”. Dicen que los hechos fueron tergiversados y que “las cosas pasaron así:”

“de acuerdo la Junta Ejecutiva de la Unión General de Trabajadores y el Consejo Federal de la Federación Obrera Regional Argentina, creyeron conveniente –para adelantar los trabajos en interés del mismo movimiento, en caso que fuera declarado- hacer imprimir un manifiesto firmado por las dos instituciones declarando la huelga general. Entiéndase bien, que como el Consejo Federal y la Junta Ejecutiva, comprendían perfectamente que ellos no eran los llamados a resolver una cuestión de tanta importancia, dejaron bien sentado lo siguiente: Que el manifiesto no debía ser distribuido hasta tanto el Consejo Nacional de la U. G. de T. y el Comité de la Federación Local Bonaerense hubieran resuelto afirmativamente la huelga general, quedando de los contrario sin efecto dicho manifiesto. De todo lo cual queda constancia en las actas de sesiones de los dos Comités reunidos” ("Una aclaración", 1907).

Los dirigentes de la UGT alegaron que imprimieron los manifiestos con el objetivo exclusivo de ganar tiempo. Aseguraron que recién lo dieron a conocer con posterioridad a la reunión del CN de la UGT, donde se aprobó la adhesión a la huelga general11. En caso contrario, aseveraron, jamás se hubiese hecho pública esa declaración impresa. “En resumen, si los autorizados para tomar tal medida hubiesen resuelto lo contrario de lo que resolvieron, el manifiesto del cual habían impreso de cinco a seis mil ejemplares, no habría sido distribuido y en consecuencia no se habría perdido más que una docena a de pesos miserables, y los manifiestos se hubieran quemado”. En el fondo del debate, afirmaba la conducción sindicalista de la UGT, se encontraba la oposición de los socialistas a la huelga general, encubrían con falsos argumentos formales su desprecio por esa metodología de lucha. Sostenían que los socialistas recurrían a “nimiedades para combatir ese medio de lucha y desprestigiar a sus sostenedores” y que las formas de conducta objetadas por La Vanguardiaeran “indignas de ningún obrero que figure en la dirección del movimiento obrero” ("Informe del Comité Mixto de la FORA y de la U. G. de T. sobre la huelga general", 1907). Los anarquistas respaldaron críticamente los procederes de la dirección sindicalista de la UGT. Argumentaron que por “encima de los formas en los momentos críticos, están los intereses obreros amenazados constantemente”. Sostuvieron que la JE de la UGT obró de tal manera “por creer sinceramente que por encima de unos estatutos estaba la dignidad y moral obrera, la solidaridad pedida urgentemente por su hermana la FORA y cuyo pedido apremiante la acción revolucionaria no podía discutir” (“Los sectarios”, 1907). Resulta llamativo el grado de unidad alcanzado entre sindicalistas y anarquistas en el trascurso de este conflicto. Quizás parte de la explicación se encuentre en la disputa que hasta esos momentos habían mantenido los militantes libertarios con los socialistas. El aval incondicional de la UGT a la huelga general promovida por la FORA representaba -desde el punto de vista de los anarquistas- un claro triunfo de los ideales ácratas sobre su principal contrincante en el movimiento obrero. La UGT, cuyo proyecto fundacional consistió en agrupar a la militancia obrera opuesta a las formas de lucha promovidas por los anarquistas, en esos momentos se alineaba abiertamente con esa metodología de combate. Los militantes ácratas celebraron ese cambio de actitud, los “momentos justifican la razón de la propaganda hecha siempre por los anarquistas, la cual fue aceptada desde un principio por la FORA y hoy es apoyada por la U. G. de T. que ha sabido hacer caso omiso de los políticos” ("Huelga General", 1907). Los anarquistas creyeron encontrar en los sindicalistas un socio en su lucha contra los rivales de siempre, los socialistas. Sin embargo, el acercamiento no perdurará demasiado tiempo. Los aliados circunstanciales expondrán pronto sus intenciones de ocupar un espacio propio en el movimiento obrero, sin someterse a directivas externas. Entonces, las posibilidades de alcanzar un entendimiento de carácter permanente terminarán naufragando y se iniciará una lucha sin cuartel entre anarquistas y sindicalistas por la dirección de la clase trabajadora organizada.

