ARTÍCULOS

Aportes para el análisis de la estructura de clases y la diferenciación social de los trabajadores en el área Metropolitana de Buenos Aires en la post-convertibilidad1

 

Verónica Maceira2

2 Investigadora Universidad Nacional de General Sarmiento. E-mail: maceiraveronica@gmail.com

1 Versiones parciales de este trabajo fueron presentadas en III Seminario Internacional Movilidad y Desigualdad Social, Bariloche mayo 2015 y 12 Congreso de la Asociación de Especialistas de Estudio del Trabajo, agosto 2015. Asimismo, el abordaje teórico-metodológico fue presentado parcialmente en Maceira, 2015.


Resumen 

El objetivo general que orienta la investigación es avanzar en la comprensión del sentido con que la expansión económica nacional y los cambios en la orientación de la intervención social del estado post-convertibilidad actuaron en las condiciones de estructuración de las clases sociales en el área Metropolitana de Buenos Aires, particularmente de los distintos sectores y capas de la clase trabajadora.
Se diseña una propuesta teórico-metodológica para una delimitación de clases y capas sociales en base a la explotación de fuentes secundarias disponibles para la región, se territorializa la distribución de los hogares que expresan dichas localizaciones y se dimensiona la evolución de los mismos en el mediano plazo. En este marco, se indagan más detenidamente los niveles de diferenciación social al interior de los sectores subalternos, que pudieran desplegarse en el período: problematizando la evolución de la presencia de los llamados sectores medios; dimensionando la presencia de transiciones indicativas de procesos de recomposición social de los trabajadores del área, y explorando los niveles de cristalización en sus posiciones, de las capas más desaventajadas al interior de los trabajadores.

Palabras claves: Estructura social; Clases sociales; Diferenciación social; Postconvertibilidad; Área Metropolitana de Buenos Aires.

Abstract

The goal of the research is to understand the effects of the economic expansion and the changes in the social intervention of the state on the class structure in the Buenos Aires Metropolitan Area, specially, on the different sectors and strata of the working class.
This article proposes a theoretical-methodological design to define social classes and to measure them through statistical sources. It situates their social-spatial distribution and measures their evolution during the period. In this framework, it deepens on their social differentiation, inquiring: the evolution of the so-called media class, the processes of social rebuilding of the formal working class and the crystallization of marginal positions. 

Key words: Social structure; Social classes; Social differentiation; Postconvertibility; Buenos Aires Metropolitan Area.


 

I. Introducción

El objetivo general que orientó nuestra investigación fue avanzar en la comprensión del sentido de los cambios operados en la estructuración de las clases y capas sociales en el área Metropolitana de Buenos Aires a partir de la expansión económica nacional y la reorientación de la intervención social del estado durante la post-convertibilidad. En este artículo se comunican resultados de un ejercicio realizado en esa dirección, basado en la explotación de fuentes secundarias disponibles para la región. 
La investigación sobre cambios en el mercado de trabajo y en la intervención del Estado en el período se desarrolló profusamente en estos años.  Sin embargo, no alcanzó igual intensidad el estudio de las transformaciones que estos cambios precipitaron en la estructura de clases, nivel en el que se detiene este artículo.
Ciertamente, desde la obra pionera de Germani, los estudios sobre estructura social tuvieron un valioso recorrido en la comunidad académica local a través de diversos programas académicos, aquellos dirigidos por las primeras generaciones de discípulos de Germani (v.g. Sautú, 2010; Jorrat y Sautú, 1992; Torrado, 1992- y en tensión crítica, el CICSO-v.g. Murmis, 1974 ; Iñigo Carrera y Podestá, 1984- y su prolongación posterior en el PIMSA y otros proyectos) así como el desarrollado al interior del organismo nacional productor de estadísticas (v.g. Elizalde et.al, 1993), entre otros. Junto a otras investigaciones recientes con las que viene dialogando (v.g. Dalle, 2010, 2016; Donaire, 2010, 2012; Elbert, 2016), nuestro estudio busca actualizar las indagaciones de este campo disciplinar para el período en cuestión. En nuestro caso, a través de una exploración sobre un territorio de características propias, el Área Metropolitana de Buenos Aires.
Entendemos que, además del estudio de caso y la territorialización de las localizaciones de clase que presentamos, nuestro trabajo aporta a la elaboración de un esquema de análisis para la estructura social a partir de sugerencias teóricas provenientes de la tradición que se funda en Marx,  atendiendo a su vez discusiones contemporáneas planteadas en el campo específico del análisis de clases e integrando asimismo desarrollos conceptuales surgidos a partir de las características estructurales de los países  periféricos. Al respecto, la problemática de la heterogeneidad de los trabajadores en las formaciones periféricas ha sido abordada y discutida frecuentemente en los estudios del trabajo a través de la problemática de la informalidad y la tercerización (v.g. Salvia y Vera (2011), Perelman (2014), Lepore y Schleser (2006)), pero tal cuestión difícilmente ha sido incorporada a un esquema para el análisis de clase.
Resumiendo, en este artículo, a partir de la articulación de breves referencias conceptuales, se presenta sucintamente el diseño de la propuesta teórico-metodológica utilizada para la delimitación de clases y capas sociales; se dimensiona la evolución cuantitativa de los hogares que expresan dichas localizaciones; se incorpora una mirada que permite mensurar los cambios de más largo plazo y se territorializa la distribución de los hogares de distintas localizaciones de clase. En este marco y en los puntos subsiguientes, se indagan más detenidamente los niveles de diferenciación social al interior de los sectores subalternos que pudieran desplegarse en el período: i-problematizando la evolución de la presencia de los llamados sectores medios; ii- dimensionando la presencia de transiciones indicativas de procesos de recomposición social de los trabajadores del área, iii- explorando los niveles de cristalización en sus posiciones, de las capas más desaventajadas al interior de los trabajadores; iv-indagando la evolución de la desigualdad de ingresos entre los hogares en distintas posiciones. Asumiendo las interrelaciones que se señalan en el apartado conceptual, el propósito del trabajo es fundamentalmente descriptivo.