Sindicalismo revolucionario
Por su parte, los sindicalistas realizaron un balance muy favorable de la reciente huelga general. Consideraron que se trataba de “la más grande realizada en el país”. El triunfo se obtuvo sobre “la representación política de la burguesía”, institución a la cual se le reserva la facultad de legislar. Sin embargo, tuvo que torcer sus decisiones “cediendo a las fuerzas extralegales que la obligaron a ello”, por la lucha del proletariado en las calles. Por esa razón sentenciaban: “el sagrado principio de la legalidad [...] ha sido quebrado”. Los mecanismos estatales de coacción, que sostienen el andamiaje de la legalidad burguesa, fueron derrotados. En refutación de las tesis socialistas, sostuvieron que los recursos legales resultaron infructuosos para obtener el triunfo. Por ese motivo, resaltaron que “lo que se logró con la huelga no pudo lograrse recurriendo a los resortes legales”. De esta forma, opinaban, la orientación electoral y parlamentaria del PS quedaba refutada. En lugar de los mecanismos legales, realzaban la capacidad transformadora del proletariado, su accionar enérgico poesía la virtud de “sembrar el espanto y la confusión en las filas adversarias”. En este caso, la huelga general “puso en jaque a las autoridades comunales” y produjo “un trastorno completo en el gobierno de la ciudad”, pero el cataclismo también alcanzó al gobierno provincial y nacional. Semejante demostración de fuerzas del proletariado sembró el terror en la clase dominante, que solo atinó a responder con la movilización de tropas y la represión a los huelguistas. Frente a la confusión del enemigo, descolló “la conducta enérgica y serena del proletariado rosarino”. El intendente, reacio a dialogar con los huelguistas, fue obligado a negociar “ante el empuje irresistible del proletariado en acción”. Las autoridades rosarinas hicieron “lo único que la prudencia le aconsejaba: ceder”. Además, la huelga puso en evidencia que las instituciones burguesas son inservibles y perjudiciales para la sociedad. Los supuestos “representantes del pueblo [...] no son más que usurpadores de la voluntad popular”, no son otra cosa que “representantes de la burguesía en una institución burguesa”. Estas afirmaciones apuntaban a refutar la propuesta de los socialistas respecto a participar en las instituciones del sistema. El carácter de clase de las mismas impedía que actúen en favor del pueblo trabajador. Por esos motivos, el terreno pertinente para la lucha era la acción directa del proletariado contra la burguesía y no la participación electoral y parlamentaria. La victoria de los obreros rosarinos, para que sea verdaderamente fructífera, debía redundar en el fortalecimiento de las organizaciones obreras. Aquí se diferenciaban de los anarquistas. Mientras los militantes libertarios ponían en primer lugar la difusión del ideal ácrata, los sindicalistas ubicaban a la organización como el principal objetivo a fortalecer. Además, el momento era propicio para esa tarea. El desprestigio de las instituciones burguesas, a causa del triunfo proletario, favorecía la construcción de las organizaciones obreras. La necesidad de superar la fragmentación de las organizaciones gremiales era otra de las enseñanzas de la huelga. Las deficiencias que se pudieron presentar en el transcurso de la lucha eran imputables a la falta de coordinación entre las fuerzas obreras. La unidad organizativa del proletariado era necesaria “a fin de que se vaya a la lucha con más decisión y unanimidad” ("La huelga general en la república: comentarios y apreciaciones", 1907). De esta forma, se reafirmaba la necesidad de fusionar las organizaciones obreras, apuntando al próximo congreso de unidad, a realizarse dos meses después.
La conmoción que causó la huelga general tardó en aplacarse. Los debates entre las distintas fuerzas políticas continuaron. Las posiciones del Partido Socialista fueron severamente criticadas por anarquistas y sindicalistas. Para defenderse de los ataques recibidos, los militantes socialistas de la 4º circunscripción organizaron una conferencia en el salón-teatro de la sociedad José Verdi, el domingo 3 de febrero de 1907. Enrique Dickmann y Antonio Zaccagnini disertaron sobre el tema Los socialistas y el movimiento obrero («Asociaciones y gremios: conferencia socialista», 1907). Una vez finalizadas las exposiciones se inició el debate. Intervino Ernesto Piot, sindicalista y secretario general de la UGT. También participó Marconi, militante libertario de la FORA. Los representantes de las tres corrientes políticas discutieron sobre la reciente huelga general ("La conferencia del domingo: los socialistas y el movimiento obrero", 1907). Los sindicalistas le dedicaron un extenso artículo editorial a esta controversia ("La crítica reformista a la huelga general", 1907). Consideraron que Dickmann relegaba “el empleo de la huelga general para las calendas griegas”. Sus críticas a la forma de conducirse de la JE de la UGT encubrían su rechazo absoluto a la huelga general, como metodología de combate del proletariado. Los sindicalistas trataron de encontrar las razones que explicaba la condena de los socialistas a la huelga general como forma de lucha. La defensa de la forma partido constituía el principal inconveniente. Los sindicalistas revolucionarios entendían que las huelgas generales eran “luchas hechas por el proletariado y dirigidas por su organización”. En esas grandes confrontaciones sociales, la clase obrera reivindica “la dirección de la lucha de clases para los sindicatos”. Por lo tanto, por su naturaleza, las huelgas generales “excluyen toda intervención del partido”. El PS se opone porque anhela dirigir al proletariado. Pero en la huelga general “el proletariado aparece dueño de sí mismo, dirigiendo la lucha por su propia cuenta”. Pero además, el PS procura conducir al proletariado hacia una solución negociada y pacífica. Sin embargo, las huelga generales demuestran que el camino, para obtener mejoras inmediatas y la emancipación social, es la confrontación directa con la burguesía. Las luchas extraparlamentarias “dan por tierra con la pacífica acción del partido”. En definitiva, la huelga general “anula toda la acción del partido socialista”, porque en esos acontecimientos la clase obrera rechaza el tutelaje del PS y demuestra la ineptitud del pacifismo como metodología de acción. “El pacifismo es un sueño imbécil”. En otras palabras, la “idolatría” hacia la forma de organización partidaria, que profesaban los socialistas, los conducía a reprobar las huelgas generales, porque son manifestaciones de reafirmación de la autonomía obrera y de sus organizaciones gremiales. Por lo tanto, “por los intereses de un partido se llega a calumniar a los obreros que [...] sostienen una huelga general”. Las reflexiones que realizan los sindicalistas, al calor de estos grandes acontecimientos, profundizaron su rechazo hacia la forma de organización partidaria.