II. Perspectiva teórica metodológica del estudio

En nuestra investigación, reconocemos la centralidad de las relaciones de clase como mecanismo generador de desigualdad social, asumiendo para su abordaje, un enfoque teórico-relacional.3 Para el diseño del esquema de clases y capas, recogemos en primer lugar la perspectiva de la tradición del análisis de clase que se funda en Marx, discriminando las posiciones de clase en atención a las relaciones de explotación de la fuerza de trabajo -en virtud de la  propiedad/exclusión de los medios de producción- y también a las relaciones de control sobre estos medios, en cuanto función del capital. En segundo lugar, incorporamos aportes que se desarrollan en el marco de dicha tradición a partir de debates posteriores desplegados fundamentalmente en las formaciones centrales.4 Tales aportes iluminan un conjunto de haces de relaciones sociales que, si bien no discriminan para nosotros distintas posiciones de clase5, sí resultan en un primer nivel de heterogeneidad de las personificaciones del trabajo. A saber: las relaciones de supervisión directa de los procesos y la fuerza de trabajo y las relaciones de conocimiento que se despliegan en dichos procesos. En este marco, consideramos también la llamada división técnica del trabajo dentro de la unidad productiva, atendiendo a su histórico condicionamiento en la diferenciación social al interior de la clase trabajadora y la configuración de actores sociales.6
En tercer lugar, entendemos que el conjunto de las perspectivas desde las cuales se desarrolla el análisis de clase, ha provisto de una insuficiente problematización de las diferenciaciones sociales al interior de la clase trabajadora (Maceira 2010, 2015), particularmente de aquellas que remiten a los “bordes” inferiores del proletariado. Esto se corresponde sin duda, con un grado de homogeneidad interna relativamente más alto de la misma en las formaciones capitalistas centrales (donde se desarrollaron originalmente estos cuerpos teóricos), así como con el importante nivel de asalarización y formalización que las relaciones de explotación tuvieron históricamente en esas latitudes.7 Tal heterogeneidad es sin embargo relevante en las formaciones periféricas, por lo que articulamos aportes surgidos (aunque en la actualidad no exclusivamente desarrollados) a partir del estudio de las características estructurales de estas últimas.  Un primer antecedente significativo al respecto es el debate sobre marginalidad, desarrollado hacia fines de los años ‘60. Esta línea de indagación anclaba en las condiciones específicas de acumulación de las formaciones periféricas, la presencia de una segmentación radical de los mercados de trabajo latinoamericanos, con la consecuente posible diferenciación sustantiva al interior de los sectores subordinados (Nun, et.al, 1968).  Esta perspectiva, retomaba las sugerencias clásicas respecto de las funciones y formas que asume la población excedente (Marx, 1975) y problematizaba la presencia de un ejército industrial de reserva excesivo en el contexto del capitalismo dependiente, que podría no ser reabsorbido (al menos por los sectores centrales de la estructura productiva) en las etapas expansivas del capital. No asumimos a priori conclusiones sobre la presencia y extensión actual de este segmento sino que lo que en todo caso nos interesa retener para nuestro esquema conceptual, es esta inquietud por el análisis de la heterogeneidad obrera considerando las formas específicas que asume la población excedente y sus posibilidades de absorción en cada etapa. 
Las características de las formaciones periféricas que originaron este orden de problematizaciones serían luego tematizadas bajo el tópico de la informalidad. En su primera formulación, el sector informal era considerado de subsistencia, resultado del funcionamiento del capitalismo periférico y originado en las limitaciones del sector formal para incorporar fuerza de trabajo (Prealc, 1985). Posteriormente se ha propuesto una conceptualización (Portes, Castells y Benton, 1989) que no postula necesariamente un dualismo de la estructura económica, enfatizando la posibilidad de una complementariedad entre sectores. En esta última, el sector informal involucra actividades que escapan a la regulación estatal pero que pueden ser tanto de subsistencia como orientados a flexibilizar la gestión y reducir los costos del sector formal. A diferencia del mencionado Proyecto Marginalidad, que proponía una clave de lectura anclada en las relaciones de clase, los estudios sobre informalidad  han sido escasamente atravesados por el análisis de clase, con excepción notable de la obra de Portes- v.g.Portes y Hoffman, 2003-.8 La consideración articulada del análisis de clase y la problemática de la informalidad es relevante: a falta de la misma, los esquemas pueden sobreestimar la presencia de la pequeña burguesía (en tanto sean caracterizados como tal, siguiendo sugerencias clásicas, gran parte de los trabajadores autónomos), o bien no discriminan las distintas posiciones de clase presentes en la informalidad, subsumiendo a esta última temática aquella mas general de la reproducción de las desigualdades sustantivas que las relaciones de clase involucran.
Confluyen en este punto señalamientos provenientes de la perspectiva de abordaje segmentacionista de los mercados de trabajo.9 Al respecto, los estudios locales señalan la pertinencia de considerar el eje registración-no registración (Paz, 2002; Cortés y Hoszowski, 2005; Maceira, 2010) para la comprensión de la segmentación del mercado de trabajo en nuestro país.  Finalmente y en sintonía, la actual reconceptualización de la informalidad promovida por la OIT involucra empíricamente tanto a las unidades productivas como al conjunto de trabajadores que desarrollan sus actividades al margen de las normas regulatorias (EPH-INDEC, 2005: 26 y 27), incorporando por tanto la problemática del asalariado no registrado o la llamada “precariedad” laboral en el campo de la informalidad.
La incorporación de estas sugerencias a nuestro ejercicio tiene dos correlatos en términos metodológico-operativos.
En primer lugar, en cuanto a nuestro esquema de clases, para analizar la diferenciación de capas al interior de la clase trabajadora, discriminaremos a la clase trabajadora formal de aquellos que en principio (y resumiendo en un término la discusión precedente) llamaremos clase trabajadora informal (incluyendo entre estos últimos: las relaciones de asalarización no reguladas por la normativa vigente,10  las relaciones de explotación no remuneradas, las relaciones de uso de fuerza de trabajo no orientadas a la explotación capitalista –v.g. trabajadoras en casas particulares- y los trabajadores autónomos de subsistencia). Asimismo, para el seguimiento de su evolución, discriminamos estas capas de la localización de los trabajadores abiertamente excedentes en los distintos momentos del período estudiado (recortando operativamente como tales a los trabajadores desocupados de larga duración y a los beneficiarios de planes de empleo). Por otro lado, discriminamos al conjunto de trabajadores autónomos sin capital y de baja calificación, que consideraremos como formando parte del proletariado informal (en tanto fuerza de trabajo que no logra constituirse en asalariado pleno y se autoemplea probablemente en condiciones cercanas a la subsistencia), de los productores independientes que se inscriben en la pequeña burguesía.11 En términos operativos, tal discriminación se realizó en base justamente al grado de capitalización y/o en virtud de los conocimientos específicos que se despliegan en el proceso productivo. 12
En segundo lugar, profundizamos el estudio de los niveles de diferenciación social interna de los trabajadores a partir de la exploración de la exploración de la dinámica de absorción del excedente de fuerza de trabajo durante el período. Respecto de esto último, localizamos y dimensionamos la presencia de trayectorias indicativas de recurrencia de los jefes de hogar en la condición de excedente como de su superación, a través del seguimiento de transiciones socio-ocupacionales en dos pooles de paneles mancomunados reconstruidos correspondientes a los diferentes momentos de crecimiento económico y expansión del mercado de trabajo dentro del período (2003-2006 y 2009-2012).
Respecto del carácter de la diferenciación entre la clase trabajadora formal e informal, anclamos conceptualmente esta discriminación en el nivel que la bibliografía local ha denominado como régimen social de acumulación o modelo de desarrollo (Nun, 1987; Torrado, 1992) En esa dirección, las condiciones de estructuración de la clase trabajadora y sus procesos de diferenciación social interna expresan el resultado de estructuras y estrategias de acumulación (Gordon et al, op.cit; Jessop, 1983) y, como advirtiera Esping Andersen (1993), no son independientes de las formas diversas que asume la intervención social del estado, estrechamente ligadas a los rasgos distintivos de cada modelo.13
En esta etapa, la investigación utiliza fundamentalmente información proveniente de la EPH-INDEC y secundariamente, de los Censos Nacionales de Población y Vivienda. En términos operativos, el conjunto de las dimensiones consideradas  se han incorporado en la medida en que las mismas hayan estado presentes en el diseño de las fuentes. Dado que las fuentes no proveen de información de las trayectorias de los jefes de hogar inactivos, el universo de análisis se restringe al conjunto de hogares con jefe económicamente activo.
El estudio de la estructura de clases se ha desplegado mayormente derivando operativamente la posición en tal estructura de la ocupación de los individuos. En esta investigación, sin embargo, asumimos que la unidad de reproducción de las clases es el hogar (Torrado, 1998). Como estrategia de aproximación metodológica sintética -aunque no definitiva-, priorizamos el abordaje a la posición del jefe del hogar, en la hipótesis de que su caracterización supone un primer acercamiento a la caracterización del hogar en su conjunto, en base al papel privilegiado que, en el área de referencia y en los sectores estudiados, el jefe tiene en la reproducción de la unidad doméstica. Asimismo, se asume que el resto de los miembros del hogar tienen posiciones de clase mediadas (Wright, 1997). La distribución de los jefes de hogar puede entonces ser entendida como una distribución de los hogares mismos en los grupos sociales fundamentales, mediados éstos en su conjunto, por la posición social del jefe.14
Lejos de agotarse en el estudio de corte estructural, el análisis de clase involucra otras dimensiones particularmente relevantes tales como la formación de actores organizados colectivamente, las alianzas y el conflicto de clase así como los esquemas de percepción interiorizados, las prácticas de clase y aún las formas de conocimiento sobre la misma estructura y el conflicto de clase, históricamente construidas. Nuestra investigación se encuentra también comprometida en el mediano plazo en el abordaje de algunas de estas dimensiones. Entendemos sin embargo, que el ejercicio que aquí se presenta, tiene un interés propio, en la medida en que involucra una aproximación a los contornos que, desde una perspectiva crítica, las relaciones estructuradas de clase, imponen a estas formaciones sociales.

III-Cambios en la estructura de clases del Area Metropolitana de Buenos Aires

III-a. Breve contextualización
Es amplia la bibliografía que establece que el régimen de valorización financiera y las reformas de mercado de los años noventa tuvieron fuertes impactos sobre las condiciones de estructuración de las clases en la Argentina.  Ciertamente, una de las expresiones de dichos procesos fue la crisis inédita del empleo, que tuvo entre sus principales escenarios justamente el Area Metropolitana de Buenos Aires.  Recordemos que la tasa de desocupación de la región creció entre el 6,3% y el 16,4% de la PEA entre 1991 y el 2003, lo que  suponía un aumento absoluto y relativo de la misma mayor que en el resto de los aglomerados urbanos, acompañada por una también mayor destrucción de empleos. En términos de la heterogeneidad interna de los trabajadores, señalemos que en la primera parte de la década, el desempleo por ajuste estructural, reestructuración y privatizaciones, alcanzó también a segmentos tradicionalmente protegidos del mercado, afectando incluso mercados internos antes constituidos.  A partir de mediados de los noventa, la inestabilidad creció básicamente para los trabajadores insertos en puestos precarios y de menor antigüedad, aumentando las salidas desde estos últimos hacia la desocupación, la inactividad y el cuentapropismo  (Beccaria, y Maurizio, 2001). Esta segmentación y el régimen de precarización que se instauró durante la convertibilidad, fueron promovidos y sostenidos desde el marco regulatorio implementado por la intervención estatal.15
La debacle del año 2001 implicó el quiebre de la política de convertibilidad que había regido durante toda la década anterior y la crisis del régimen basado en la valorización financiera que caracterizara el patrón de acumulación vigente en el país desde la última dictadura militar (Basualdo, 2008). Tras esta devaluación de la moneda, factores tales como la reducción salarial16, la caída de las tasas de interés locales (viabilizada por la reestructuración de la deuda) y el contexto internacional (aumento de la demanda de los productos locales y bajas tasas de interés externas), replantearon el esquema de rentabilidades, promoviendo una expansión productiva que, a diferencia de períodos anteriores incluyó a los sectores productores de bienes, la industria y el agro, dirigidos a la exportación y el mercado interno, y también de la construcción.
Existe consenso académico respecto de la recuperación global del mercado de trabajo en el primer período de la post-convertibilidad: una expansión del empleo que retrotrajo la tasa de desocupación a aproximadamente un 7% de la población activa y una recomposición del salario real que recuperó niveles previos a la devaluación. Esta expansión se caracterizó por una elasticidad empleo-producto especialmente elevada a partir de la capacidad ociosa instalada en el punto de partida, una tasa de crecimiento del empleo registrado por encima del empleo precario, y una recomposición salarial de los trabajadores precarios en principio algo mayor que la de los asalariados registrados (tendencias éstas ciertamente opuestas a lo observado durante la convertibilidad). Aun cuando esta evolución positiva en términos de empleo se prolonga más allá del primer quinquenio mencionado, sabemos también que la misma no ha sido uniforme durante toda la post-convertibilidad, registrándose una desaceleración hacia fines del 2007 y 2008. Durante el segundo quinquenio los especialistas han observado como tendencias generales una estabilización en el ritmo de absorción de fuerza de trabajo, con una elasticidad empleo-producto menor al primer quinquenio pero superior a la del régimen de caja convertible, una reducción del fuerte fenómeno de formalización del empleo del primer período así como un debilitamiento del proceso de crecimiento de los salarios reales, que lograban defender sin embargo su nivel general en el marco del proceso inflacionario.  (Palomino, 2007; Beccaria y Maurizio, 2012, CIFRA, informes vs, Salvia, 2013).   Por su parte, en todo el período se destaca el cambio de orientación de la intervención social del estado. Este cambio, particularmente en aquellos tópicos vinculados a las políticas laborales, educativas y respecto a componentes específicos de la seguridad social, han sido caracterizados como “contra-reforma”, considerando tanto su orientación opuesta a las reformas de los noventa como su fundamentación en una caracterización negativa de tales políticas (Danani y Hintze, 2011:16) .17

III. b. Tendencias generales
La estructura social del Área Metropolitana a inicios del período expresaba ciertamente la crisis del régimen de caja convertible y la orientación que asumiera la intervención social del estado durante la década de los noventa. Esto se observa con fuerza particularmente en la estratificación interna de los hogares de los trabajadores (Cuadro 1). En el año 2003, prácticamente el 40% de los hogares de la Región se ubicaban en los estratos más desaventajados al interior del proletariado, estando encabezados o bien por trabajadores informales (30,9%), desocupados recientes (4,7%) o por trabajadores abiertamente excedentes (desocupados de larga duración y beneficiarios de programas de empleo, 3,5%).

Las tendencias referidas en cuanto a los cambios en el mercado de trabajo y en la intervención social del Estado, han operado transformaciones consistentes en la estructura social del Área Metropolitana en la post-convertibilidad.  En efecto, el marco de un peso relativo estable de los grandes grupos fundamentales, se destaca un cambio sostenido en la estratificación interna de los hogares trabajadores entre el 2003 y el 2012.
Al respecto, disminuye la presencia relativa y absoluta de los hogares de los trabajadores abiertamente excedentes en sus distintas formas (fundamentalmente de aquellos que pueden ser considerados estrictamente como tales: los jefes desocupados de larga duración, pero también, de los desocupados recientes y beneficiarios de programas de empleo) así como de los hogares de la clase trabajadora informal (con excepción de aquellos con jefatura de trabajadoras del servicio doméstico, cuyo peso en la estructura se mantiene estable).
Como contrapartida, aumenta el peso de la clase trabajadora formal, tanto de sus capas más calificadas como, especialmente, de la de calificaciones medias y bajas. En esta última, los hogares que constituyen el grupo más relevante, son los de trabajadores formales de los servicios y también son estos quienes experimentan el crecimiento más importante. La recomposición de la clase trabajadora formal involucra entonces en primer lugar a los trabajadores de cuello blanco y, en menor medida, a los trabajadores manuales de distinto nivel de calificación.
Los hogares encabezados por jefes trabajadores formales de cuello blanco de bajas calificaciones, registran durante el período un crecimiento mayor al 30%. Se trata de trabajadores que se distribuyen en un conjunto disímil de sectores de actividad, entre los que se destacan comercio, transporte y comunicaciones y los distintos niveles de la administración pública. Su importante expansión relativa refiere tanto a un mayor crecimiento de las ocupaciones no manuales de bajas calificaciones cuanto a una fortísima formalización del empleo particularmente en los sectores de actividad donde se concentran este tipo de ocupaciones.
Por su parte, los hogares encabezados por jefes de hogar trabajadores formales de cuello azul y bajas calificaciones (esto es, lo que suele considerarse como la figura arquetípica de la clase obrera), también se expanden, en este caso en un 37% en relación a su base al inicio del período. Es posible estimar que la significación relativa de los trabajadores de la industria manufacturera en este conjunto se mantiene estable en términos relativos (en torno al 45%), con una expansión absoluta de los hogares encabezados por trabajadores de todas las ramas industriales (de magnitud diversa según los casos,con excepción de alimentos y bebidas, papel y madera).
En otra investigación  para el mismo período pero a nivel nacional (Dalle, 2016) se ha observado la mayor expansión relativa de la clase obrera de calificación operativa (sobre los trabajadores sin calificación). Este dinamismo diferencial se constata también para el territorio estudiado,  observando aquí que se verifica tanto entre los trabajadores formales como entre los informales. En efecto, la expansión de los hogares encabezados por trabajadores formales deriva básicamente de hogares encabezados por trabajadores formales de calificación operativa (cuyo peso en la estructura se engrosa del 21 al 30% del total). En contraposición, la disminución de los hogares encabezados por asalariados no registrados es más acentuada entre los trabajadores no calificados que entre los de calificación operativa.
Junto con lo referido, se comprueba un aumento acotado de la presencia relativa de la llamada pequeña burguesía, particularmente de los hogares de los autónomos capitalizados. Asimismo, la información construida revela un mayor dinamismo de la pequeña burguesía en este  Región, en comparación con las observaciones realizadas por el citado estudio para el total nacional urbano.
Respecto de otras investigaciones realizadas para el período postconvertibilidad a nivel nacional (Dalle, 2016), no sorprende observar  aquí una mayor presencia relativa de la gran burguesía en el Área Metropolitana de Buenos Aires, cuya concentración en el principal aglomerado urbano del país prácticamente triplicarían la correspondiente al total urbano nacional.
Estas tendencias se constatan en el marco de un proceso de crecimiento de los hogares de la Región encabezados por jefes de hogar activos, cercana al 5% de la base correspondiente al inicio del período. Dada la disminución de los trabajadores desocupados, este aumento expresa la expansión de la base de hogares encabezados por trabajadores ocupados en sus distintas posiciones.
En el campo de los estudios del trabajo así como en los debates políticos al respecto, subyace o se hace explícita la inquietud por la posibilidad de realizar un balance de más largo plazo, que involucre tanto la post-convertibilidad como el período antecedente, de régimen de caja convertible. Esta inquietud proyectada al estudio de la estructura social, nos devuelve un conjunto de transformaciones sorprendentemente agudas en períodos no tan extensos, expresando lo que ha sido -en conjunto- un tiempo veloz de crisis y reconfiguraciones sociales. Al respecto, el gráfico 1 es elocuente, esquematizando cambios de signo claramente opuesto entre períodos subsecuentes.18
En términos relativos y en referencia a los grandes grupos fundamentales, es llamativo cómo, a pesar de las limitaciones de la muestra, la EPH-INDEC parece haber captado el proceso de centralización que conllevó la profunda crisis de la convertibilidad, con la disminución del peso relativo de los hogares burgueses y pequeño-burgueses a la salida de la misma. La presencia relativa de estas posiciones no vuelve a robustecerse en la postconvertilidad con igual intensidad.

La mirada de más largo plazo devuelve también algunas observaciones relevantes en relación a la heterogeneidad social del trabajo. Particularmente, las tendencias respecto del peso relativo que los hogares de trabajadores formales e informales tienen en la estructura, se despliegan como un espejo invertido a lo largo de ambos sub-períodos. En efecto, mientras la presencia relativa de los hogares de los trabajadores formales de bajas calificaciones (manuales y no manuales) cae abruptamente  entre 1992 y el 2003 (de 30,4% al 23,3%), la del proletariado informal se incrementa. En la post-convertibilidad se revierten ambas tendencias y hacia el final del período, los hogares del proletariado formal de bajas calificaciones tienen una presencia relativa algo mayor que la que tenían en 1992 (32,5%) mientras que el proletariado informal se retrotrae a la significación que tenía al inicio de la convertibilidad.
Es pertinente señalar que lo sucedido en relación a los hogares de los trabajadores formales de bajas calificaciones en conjunto, puede discriminarse internamente en dos movimientos diferentes para los trabajadores manuales y los no manuales, grupos que al inicio de la convertibilidad tenían un peso similar en la estructura social (15%). Si bien los hogares de los trabajadores manuales (típicamente del proletariado industrial y de la construcción, por ejemplo) aumentan en los últimos diez años, no logran recuperar el peso relativo que tenían en la estructura antes de la convertibilidad, mientras que los hogares del proletariado no manual superan con holgura su significación inicial.  En síntesis, los hogares de obreros manuales tienen hoy un peso menor al interior del proletariado formal.
Nos detenemos finalmente en las tendencias de largo plazo con respecto a los trabajadores abiertamente excedentes. Como señalamos ya, la década de los noventa involucró un aumento inédito del desempleo, lo que se tradujo en la significativa presencia de hogares encabezados tanto por desocupados de larga y corta data como de beneficiarios de planes de empleo, que en conjunto llegan a representar el 9,3% de los hogares en 1998. En la década reciente esta tendencia se revierte, aun cuando queda instalado un núcleo de hogares con jefe desocupado de larga data que alcanza el 1% del conjunto de hogares de la Región.

III.c. Diferenciación socio-territorial
Como resultado de procesos complejos y bien estudiados (Torre, 2001), el aglomerado Gran Buenos Aires mostró históricamente una ocupación del territorio socialmente diferenciada. Esta conformación característica se expresaba ciertamente al inicio del período estudiado, según surge del análisis socio-espacial que realizamos a partir de la información del Censo Nacional de Población y Vivienda 2001


Fuente
: Maceira Verónica y Reboratti Laura, en base al CNPV, 2001. Agradezco a Laura Reboratti su participación en la realización de este mapa. Notas: 1-En la construcción de estas categorías contamos con fuertes limitaciones provenientes de la información disponible del CNPV 2001, entre otras variables relevadas por el censo pero no disponibilizadas en la base usuario se encuentra la dimensión jefatura del Clasificador Nacional de Ocupaciones; 2-Para la confección del mapa se estandarizaron los valores, identificándose en cada distrito las categorías con mayor peso relativo, considerando el conjunto del Área.

Si bien no contamos con información con el mismo nivel de desagregación para el final del período19 es posible observar también en un momento más reciente la conformación socio-territorial heterogénea de la Región. En efecto, en el 2012 (Cuadro 2), la estructura de la Capital se distingue por la presencia relativa mucho mayor de hogares de la burguesía y gran burguesía, con jefes de hogar propietarios y gerentes de grandes empresas (aun cuando su captación a través de la encuesta es precaria), así como pequeña burguesía y trabajadores de altas calificaciones. En contraste, el conurbano muestra una estructura en la que el peso de la clase trabajadora informal es sustantivo y más que duplica su presencia en la Ciudad capital.

Sin desmedro de la permanencia general de estas disímiles configuraciones, enfaticemos que la expresión socio-espacial que asumió el crecimiento post-convertibilidad no redundó en una profundización de la diferenciación social entre ambos territorios. Esto se vincula con un aumento mayor en los partidos del conurbano de las categorías de la pequeña burguesía (acompañado incluso de un pequeño crecimiento de los hogares de ejecutivos y propietarios) y de los asalariados formales de cuello blanco, como por un retroceso más marcado del proletariado informal. Además del proceso de creación y regularización del empleo ampliamente documentado, otro factor que redunda en esta dirección es el proceso de suburbanización de los sectores medios, iniciado ya en períodos anteriores pero que se habría prolongado en el último decenio (aun cuando, la escasa respuesta que la encuesta logra en los llamados barrios cerrados nos inhibe de avanzar en profundidad en esa dirección).