Palabras finales

Los cambios operados en la conducción de la UGT, luego su 4º congreso en diciembre de 1906, se expresaron con fuerza en la huelga general de enero de 1907. Diferenciándose de su predecesora, la nueva Junta Ejecutiva acompaño e impulsó, sin vacilaciones, el paro nacional de actividades. Los dirigentes sindicalistas presionaron al Consejo Nacional en ese sentido y consiguieron que se incline en favor de la huelga general. También en otro aspecto fue notable el cambio de actitud de la central obrera. La dirección de la UGT mostró una marcada predisposición hacia el trabajo en conjunto con la FORA. Los órganos directivos de ambas entidades sesionaron de manera conjunta, acordaron rápidamente la convocatoria a la huelga general, redactaron con la misma velocidad un manifiesto en común y sincronizaron para el mismo día las reuniones donde cada central obrera debía decidir si adhería a la huelga general. La acción mancomunada entre la FORA y la UGT, entre los militantes libertarios y sindicalistas, constituyó un rasgo distintivo de este conflicto. Durante la huelga sesionó un comité mixto constituido por la JE de la UGT y el CF de la FORA. Las conferencias diarias durante la huelga fueron protagonizadas por militantes de ambas centrales y corrientes políticas. Dando muestras del clima de concordia que se respiraba, a menudo el diario anarquista La Protesta difundía las actividades desarrolladas por la UGT. La dirección de la FORA defendió públicamente a la Junta Ejecutiva de la UGT cuando ésta fue atacada por los militantes y la prensa del Partido Socialista. El acceso de los sindicalistas a la conducción de la UGT trajo aparejado otras novedades, que se manifestaron durante la huelga y que fueron motivos de extensos debates. La JE sostuvo que la gravedad de la situación requería respuestas urgentes, por lo tanto, los dirigentes debían resolver sin consultar con sus bases, porque no se disponía de ese valioso tiempo. De esta manera, la conducción sindicalista introdujo un nuevo criterio en los mecanismos de decisión, que según los socialistas violentaba el régimen interno de la central obrera y dejaba asentado un aciago antecedente en las prácticas del movimiento obrero argentino. Por último, la enorme extensión del conflicto social, articulado en torno a las organizaciones gremiales y la actitud del partido socialista contraria a la huelga general, fueron decantando, al interior de la corriente sindicalista, una posición cada vez más adversa a la forma de organización partidaria. Apenas tres meses más tarde, decidirán disolver la Agrupación Socialista Sindicalista, dando por concluida una etapa en la evolución de esta corriente.