III d. Exploración sobre las posiciones intermedias
El período de crecimiento económico y recuperación del empleo que se desplegó en la post-convertibilidad ha dado lugar, entre otros debates,  a la discusión con respecto a la evolución de las así llamadas clases medias, que tuvo incluso eco en medios periodísticos y discursos políticos. Se trata de una discusión con resonancias relevantes en un país donde bastante más de la mitad de la población adulta se percibe como “de clase media” (Jorrat, 2008). Entre otras apelaciones, un informe del Banco Mundial (Ferrerira, F, et al, 2013) concluyó que la clase media sorprendentemente se habría duplicado en la Argentina en el corto lapso de seis años, entre 2003 y 2009.  Tanto este informe como artículos publicados en medios académicos (Schijman, et.al, 2012) presentan un uso laxo del concepto de clase, que parece desestimar aspectos relevantes de la tradición sociológica al respecto, en la medida en que la clase es allí definida finalmente, no en términos relacionales, sino a partir de la construcción de intervalos de ingresos.
La discusión sobre el crecimiento o no de las capas medias en la Argentina reciente implicaría, en primer lugar, una discusión conceptual acerca de qué se entiende por estas capas.  No es aquí el lugar para extendernos en ese debate, en ocasión del cual, y como señalamos anteriormente, el mismo cuerpo teórico sobre el análisis de clase desplegó aportes relevantes. Valdrá sin embargo, reponer algunas articulaciones necesarias para tornar inteligible la breve indagación que aquí se presenta.
Desde la perspectiva que asumimos en nuestra investigación, el debate sobre las clases medias supone la pregunta respecto de la pertinencia con la que el conjunto de quienes entran en relaciones asalariadas pueden ser considerados como parte de la clase trabajadora y, en todo caso, sobre cuál es el carácter de clase de todas aquellas posiciones que no parecen ser suficientemente aprendidas en un concepto clásico de proletariado. En esa dirección, involucra un conjunto amplio y variado de procesos relevantes que se expresan y atañen a distintas posiciones de la estructura social. Entre los procesos sustantivos involucrados apuntemos: el de separación de las funciones de propiedad y de control del capital;  el de diferenciación interna de los productores autónomos (por capitalización o por separación de sus medios y asalarización); y el proceso de diferenciación social interna de la clase obrera por el surgimiento de capas o fracciones involucradas en la discriminación del trabajo intelectual.20
Las localizaciones comprometidas más puntualmente en estos procesos, y que entran por tanto en la discusión sobre la caracterización de las posiciones intermedias son: los directivos, capataces y supervisores (en tanto son asalariados pero ejercen distintos niveles de control); empleados técnicos y profesionales no directivos (en tanto asalariados pero con autonomía propia de la pequeña burguesía) y pequeños propietarios (en tanto productores directos que explotan fuerza de trabajo). Posiciones que en nuestra aproximación hemos incluido dentro de los tres grupos fundamentales considerados. Recordemos que en un intento (no definitivo) de mirada abarcadora con respecto a estas localizaciones y procesos, el citado Wright (1994), propuso aproximarse a dichas localizaciones considerándolas como “posiciones contradictorias dentro de las relaciones de clase”.21 Junto con estas localizaciones encontramos la antigua clase intermedia de las formaciones capitalistas, conceptualizada en el cuerpo teórico clásico como pequeña burguesía.
Considerando entonces este contorno, es posible constatar su crecimiento cuantitativo en la última década. En conjunto, las mencionadas posiciones intermedias han pasado a representar del 36,5% al 41,6% de la Región. Aunque las diferencias porcentuales son pequeñas, todas las categorías consideradas aumentaron su presencia absoluta y relativa en la estructura, pero se destaca en este contexto, el crecimiento del grupo de patrones de pequeñas empresas y, fundamentalmente, el de los hogares de asalariados en posiciones de jefatura intermedia, cuyo número era muy reducido al inicio del período. 22
Conviene resaltar la heterogeneidad de las posiciones que estamos considerando en este apartado. El atributo que involucra una mayor diferencia interna es ciertamente su posición en relación a la propiedad de los medios de producción, que discrimina, como adelantáramos en el apartado teórico metodológico, lo que en los estudios sobre el tema se consideran las viejas y las nuevas “clases” o posiciones medias de las formaciones capitalistas. En el caso de la Región bajo estudio, los sectores medios tradicionales-la pequeña burguesía- y los asalariados, componen este grupo casi en igual proporción (52 y 48% aproximadamente), porcentaje que es similar al observado al inicio de la postconvertibilidad.  En este marco, el peso de las relaciones asalariadas formales con el Estado dentro de las posiciones intermedias aumenta,  tendencia derivada del fortalecimiento del aparato del estado y del proceso de formalización de las relaciones contractuales de los trabajadores del estado durante el último período.
Durante el período observamos no solo modificaciones en la presencia relativa de las distintas posiciones, sino algunos cambios en las categorías mismas.
Al respecto, el proceso de diferenciación interna de los productores autónomos es un tópico de indagación clásico en este campo así como de especial interés para el análisis de las formaciones sociales periféricas, en las cuales, como ha señalado Portes (Portes y Hoffman, op.cit), capas de la pequeña burguesía cumplen un papel relevante en la vinculación del proletariado informal con los núcleos dinámicos de la formación social. Observamos aquí que en el marco de un proceso de crecimiento absoluto de la fuerza de trabajo asalariada,  la magnitud absoluta de cuentapropistas jefes de hogar (y de trabajadores por cuentapropia en su conjunto), se mantiene relativamente estable pero experimentando una recomposición interna : crecimiento de las posiciones calificadas y fundamentalmente de las capitalizadas, en detrimento del cuentapropismo de subsistencia (sin calificación ni capital, a quienes en nuestro esquema hemos considerado entre el proletariado informal), con un peso que desciende del 30 al 14% al interior del cuentapropismo. Entendemos que este elemento vuelve a advertir (Portes y Schauffler, 1993) sobre la importancia de no considerar la informalidad en términos globales sino en relación con las relaciones de clase que la atraviesan. 23
Como señalamos, otro de los procesos de más largo plazo implicado en este heterogéneo abanico de posiciones intermedias es el de asalarización de los trabajadores de altas calificaciones. Al respecto, la discusión relevante remite al carácter que asume la subordinación involucrada en este proceso de asalarización (Braverman,1978;  Derber, 1982). Sin pretender aquí avanzar conclusiones sobre el fondo de la cuestión,24 apuntamos breves observaciones orientadas a describir la composición de esta capa de trabajadores en este período.
La asalarización de los trabajadores de altas calificaciones alcanza en la Región a un 82% en la fuerza de trabajo en su conjunto y a un 78%, en el caso de los jefes de hogar, magnitudes que se han mantenido sin grandes variaciones entre el 2003 y el 2012. En el marco de un crecimiento relativo de esta capa de trabajadores en la Región en relación al conjunto de hogares (de aproximadamente el 17% de jefes de hogar y de un 23% si consideramos al conjunto de los trabajadores, con respecto al 2003), los rasgos generales que venían caracterizando la inserción de estas posiciones, se han profundizado levemente en el período. Esto es, la amplia mayoría de los asalariados de altas calificaciones son trabajadores ocupados en la prestación de servicios (particularmente en la educación, aunque en ramas diversas y variadas respecto de sus condiciones), rasgo que se acentuó en el período llegando en el 2012 prácticamente al 85% de los asalariados de altas calificaciones jefes de hogar y al 90% de los asalariados de altas calificaciones en su conjunto.  Asimismo, la significación relativa que asumen las relaciones asalariadas con el Estado para estas posiciones, se extienden ahora a aproximadamente el 42% del conjunto, aumento que se localiza fundamentalmente en las ramas de educación y servicios sociales y de salud. Por último, el proceso de registración experimentado en el período determinó una disminución de la situación de precariedad de estas posiciones, que actualmente se ubica en el 16% de los asalariados de altas calificaciones (tanto si consideramos el universo de jefes de hogar como la población en su conjunto). `

III.e. Trayectorias de recomposición de la clase trabajadora formal y de recurrencia en la marginalidad.
Nos interesa particularmente aquí focalizar en dos tipos de procesos de orientación contrapuesta que hacen a la reestructuración de las formaciones de la clase trabajadora en el período, acercándonos a un dimensionamiento de su incidencia a partir del 2003: el proceso que significa una cristalización de situaciones de marginalidad al interior de la fuerza de trabajo (entendiendo este último en los términos comentados en nuestro esquema conceptual) y aquel que resulta en una recomposición de la clase trabajadora formal.
Al respecto, retomando las sugerencias que citamos en secciones anteriores, entendemos que para profundizar en el estudio de los procesos de marginalización de la fuerza de trabajo será pertinente explorar la dinámica de absorción/ no absorción que experimenta, en la fase de reactivación económica, el segmento de trabajadores que habían sido desplazados de la producción en los períodos de retracción. Lo que interesa es explorar en qué medida el período de crecimiento económico post-convertibilidad ha supuesto la incorporación a la explotación de una parte relevante de aquellos trabajadores que habían sido desplazados durante el período de caja convertible y cuáles han sido las formas dominantes de dicha incorporación. Esto permitediscriminar situaciones de desempleo contingente de la presencia de trayectos que sean al menos indicativos de la permanencia de determinados hogares dentro del proletariado abiertamente excedente. Asimismo, y como contrapartida, la metodología utilizada permite dimensionar la presencia de transiciones indicativas de los procesos de recomposición de las capas formales de la clase trabajadora. 
Para avanzar en la caracterización en la dirección señalada,  reconstruimos las transiciones socio-ocupacionales de dos etapas de crecimiento dentro del período de la post-convertibilidad, aquí delimitados como IV trimestre 2003-IV trimestre 2006 y IV trimestre 2009-I Trimestre 2013.25 Para darle robustez a nuestras conclusiones, se reconstruyen, en forma agregada (mancomunada) dos paneles hipotéticos, el primero constituido por las ocho cohortes 2003-2006 y el segundo por las doce cohortes 2009-2012. Dado el espacio acotado de esta presentación, y en estrecha vinculación con lo ya analizado, nos referiremos aquí a lo observado respecto de los jefes de hogar. Es importante enfatizar las limitaciones de esta metodología: la misma nos permite captar solo transiciones de corto plazo (un año y medio). 
Considerando el conjunto de los jefes de hogar recortados (Cuadro 3.a.), podemos localizar en primer lugar tanto transiciones indicativas de cristalización en posiciones excedentes como de permanencia en la informalidad.  Las primeras involucran  aproximadamente al 34,8 % de quienes se encontraban desocupados en la primera etapa –incluyendo a los beneficiarios de programas de empleo-, aunque se reducen de manera destacada al 20,7% de los inicialmente desocupados en el segundo trienio considerado.  Por su parte, la permanencia en el proletariado informal (considerando como tales a quienes son asalariados no registrados, trabajadores del servicio doméstico y/o cuentapropistas sin calificación ni capital) se observa en el 57,5% de los trabajadores informales en la primera etapa y el 53,5% de los trayectos de los trabajadores informales en la segunda. Es relevante articular que la disminución de la permanencia en el proletariado informal no está relacionada con el aumento de las transiciones al desempleo (como se observaba en la convertibilidad) sino que las mismas disminuyen sensiblemente del 7,8 al 4,5% entre el primer y el segundo trienio de crecimiento considerado.

En términos relativos, se destaca también el crecimiento de las transiciones que salen de la desocupación abierta con destino a la inactividad (mayor tanto en relación a lo sucedido en la primera etapa como al comportamiento de los no jefes en la segunda). El énfasis mencionado se acentúa especialmente en el caso de las mujeres, relacionándose  parcialmente con la mencionada mejora de los parámetros generales que habían determinado su fuerte activación laboral previa y con el cambio enlas políticas de protección social, pero probablemente también con la falta de políticas específicas que sostengan una demanda diversificada y de calidad para las mujeres de bajos niveles educativos.
Contraponiéndose a las transiciones de recurrencia en el desempleo y/o en el proletariado informal se observan las trayectorias de recomposición de la clase obrera formal. Las mismas rondan el 13% de las transiciones del proletariado informal, así como aproximadamente el 6,5% de las transiciones de los desocupados y beneficiarios de planes en la primera etapa, porcentaje que se duplica en la segunda. Asimismo, las incorporaciones a la formalidad que tienen origen en la inactividad, aumentan en términos relativos durante el período pero tienen poca significación, involucrando al 0,4% y al 1,2% de las transiciones de los jefes inicialmente inactivos, sucesivamente.
Junto con esto, encontramos transiciones indicativas de pasajes de la desocupación abierta al proletariado informal que rondan el 31% de las transiciones de los desocupados en el primer trienio, reduciéndose al 23,4% en el segundo.
Por su parte, el proceso de recomposición de la pequeña burguesía expresa un notable dinamismo en las transiciones de los jefes de hogar, observándose en el pasaje de la desocupación, la informalidad y, en menor medida, el asalariado formal, al cuentapropismo calificado o capitalizado y el capital (fundamentalmente el capital en pequeña escala, que es el captado en mayor medida por la Encuesta). En el segundo trienio analizado, este proceso llega a involucrar a alrededor del 14% de las transiciones que se inician en la desocupación y similar porcentaje de las que se inician en el proletariado informal.
Finalmente, mensuramos la significación de los distintos tipos de trayectos comentados en el total de hogares considerados (Cuadro 3.b.).  Estimamos que las transiciones indicativas de procesos de recomposición de la clase obrera formal involucran en conjunto al 3,3% de los trayectos de los jefes de hogar del área en la primera etapa y al 3,1% en la segunda etapa (considerando para ello en forma agregada a quienes pasan de la informalidad, la desocupación y la inactividad, a la formalidad). Por su parte, las transiciones que dan cuenta de la incorporación de la población excedentaria al mercado secundario, representan el 3,8% del conjunto de transiciones en la primera etapa, ascendiendo a 2,7 % en la segunda (considerando tanto los trayectos que provienen de la desocupación como aquellos que provienen de la inactividad,  hipotetizando que este último movimiento estaría hablando mayormente de jefes con previo desempleo oculto).  Junto a estas transiciones, se observa cierto robustecimiento de los trayectos que dan cuenta de la permanencia en el asalariado registrado, que en la segunda etapa alcanzan el 30% del total de transiciones.

El 4,1 % y 3,8% de los trayectos de la primera etapa y de la segunda etapa de crecimiento involucran aquí las transiciones de cualquier origen hacia las posiciones de empleadores o cuentapropias calificados o capitalizados, siendo indicativas mayormente del proceso de recomposición de la pequeña burguesía, que se suman a un 10,6 % de jefes que se mantienen en esas posiciones a lo largo de los períodos estudiados.
El núcleo duro de los procesos de marginalidad, estaría representado por aquellas trayectorias de jefes de hogar que muestran la permanencia como fuerza de trabajo abiertamente excendentaria (desocupados y beneficiarios de programas de empleo) aún en períodos de crecimiento económico. Los mismos representan el 2,9 % del total de trayectorias de jefes de hogar en la primera etapa, disminuyendo sin embargo al 0,9% en la segunda, a los que se suman aquella fuerza de trabajo ya precarizada que pisa el desempleo, que en el segundo período suman otro 0,9% de las transiciones.
Dimensionando la permanencia en el proletariado informal, el 12,3 % de las transiciones de los jefes de hogar involucran una recurrencia en la informalidad en la primera etapa –al menos en el corto plazo-, porcentaje que disminuye al 8,3 % en la segunda etapa, de manera consistente con el marco general de crecimiento económico y con una orientación de la intervención social del Estado favorable a la formalización del empleo.
La metodología utilizada es productiva pero acotada a la localización de transiciones de corto plazo en el marco de las trayectorias de los jefes de hogar. Una evaluación más comprensiva tanto del proceso de recomposición de la clase trabajadora formal como de la recurrencia en la informalidad y en la fuerza de trabajo excedente durante la postconvertibilidad, requiere un estudio específico de trayectorias socio-ocupacionales intrageneracionales de largo plazo y especialmente, de trayectorias inter-generacionales, información para la que no contamos con fuentes secundarias. 26

III. f. Tendencias respecto de la desigualdad de ingresos en la post-convertibilidad
En el período de la post-convertibilidad se ha operado, en términos generales, una disminución de las significativas brechas de ingresos per cápita familiar de los hogares burgueses, pequeño burgueses y de las capas asalariadas más calificadas, respecto de los obreros formales de baja calificación (que tomamos como base para la medición. 27 Particularmente, al interior de la clase trabajadora es relevante enfatizar la disminución de las brechas entre hogares de trabajadores formales de cuello blanco y cuello azul.
Estas observaciones permitirían delinear una tendencia general hacia una menor desigualdad de ingresos en la postconvertibilidad, sin embargo, se mantienen los niveles de desigualdad de ingreso per cápita entre los hogares de los trabajadores formales manuales y el proletariado informal.  Respecto de los asalariados no registrados y tomando como referencia el inicio de la postconvertibilidad, se verificó una tendencia definida hacia una menor desigualdad durante toda la década, que sufre sin embargo un retroceso en la última medición disponible. Respecto de otras capas del proletariado informal (particularmente los hogares del cuentapropismo sin calificación ni capital, con jefas trabajadoras en casas de familias) las brechas tendieron a persistir o, en el caso de los trabajadores abiertamente excedentes, a ampliarse. En la interpretación de estos último, cabe acotar que, en la etapa de expansión económica junto con la disminución de su significación, cambia la composición general de estas capas, permaneciendo en ella, por el proceso de absorción relativa, aquellos hogares comparativamente más relegados, lo que involucra por tanto mayores niveles de diferenciación social interna respecto del proletariado formal (Maceira, 2010).

Cabe aquí reponer, la evolución de las desigualdades a partir de 1992, de manera tal de establecer una evaluación de estas tendencias a través de una mirada de más largo plazo. Considerando la evolución de las brechas de ingreso de los hogares desde el inicio de la convertibilidad, vale realizar dos conjuntos de observaciones (Cuadro 5).

En primer lugar, se establecen con seguridad tendencias opuestas en ambos períodos consecutivos en lo referido a las brechas de ingreso per cápita de los hogares entre los grupos sociales fundamentales: hacia la mayor desigualdad durante la convertibilidad y hacia la reducción de la desigualdad en la post-convertibilidad. Las mismas tendencias en contrario, operan respecto de las brechas entre las capas más aventajadas de los trabajadores y los asalariados manuales que hemos tomado como base de comparación (nuevamente con excepción de lo observado en la última década con quienes ejercen cargos de jefatura).
En segundo lugar, no se establece una tendencia general hacia la convergencia de los ingresos per cápita familiar de los hogares de la clase obrera formal e informal en el largo plazo, sino más bien un cambio en cuanto a la estructura relativa de los niveles de ingresos de estas distintas posiciones. Durante la década de los noventa, los ingresos per cápita de los hogares del proletariado informal presentaban medias similares o incluso –en algunas capas- más altas que la de los obreros registrados. En el marco de la recuperación relativa de los ingresos reales de la postconvertibilidad y fundamentalmente de la revitalización del salario mínimo y la promoción sostenida de la negociación colectiva, los ingresos per cápita familiar de los hogares con jefes formales pasaron a ubicarse en niveles medios superiores a los de las capas informales.  Considerando las brechas estimadas, las tendencias que se delinean son algo distintas para las diferentes capas informales (Cuadro 5) pero el cambio mencionado se verifica respecto de todos los grupos discriminados (no registrados, servicios doméstico y cuentapropias sin calificación ni capital), persistiendo las brechas (ciertamente en niveles de salario real en conjunto más alto)  durante toda la postconvertibilidad.28 Como mencionamos anteriormente, particularmente para los hogares con jefes asalariados no registrados, se observa una tendencia a la mayor confluencia relativa entre el 2003 y el 2012, pero la última medición significa un cambio de esa tendencia (2014), producto probablemente de las menores posibilidades de los jefes de estos hogares para seguir el ritmo inflacionario.
Analizando por último esta misma información con el interés puesto en la exploración sobre las posiciones intermedias transitado en apartados anteriores, remarquemos aquí que, durante la convertibilidad, aumentaron las diferencias de ingreso per cápita familiar de “corto alcance” en la estructura social entre la mayoría de las posiciones intermedias y los obreros,  tendencias que se revierten –como hemos mencionado- en la última década. Agreguemos ahora (Cuadro 6) que junto con esto, y de manera consistente, se verifica al respecto (al menos con las limitaciones en la medición de los hogares de altos ingresos que tiene la EPH) la franca disminución de las brechas sociales entre la burguesía (considerando aquí a los grandes capitalistas y a los gerentes de grandes empresas) y estas posiciones intermedias, tendencia que se observa respecto del comienzo de la postconvertibilidad y, para las categorías asalariadas, también en comparación con los inicios  de los años 90 (con quiebres para algunas categorías en la crisis del 2009, que luego vuelven a la tendencia observada)