Notas

1 “Rosario, 22. [...] La Federación Obrera se reunió esta tarde para decretar la huelga general, pidiendo la adhesión de todos los comités de la república” ("La huelga del Rosario: paro general", 1907).

2 Los debates de esta sesión del Consejo Nacional lo hemos obtenido del Libro de Actas del Consejo Nacional (UGT, 1907b, pp. 93-98).

3 Ernesto Piot fue elegido secretario general en la reunión de la Junta Ejecutiva del día 31 de diciembre de 1906, fue la primera sesión que se realizaba con la nueva conducción, mayoritariamente sindicalista (UGT, 1907a, p. 29).

4 No queda claro cuándo se realizó la reunión, en el número del día 23 se dice “anoche”, refiriéndose al 22. Sin embargo, la edición nº 359 del 24 se afirma que la decisión se tomó “ayer tarde”, es decir, el día 23.

5 “El número de compañeros presos se calcula en unos doscientos” ("En el Rosario", 1907). La prensa socialista manejaba los mismos datos: “Aumenta el contingente de presos huelguistas. Se calcula que se aproxima a 200 el número de estos” ("La huelga en el Rosario: más fuerzas militares", 1907).

6 En su edición del 25/1/1907 el diario La Nación publicó que concurrieron trescientos trabajadores. Sin embargo, al día siguiente reconoció su equívoco: “En la crónica de ayer se ha deslizado un error. A la  asamblea huelguista asistieron 3000 obreros y no 300, como equivocadamente se dijo” ("Un error", 1907).

7 Las reuniones convocadas por el comité de huelga finalmente no se realizaron porque fueron prohibidas por la policía («La huelga general: el paro de ayer», 1907).

8 La prensa anarquista, dando cuenta del carácter repentino de la finalización del conflicto, habla de “la rápida solución de la huelga general” ("Ecos de la huelga general", 1907).

9 “Aunque la policía y los diarios burgueses han hecho el vacío, el silencio a las incidencias de la lucha, lo cierto es que ella no se ha desarrollado lo pacíficamente que se ha dado en decir, y que los actos revolucionarios se han producido con frecuencia y con éxito halagador” («La violencia en la lucha», 1907).

10 Recordemos, una vez más, que en esa época participación electoral era sinónimo de participación política y viceversa.

11 Sin embargo, los socialistas sostenían que el manifiesto comenzó a circular con anterioridad, ver la Nota de la Redacción ("Una aclaración", 1907).

Bibliografía

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2. "A los trabajadores" (1907a, enero 24) en La Protesta, p. 1.

3. "A los trabajadores" (1907b, enero 26) en La Protesta, p. 2.

4. "Actitud intranquilizadora" (1907, enero 25) en La Nación, p. 7.

5. "Asociaciones y gremios: conferencia socialista" (1907, abril 2) en La Prensa, p. 9.

6. Boletín del Departamento Nacional del Trabajo (1907), (1).

7. "Capital Federal: Partido Socialista Argentino" (1907, enero 23) en La Vanguardia, p. 1.

8. "Capital Federal: resoluciones de las entidades obreras". (1907, enero 22) en La Vanguardia, p. 2.

9. "Conferencias de hoy" (1907, enero 25) en La Protesta, p. 1.

10. "Correspondencia: Rosario" (1907, enero 18) en La Protesta, p. 2.

11. "Delegado socialista" (1907, enero 24) en La Vanguardia, p. 1.