IV- Consideraciones finales

En este artículo propusimos una exploración general de los cambios en la estructura de clases en el Área Metropolitana en la post-convertibilidad a partir del desarrollo de un esquema conceptual, indicando además lo que entendemos pueden ser nudos relevantes para el estudio de la diferenciación social de la clase trabajadora, aun cuando su abordaje ha sido embrionario y quedan como señalamientos para una agenda investigativa de más largo aliento.
Asimismo, consideramos que el trabajo realizado puede aportar elementos a la discusión sobre la relación entre modelos de desarrollo y estructura social, que fue simultáneamente cobrando cierta vitalidad en la comunidad local. Entendemos que tal discusión involucra distintos niveles. Por un lado, el debate sobre la caracterización del período y su significación de más largo plazo. Por otro, la reflexión tanto sobre la capacidad de la intervención del Estado para reconfigurar condiciones estructurales propias de un desarrollo periférico, como sobre el lugar que le cabe a tal intervención en la construcción de las formaciones históricas de clase.
Respecto del primer nivel mencionado, al menos en cuanto a los indicadores aquí considerados, es posible concluir que en el relativamente corto período de referencia los cambios operados fueron relevantes, particularmente en lo referido a la estratificación interna de la clase trabajadora, así como clara la orientación asumida por los mismos. Destacamos el crecimiento relativo de los hogares ubicados en posiciones intermedias, la recomposición de las capas formales de la clase trabajadora y el decrecimiento del proletario informal y de los hogares encabezados por trabajadores abiertamente excedentes. En este marco, y avanzando en la construcción de una imagen social territorializada, ratificamos las diferencias relevantes en los perfiles sociales del centro y la periferia del área, pero señalando también que las mismas no parecen haberse profundizado en el período en cuestión.
Junto con ello, observamos que la estructura resultante a fines del 2012 replica la representación relativa que tenían las distintas capas de los trabajadores antes de la convertibilidad, con la excepción de la disminución constante de la presencia relativa de los hogares encabezados por trabajadores formales de cuello azul y el mayor peso actual de los hogares encabezados por trabajadores formales de cuello blanco. Ciertamente, esta constatación general no debe evaluarse al margen de considerar el carácter procesual que tiene la formación de la estructura de las relaciones de clase, y por tanto, las crisis y reestructuraciones involucradas entre ambos puntos, pero colabora sí en mensurar la significación que tuvieron las transformaciones más recientes en un horizonte de más largo plazo.
El análisis de transiciones socio-ocupacionales de los jefes de hogar ha permitido observar una dinámica que se distingue de la verificada por otros estudios durante los años noventa, fundamentalmente por la  menor presencia de las transiciones al desempleo y la informalidad. En este caso, tras la  constatación de un marco general de fuerte segmentación de los mercados de trabajo, ha sido posible dimensionar tanto la presencia de transiciones que dan cuenta de la recomposición de la clase trabajadora formal como de aquellas que involucran una recurrencia en la informalidad  y, en medida menor, en la posición de excedente de fuerza de trabajo en el período de crecimiento económico, este último atributo central a partir del cual discriminar procesos de marginalidad.
Pudieron establecerse las tendencias hacia una menor desigualdad de ingresos entre los hogares de los grupos fundamentales, así como entre las posiciones intermedias y los obreros registrados. Estas tendencias se verifican tanto desde el inicio de la postconvertibilidad como con respecto al inicio de la década de los noventa. La clase trabajadora formal y las posiciones intermedias de la estructura aparecen como relativamente favorecidas en el período por un proceso de disminución de la desigualdad de ingresos de los hogares.
Por otro lado, no pudo localizarse, una tendencia a la convergencia relativa entre los ingresos per cápita de los hogares de los trabajadores formales e informales. Observamos que incluso respecto de distintas capas del proletariado informal, estas brechas se invierten entre la convertibilidad y la postconvertibilidad, de manera consistente con la influencia que pasó a tener la determinación y sostenimiento del salario de los trabajadores registrados jefes de esos hogares a través de negociaciones colectivas periódicas.  Aún en este marco general, durante la primera década de la postconvertibilidad otras políticas articuladas lograban empujar una morigeración de las brechas entre los asalariados registrados y los no registrados, disminución que no alcanza al final del período.
A lo largo de nuestra investigación, consideramos productivo trabajar con un esquema que haga presente y permita explorar los procesos de diferenciación social entre capas al interior de las clases consideradas fundamentales, en atención, entre otras cuestiones, a las características propias de las formaciones periféricas. Al avanzar, entendimos también que el mismo podía contribuir a hacer observable y problematizar las relaciones entre estructura social y modelos de desarrollo. Justamente y en referencia a los debates antes apuntados, consideramos que la variación en la significación de tales capas al interior de la clase trabajadora en los distintos períodos estudiados indica que en los procesos de diferenciación social de la fuerza de trabajo se expresa la determinación estructural propia del carácter periférico de esta formación, pero también el resultado cambiante de estructuras y estrategias de acumulación (Gordon, et.al, op.cit; Jessop, 1983) en articulación y/o conflicto con determinadas formas históricamente desarrolladas de intervención social del estado.29 Importa enfatizar que este planteo vincula el despliegue de los segmentos de clase a una dinámica de cambio social, en la medida en que tales segmentos se definen a partir de una jerarquía distinta de intereses al nivel del modelo de desarrollo y que cada modelo mismo (Gordon et.al, op.cit.) es producto y expresión de confrontaciones y alianzas entre clases y segmentos.
En ese sentido, el importante cambio en aspectos relevantes de la orientación social del Estado que se observa en las medidas del nuevo gobierno nacional, refuerza a nuestro entender el interés por un balance del período que se cerró y abre interrogantes sobre las continuidad de las tendencias y configuraciones sociales descriptas.

Notas

3 El enfoque teórico-relacional del análisis de clase tiene amplia difusión a nivel internacional, reconociendo una amplia diversidad interna y conduciendo a esquemas productivos en términos del análisis comparado (Wright, 2005).

4 Uno de los más importantes ha sido el llamado debate sobre las clases medias, v.g. Braverman (1974); Dahrendorf (1959); Poulantzas (2002); Goldthorpe (1979); Giddens (1992); Carchedi (1977), Wright (1989); Burris (1986).

5 Desde la perspectiva que se despliega en este trabajo, las posiciones de clase divergen en la medida en que expresan intereses mutuamente contradictorios (para una elaboración contemporánea de esta premisa, ver Wright, 2015)

6 La distinción manual/no manual se construyó atendiendo operativamente al tipo de objeto generado por el conjunto de tareas o acciones concretas realizadas en el proceso de trabajo específico de cada ocupación, independientemente de la rama a la cual pertenece el establecimiento. (Clasificador Nacional de Ocupaciones-INDEC, 2001)

7 De manera relativamente “tardía” en relación a la preocupación por este tema en nuestros territorios, se desarrolla actualmente un debate sobre el carácter del llamado precariado de los países centrales (Castels, 2010; Standing, 2013; Wright, 2015a)

8 El esquema diseñado reconoce entre sus antecedentes el realizado por Portes, pero no asume los supuestos del autor distanciándose en distintos puntos, fundamentalmente en lo referido a la consideración de la posesión de “activos” como conceptualmente a la par de la fuerza de trabajo; la incorporación del nivel educativo individual como criterio, y la caracterización de los trabajadores con estudios universitarios como formando parte de la clase dominante.

9 La idea básica que está en el centro del segmentacionismo (Piore, 1983a y 1983b; Gordon et al 1986) y que es productivo retener aquí, es que los trabajadores se insertan en segmentos divergentes del mercado de trabajo y que existen barreras que obstaculizan el acceso a determinados segmentos, en desmedro de la estabilidad y la movilidad de parte de la fuerza de trabajo.

10 La consideración de las relaciones de tercerización no es posible operativamente por las limitaciones de la  información disponibilizada por la EPH-INDEC. Para una aproximación de su incidencia ver Perelman, 2014.

11 Recordemos que la pequeña burguesía es la “clase media” tradicional de las formaciones capitalistas, constituida por los productores independientes. A diferencia de otras capas de formación posterior (cuya caracterización –como retomaremos - es objeto de debates en el campo disciplinar), el carácter de clase de este grupo es considerado ya en los escritos clásicos en atención a su carácter “transicional”: la pequeña burguesía expresa relaciones sociales de cuño histórico anterior al despliegue capitalista (la producción simple de mercancías) y su posición no es definida centralmente por las relaciones de explotación de fuerza de trabajo.

12 En términos teórico-metodológicos, se abren diferencias entre el esquema propuesto por este acercamiento y otros de reconocida relevancia en la comunidad académica local. No seguimos aquí la clasificación tripartita en clase alta, clases medias y clases populares, adoptada por Germani en “Estructura Social de la Argentina” (1955) y de amplia influencia posterior. Germani tendió a un esquema de estratificación que se basó operativamente en la ocupación como indicador pero  incorporó como criterio jerarquizante una dimensión de prestigio, que es ajena a la perspectiva teórico-metodológica de nuestra investigación.  Entre otras diferencias resultantes valga enfatizar aquella que puede ser significativa atendiendo a la ascendencia analítica y política (Visacovsky y Garguin, 2009)  de esta perspectiva: Germani distinguió una amplia clase media local, incluyendo en ella (entre otras posiciones) lo que él denominó “clase media inferior dependiente” cuyo referente empírico son los “empleados subalternos” ya sea de la industria, el comercio y/o los servicios. En nuestro esquema, tales asalariados sin calificación profesional ni ejercicio de autoridad, son caracterizados como formando parte de la clase trabajadora, siguiendo criterios clásicos al interior de la tradición que se funda en Marx. Al respecto, adoptamos aquí la tesitura tempranamente explicitada por Braverman quien señala que tal definición de las posición de clase de los trabajadores de los servicios como distinta de la de los trabajadores de cuello azul, se basa en características secundarias y que tal caracterización no debe derivarse de las (diversas) formas concretas del trabajo sino de su forma social (Braverman, 1974: 401 y 470). La mencionada influencia puede rastrearse en Torrado (1992), quien “reagrupa” la estratificación propuesta (que la autora presenta como inscripta en la tradición del materialismo histórico), con un “clasificador de clase social” tripartito, utilizando para tal efecto criterios que “se relacionan más con la forma simbólica con que dichos colectivos existen en la cultura política argentina” (Torrado, op.cit 505). Posteriormente, la distinción manual-no manual como criterio demarcatorio entre los bordes entre las clases medias y las clases populares resulta quedar en sintonía con criterios operantes en el análisis de clases contemporáneo desde una perspectiva no marxista, como los subyacentes en el dominante esquema de Goldthorphe. Tal distinción es retomada más recientemente en la comunidad local, por ejemplo por Dalle (2016), autor que ofrece una articulación entre la tradición germaniana y perspectivas neoweberianas. Por su parte, Dalle observa que en nuestro país existe una relación de movilidad muy fluida tanto en términos inter como intrageneracionales entre el mencionado estrato y los trabajadores manuales calificados, localizando incluso familias con miembros en estas dos posiciones que comparten por tanto oportunidades y estilos de vida. Entendemos que estas observaciones sugieren reconsiderar si, aún desde una perspectiva weberiana (para la cual las clases se integran en el nivel demográfico por aquellas situaciones de clase entre las cuales el intercambio personal e intergeneracional es frecuente y típico) es pertinente atribuir a esta distinción manual/no manual, un carácter de clase. Como ya se indicó, en nuestro análisis se incorpora tal distinción para la exploración de la diferenciación interna de los trabajadores sin otorgarle tal carácter, entendiendo que las diferencias sustantivas refieren a aquellas entre posiciones que tienen intereses contradictorios respecto de la producción de lo social, oposición que no se sostiene entre trabajadores que se distinguen según el producto de su labor.

13 La orientación de tal intervención responde a las variaciones en los requerimientos de mano de obra (derivadas del ritmo y naturaleza del proceso de acumulación) y al peso que las estrategias económicas asignan al consumo de los asalariados en el mercado interno (Cortés y Marshall, 1991). La misma es producto, al tiempo que indicador, de la alianza social que intenta articular el estado (y ciertamente del poder relativo del conjunto de los trabajadores, y del de sus distintos sectores, en dicha coalición). 

14 Si bien esta decisión dista de ser óptima, especialmente en los hogares con doble o múltiple proveedor, aparece como una aproximación teórico-metodológica-operativa económica y más acertada que considerar la posición de cada individuo según su propia inserción socio-ocupacional. 

15 Se modificó la regulación del salario, el derecho de huelga y el alcance y contenidos de la negociación colectiva; se crearon modalidades contractuales temporarias, se redujeron los aportes empresarios a la seguridad social y las asignaciones familiares y se introdujo un seguro privado para accidentes y enfermedades de trabajo, limitando las compensaciones (Cortés y Marshall, 1999: 207). Asimismo, dejaron de ser reajustados los salarios básicos por convenio, debilitándose marcadamente el impacto homogenizador que históricamente tenía en este aspecto la negociación colectiva en la Argentina (Marshall y Perelman, 2004).

16 La consecuente devaluación supuso en primera instancia una fuerte transferencia de ingresos en desmedro de los trabajadores. El salario real se redujo en un 25% para los trabajadores registrados y en más de un 30% para los no registrados.

17 En cuanto a las medidas de política laboral destacamos la protección contra el despido, a través de la prórroga de la obligación de doble indemnización vigente hasta el 2007 y del Programa de Recuperación Productiva con subsidios temporarios a las empresas en la crisis internacional del 2008; el estímulo a la registración del empleo a través de múltiples instrumentos (una renovada política de inspección del trabajo; reducción de contribuciones patronales para el nuevo empleo en empresas con restricciones económicas; simplificación registral; recuperación del principio de solidaridad entre las empresas en la subcontratación; nuevas normativas para sectores de altos niveles de precariedad); el aumento del salario mínimo vital y móvil en articulación con el impulso de las negociaciones colectivas y, la Ley de Promoción del Trabajo Registrado y Prevención del Fraude Laboral, entre otras.  Junto con estas, un conjunto de otras políticas tuvieron impacto en el bienestar de los hogares y por tanto incidencia específica en la regulación de la participación de la fuerza de trabajo en el mercado laboral, entre ellas, la implementación del Plan de Inclusión Previsional del 2005; los aumentos de las jubilaciones primero por decreto y luego por La Ley de Movilidad Previsional del 2008, la re-estatización del sistema jubilatorio y la Asignación Universal por Hijo, que extiende el sistema de  asignaciones familiares a los trabajadores no registrados y temporarios, desocupados, trabajadores de servicio doméstico y monotributistas sociales.

18 Dada la falta de información sobre nivel de capitalización de los cuentapropistas en la EPH puntual (previa al 2003), para posibilitar la observación de la evolución de la estructura en el más largo plazo se realizó una estimación utilizando el ingreso de la ocupación principal como indicador para la discriminación interna de los autónomos, considerándose como línea el salario medio de los asalariados no registrados (los jefes de hogar con ingresos iguales o menores a esta línea de corte se incorporaron al proletariado informal). Si bien esta propuesta permite la comparación dista de ser óptima en términos teórico-metodológicos en tanto incorpora a la misma categorización un atributo no estructural.

19 Lamentablemente, el conjunto de variables correspondientes al CNPV 2010 no han sido disponibilizadas con el nivel necesario de desagregación por el INDEC al momento de este análisis.

20 Consideramos que un análisis sustantivo de estas dinámicas implica una agenda investigativa a desarrollar con otras fuentes y niveles de profundidad. Otro proceso históricamente relevante de diferenciación al interior de los trabajadores es el que remite a las capas ocupadas en sectores de acumulación relativamente privilegiados. Proceso referenciado generalmente como de formación de una “aristocracia obrera” (Engels, 1845; Hobsbawn, 1978; etc.). Si bien este proceso ha sido tematizado en parte de la bibliografía apelando también a las imágenes del aburguesamiento de la clase obrera o a la asimilación de estas capas a los sectores medios (Goldthorpe et al, 1968), el análisis desde una perspectiva crítica no supuso en general una puesta en discusión del carácter de clase de estas capas de trabajadores.

21 Esta propuesta, que está en sintonía con lo planteado ya por Carchedi, supone la idea de desplazar la pretensión del carácter de clase unívoco de las posiciones (y aún de las localizaciones de los individuos en la estructura de clases), localizando posiciones que participan de los intereses contradictorios de las clases fundamentales.

22 Es pertinente advertir que este contorno no agota el conjunto de posiciones que desde otras perspectivas teóricas –como v.g.las de influencia germaniana ya mencionadas- o bien en los procesos de enclasamiento subjetivo, son considerados con frecuencia como sectores medios. Vimos que aquellos abordajes suelen comprender como sectores medios al conjunto o buena parte de los asalariados formales de cuello blanco, posiciones cuya presencia en la estructura social de la Región ha experimentado justamente el incremento mayor durante el período estudiado (del 15 al 22% de los hogares). En la mencionada línea, Dalle (op.cit. 2016) observó para el total urbano nacional una expansión de las allí llamadas clases medias del 43,7 al 47%, involucrando en las mismas (junto con las posiciones intermedias consideradas por nosotros) a los empleados administrativos de rutina. Independientemente de las caracterizaciones diferentes de estos estratos que se derivan de las diversas perspectivas teóricas, la consideración conjunta de los guarismos aquí comentados permite dar cuenta entonces de una mayor presencia relativa de las posiciones intermedias en esta Región y de  una expansión mayor de las mismas en este territorio en comparación con el conjunto del área urbana nacional.

23 Los sectores de actividad en los que se inserta esta capa de la pequeña burguesía son predominantemente los mismos que al inicio del período. En el caso de los jefes de hogar cuentapropistas con capital, las dos terceras partes son comerciantes o desarrollan algún oficio de la construcción. La heterogeneidad de la inserción de los autónomos profesionales y técnicos es mayor, destacándose la prestación de servicios sociales básicos (actualmente uno de cada cuatro) y, en menor medida, la prestación de servicios legales y/ o vinculados al transporte y las comunicaciones. Sin desmedro de estos perfiles dominantes, se observan cambios relativos, destacándose en todas las subcategorías la disminución del peso relativo de la inserción en manufactura.

24 Para una discriminación productiva de las dimensiones involucradas en un análisis en profundidad de este grupo ver Donaire, R. (2010)

25 La EPH tal como es relevada en la actualidad, permite el seguimiento de cada hogar e individuo, a lo largo de un año y medio en cuatro observaciones trimestrales discontinuas (con un semestre de salida de la muestra), renovándose la muestra también por cuartos (INDEC, 2004. En este estudio reconstruimos la totalidad de paneles posibles en los dos tramos mencionados, con el objetivo de analizar las transiciones “punta a punta” (esto es, entre el primer y el último relevamiento en el que el hogar es encuestado) de la población del Aglomerado Gran Buenos Aires. Restringimos el análisis al conjunto de activos mayores de 14 años y menores de la edad jubilatoria obligatoria, considerando como tal los 65 años en el caso de los varones y los 60 años en caso de las mujeres. De esta manera se minimizó el sesgo hacia la inactividad que resultaría de incorporar individuos de edades más avanzadas.

26 Respecto del carácter de la diferenciación social entre trabajadores formales e informales y excedentes, en un trabajo anterior, exploramos la hipótesis de la cristalización de una diferenciación, que pueda ser considerada como socialmente sustantiva, entre aquellos trabajadores desocupados de larga duración, o que tienen inserciones laborales extremadamente irregulares, y el resto de la clase obrera,  atendiendo para ello a las condiciones de su formación, la intensidad de tal diferenciación y a las posibilidades de su incorporación a la explotación capitalista. Lo hicimos a partir del seguimiento de sus trayectorias  inergeneracionales y familiares tanto para el período de crisis de la convertibilidad como para el momento de reactivación postconvertibilidad (Maceira, 2010). Con las limitaciones de una investigación con una ventana temporal de mediano plazo, señalamos entonces que no podíamos afirmar, en conjunto, que estas fracciones más desaventajadas fuesen fuerza de trabajo supernumeraria de larga data, ni que presentasen una fractura social respecto del resto de la clase, ni que se hubiese constituido hasta el momento de la investigación una dinámica de absorción/no absorción que reproduzca la exclusión social definitiva de un segmento del ejército activo.  En un trabajo posterior, Elbert (2016) retoma este orden de preocupaciones explorando el carácter de la diferenciación entre proletariado formal e informal, analizando para ello los vínculos temporales (trayectorias laborales) y mediatos (relaciones familiares) entre ambas fracciones de clase, en base a datos del CEDOP-UBA (2007). De acuerdo al autor, poco más de la mitad de los individuos ubicados en el proletariado formal tuvo al menos una experiencia laboral en la economía informal. Por otra parte, entre las personas del proletariado informal, las trayectorias mixtas abarcan alrededor de un tercio de la población. Asimismo, explorando el universo de hogares de la muestra con dos proveedores, concluye que poco más del 40% son heterogéneos respecto de la condición de informalidad de la pareja.

27 La excepción al respecto remite a los asalariados con cargo de jefatura –cuyo número era sin embargo especialmente reducido al inicio del período como para ser conclusivos al respecto- pero que muestra una tendencia sostenida a ampliación de brechas.

28 Estas últimas observaciones respecto del ingreso per cápita familiar de los hogares realizadas para el nivel de la estructura social son relativamente consistentes con las verificadas respecto de los ingresos individuales provenientes de la ocupación hasta el 2010, por Vera y Salvia (2011), cuando señalaron el sostenimiento de las divergencias en la evolución del ingreso de la ocupación del segmento formal del mercado de trabajo y algunos segmentos informales, en el área de referencia.

29 En un sentido relativamente confluyente, en su reciente discusión con Standing respecto de la caracterización del precariado, Wright ha sugerido la pertinencia de fundar las diferencias entre segmentos de clase al nivel de lo que el autor considera, (retomando la metáfora de los juegos) “las reglas del juego” que definen distintos “tipos de capitalismo” (Wright, 2015 a.). La estimulante reflexión de Wright lo inclina sin embargo a considerar que el precariado no es en sí un segmento de clase, al menos en las formaciones centrales que analiza, entendiendo que en todo caso la precariedad es una condición histórica general de la clase trabajadora (Wright, 2015 b).