12. "Ecos de la huelga general" (1907, enero 29) en La Protesta, p. 1.

13. "El movimiento obrero" (1907a, enero 26) en La Nación, p. 8.

14. "El movimiento obrero" (1907b, enero 27) en La Nación, p. 5.

15. "El triunfo" (1907, enero 28) en  La Protesta, p. 1.

16. "En el puerto" (1907, enero 26) en  La Nación, p. 8.

17. "En el Rosario" (1907, enero 25) en  La Protesta, p. 1.

18. "En el Rosario: estado de la huelga" (1907, enero 24) en La Nación, p. 6.

19. "En el Rosario, exigencias de los huelguistas, las gestiones de arreglo, augurios desfavorables, el paro general". (1907, enero 25) en La Nación, p. 6.

20. "En la Boca" (1907, enero 26) en La Nación, p. 8.

21. "Federación Local Bonaerense" (1907, enero 22) en La Protesta, p. 2.

22. Gilimón, E. G. (1907, enero 28). "El triunfo" en La Protesta, p. 1.

23. "Gremios adheridos a la huelga" (1907, enero 22) en La Vanguardia, p. 2.

24. "Huelga del gremio de rodados: propaganda para generalizar el movimiento" (1907, enero 17) en La Nación, p. 6.

25. "Huelga General" (1907, enero 27) en La Protesta, p. 1.

26. "Huelga General de Rodados: asamblea obrera" (1907, enero 16) en La Vanguardia, p. 1.

27. "Huelga general: diversas informaciones" (1907, enero 25) en  La Vanguardia, p. 2.

28. "Huelga general en el Rosario: paralización completa" (1907, enero 22) en La Protesta, p. 1.

29. "Huelga general: segundo día de paro" (1907, enero 27) en La Vanguardia, p. 2.

30. "Huelga general terminada: resolución del comité de huelga" (1907, enero 29) en La Vanguardia, p. 2.

31. "Informe del Comité Mixto de la FORA y de la U. G. de T. sobre la huelga general" (1907, marzo) en  La Unión Obrera, p. 2.

32. "La acción en la huelga" (1907, enero 26) en La Protesta, p. 1.

33. "La asamblea de los huelguistas: importantes resoluciones tomadas" (1907, enero 19) en La Vanguardia, p. 1.

34. "La conferencia del domingo: los socialistas y el movimiento obrero" (1907, mayo 2) en La Vanguardia, p. 1.

35. "La crítica reformista a la huelga general" (1907, febrero 16) en La Acción Socialista, p. 1.

36. "La dirección del movimiento obrero" (1907, enero 26) en La Vanguardia, p. 1.

37. "La huelga del Rosario" (1907, enero 20) en La Nación, p. 9.

38. "La huelga del Rosario: adhesión de los estibadores y tipógrafos" (1907, enero 21) en La Nación, p.6

39. "La huelga del Rosario: agravación del conflicto" (1907, enero 19) en La Nación, p. 7.

40. "La huelga del Rosario: paro general" (1907, enero 23) en La Nación, p. 8.

41. "La huelga del Rosario, propaganda por el paro general" (1907, enero 22) en La Nación, p. 6.

42. "La huelga en el Rosario" (1907a, enero 22) en La Vanguardia, p. 1.

43. "La huelga en el Rosario" (1907b, enero 25) en La Vanguardia, p. 1.

44. "La huelga en el Rosario: esperando un arreglo" (1907, enero 27) en La Vanguardia, p. 1.

45. "La huelga en el Rosario: más fuerzas militares" (1907, enero 24) en La Vanguardia, p. 1.

46. "La huelga en el Rosario: sin solución" (1907, enero 26) en La Vanguardia, p. 1.

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48. "La huelga general en la república: comentarios y apreciaciones" (1907, enero 2) en La Acción Socialista, p. 1.

49. "La huelga general: resolución de la F.O.A. y la U. de T"  (1907, enero 24) en La Nación, p. 6.

50. "La huelga general: Rosario y Buenos Aires, enseñanzas para el futuro" (1907, enero 30) en La Protesta, p. 1.

51. "La Policía" (1907, enero 26) en La Protesta, p. 1.

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