Bibliografía

1. Basualdo E. (2008). La distribución del ingreso en la Argentina y sus condicionantes estructurales. En Memoria Anual del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). Buenos Aires. Observatorio Latinoamericano de Geopolitica. www.geopolitica.ws

2. Beccaria, L. y Maurizio, R. (2001) Movilidad laboral e inestabilidad de ingresos en Argentina. Trabajo presentado en Segunda Reunión anual sobre Pobreza y Distribución del ingreso, organizado por LACEA/BID/BM/UTDT. Buenos Aires.

3. Beccaria, L. y R. Maurizio (2012). Reversión y continuidades bajo dos regímenes macroeconómicos diferentes. Mercado de trabajo e ingresos en Argentina, 1990-2010. En Revista Desarrollo Económico 52 (206), 205-228.

4. Braverman, H. (1974). Trabajo y capital monopolista. México. Editorial Nuestro Tiempo.

5. Burris, V. (1986). The Discovery of the New Middle Class. En Theory and Society 15 (3), 317-349.

6. Carchedi, G. (1977). On the Economic Identification of Social Classes. Londres. Routledge & Kegan Paul.

7. Carchedi, G. (1989). Class and Class Analysis. En Wright, E.O. (1989). The Debate on Classes. London-New York. Verso.

8. Castel R. (2010). El ascenso de las incertidumbres: trabajo, protecciones, estatuto del individuo. Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica.

9. CIFRA-CTA (2010-2014). Informe de coyuntura. Buenos Aires.

10. Cortés R. y J. Graña (2013). Empleo no registrado: algunas hipótesis sobre su persistencia 2003-2011. Trabajo presentado al XI Congreso Nacional de Estudios del Trabajo, organizado por la Asociación de Especialistas de Estudios del Trabajo (ASET). Buenos Aires.

11. Cortés R. y A. Marshall (1999). Estrategia económica, instituciones y negociación política en la reforma social de los noventa. En Revista Desarrollo Económico 39 (154), 195-212

12. Cortés, R. y A. Marshall (1991). Estrategias económicas, intervención social del Estado y regulación de la fuerza de trabajo. Argentina 1890-1990.  En Revista Estudios del Trabajo 1, 21-46.

13. Cortés, R. y Hoszowski, A. (2005). Trayectorias ocupacionales en dos contextos macroeconómicos y regulatorios: un ejercicio con paneles entre 1997-1998 y 2003-2004. Trabajo presentado en VII Congreso de Estudios del Trabajo, organizado por la. Asociación Argentina de Especialistas en Estudios del Trabajo. Buenos Aires.

14. Dahrendorf, R. (1959). Class and Class Conflict in Industrial Society. Stanford. Stanford University Press

15. Dalle, P. (2016). Movilidad social desde las clases populares. Un estudio sociológico en el Area Metropolitana de Buenos Aires (1960-2013). Buenos Aires. Instituto de Investigaciones Gino Germani y CLACSO.

16. Dalle P. (2010). Estratificación social y movilidad en Argentina (1870-2010). Huellas de su conformación socio-histórica y significados de los cambios recientes. En Revista de Trabajo 10, 59 - 83.

17. Danani C. y S. Hintze (coords). .Protecciones y desprotecciones: la seguridad social en la Argentina 1990-2010. Los Polvorines. Universidad Nacional de General Sarmiento.

18. Derber, Ch. (1982). Professionals as workers: mental labor in advanced capitalism. Boston. G. K. Hall and Co.

19. Donaire, R. (2012). Los docentes en el siglo XXI ¿empobrecidos o proletarizados? Buenos Aires, Siglo XXI.

20. Donaire, R.(2010). Los trabajadores intelectuales en Argentina: formulación de un sistema de problemas a partir de una caracterización general de su inserción ocupacional. Buenos Aires. PIMSA.

21. Elbert, R. (2016). Informalidad en la estructura de clases de Argentina:   Familias, trayectorias laborales e identidad de clase en el proletariado formal e informal. En Revista Trabajo y Sociedad. 27, 501-515.

22. Elizalde, M.; Alazraqui, J.; Crenzel, E.; Esses, M.; Hoxter, P.; La Rocca C.; Muleras, E (1993). La información estadística de las ocupaciones. Una línea de investigación en la construcción de datos primarios. En Revista Estudios del Trabajo 5, 121-153.

23. Engels, F. (1845). Situación de la clase obrera en Inglaterra en 1845. Archivo Marx/Engels.

24. EPH-INDEC (2005). La informalidad laboral en el Gran Buenos Aires. Una nueva mirada. Resultados del Módulo de Informalidad de la EPH. Buenos Aires. Instituto Nacional de Estadísticas y Censos.

25. Esping-Andersen, G. (1993). Los tres mundos del Estado del Bienestar. Valencia, Edicions Alfons El Magnanim,  Generalitat Valenciana/Diputació Provincial de Valéncia.

26. Ferreira, F. et. al (2013). La movilidad económica y el crecimiento de la clase media en América Latina. Washington, D.C. Banco Mundial.

27. Germani G. (1955). Estructura Social de la Argentina. Buenos Aires. Raigal.

28. Giddens A. (1979). La estructura de clases en las sociedades avanzadas. Madrid. Alianza Universidad

29. Goldthorpe, J. H.  (1992). Sobre la clase de servicios, su formación y su futuro. En  Zona Abierta 59-60

30. Goldthorpe, J., Lockwood D., Bechhofer J. y J. Platt (1968). The affluent worker: industrial attitudes and behaviour. Cambridge University Press.

31. Gordon, D., R. Edward y M. Reich (1986). Trabajo segmentado, trabajadores divididos. Madrid. Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.

32. Hobsbawm E. (1978). Lenin y la “aristocracia obrera. En Revolucionarios. Ensayos contemporáneos. Barcelona. Editorial Ariel.

33. Iñigo Carrera, N. y Podestá, J. (1985). Análisis de una relación de fuerzas sociales objetiva: caracterización de los grupos sociales fundamentales en la Argentina actual. En Cuadernos de CICSO  46.

34. Jessop, B. (1983). Accumulation Strategies, State Forms, and Hegemonic Projects. En Kapitalistate 10, 89-111.

35. Jorrat, J. (2008). Percepciones de clase en la Argentina. En  Revista Estudios del Trabajo 36, 49-83.

36. Jorrat, R. y Sautu R. (comps.) (1992) Después de Germani: Exploraciones en Estructura Social de la Argentina. Buenos Aires. Paidós.

37. Lepore, E. y D. Schlesser (2006). La heterogeneidad del cuentapropismo en la Argentina actual. Una propuesta de análisis y clasificación. En Serie Trabajo Ocupación y Empleo 4. Buenos Aires. Ministerio de Trabajo, Seguridad y Empleo.

38. Maceira V. (2015) . Un abordaje teórico-metodológico para la investigación de la estructura, la movilidad social y las condiciones de vida: la propuesta ENES-PISAC. En Revista Latinoamericana de Metodología de las Ciencias Sociales 5 (2).

39. Maceira V. (2010) Trabajadores del conurbano bonaerense. Heterogeneidad social e identidades obreras. Rosario, Ediciones Prohistoria.

40. Marshall A. y L. Perelman L. (2004). Cambios en los patrones de negociación colectiva en la Argentina y sus factores explicativos. En Estudios Sociológicos, XXII (65).

41. Marx, K. (1975). El capital. Barcelona. Siglo XXI Editores.

42. Murmis M. (1974). Tipos de capitalismo y estructura de clases. Buenos Aires. Ediciones La Rosa Blindada.

43. Nun  J.y Portatiero J. C. (1986).  Ensayos sobre la transición democrática en la Argentina. Buenos Aires.Puntosur editores.

44. Nun, J. (1969).  Superpoblación relativa, ejército industrial de reserva y masa marginal. En Revista Latinoamericana de Sociología 2.

45. Nun, J., Murmis, M. y J. C. Marín (1968).  La marginalidad en América Latina. Informe preliminar. Documento de Trabajo. Buenos Aires. Instituto Torcuato Di Tella. Centro de Investigaciones Sociales

46. Palomino H. (2007). Por qué la precariedad no es un fenómeno inevitable del capitalismo contemporáneo? El debate incipiente sobre la instalación de un nuevo régimen de empleo en la Argentina. Trabajo presentado al VIII Congreso Nacional de Estudios del Trabajo, organizado por la Asociación de Especialistas de Estudios del Trabajo. Buenos Aires. 

47. Paz, J. (2003). Transiciones en el mercado de trabajo y protección laboral en la Argentina. Estudio basado en datos de la EPH, 1997-2002. Trabajo presentado en el Seminario Historias laborales y frecuencia de aportes al Sistema de Seguridad Social, organizado por OIT y Secretaría de Seguridad Social. Buenos Aires.

48. Perelman, L. (2014). La tercerización y el mercado de trabajo: aportes y propuestas. En Basualdo Victoria y Diego Morales (coords.) La tercerización en América Latina y en la Argentina. Aportes sobre su desarrollo, formas de conceptualización e impactos. Buenos Aires. Siglo XXI Editores

49. Piore, M. (1983). Notas para una teoría de la estratificación del mercado de trabajo. En Toharía Luis (comp.). El mercado de trabajo: teorías y aplicaciones. Lecturas seleccionadas. Madrid. Alianza editorial.

50. Portes A. y R. Schauffler (1993). Competing  Perspectives on the Latin American Informal Sector. En Population and Development Review 19 (1).

51. Portes A. y K. Hoffman (2003). Las estructuras de clase en América Latina: composición y cambios durante la época neoliberal. En Serie Políticas Sociales.68. Santiago de Chile. CEPAL.

52. Portes, A., M. Castells y L. A. Benton (1989). The Policy Implications of Informality. En Portes, A, M. Castells y L. A. Benton (eds) The Informal Economy: Studies in Advanced and Less Developed Countries. New York City.Johns Hopkins University Press.

53. Poulantzas, N. (1977). Las Clases Sociales en el capitalismo actual.  Madrid. Siglo XXI de España Editores.

54. Salvia, A. y J.Vera (2011). Cambios en la estructura económica-ocupacional durante fases de distintas reglas macroeconómicas. Trabajo presentado al X Congreso Nacional de Estudios del Trabajo, organizado por la Asociación de Especialistas de Estudios del Trabajo. Buenos Aires. 

55. Sautú R. et al. (2010). Las clases sociales según Gino Germani. En Mera y Rebón (coords.). Gino Germani. La sociedad en cuestión. Buenos Aires, IIGG-Clacso.

56. Schijman A. y G. Dorna. Clase media y clase media vulnerable. Evidencia empírica de la volatilidad intrageneracional de los sectores medios en Argentina . En Desarrollo Económico- Revista de Ciencias Sociales 52, 179-203.

57. Standing G. (2013)  El precariado. Madrid. Pasado y Presente.

58. Torrado, S. (1992). Estructura social de la Argentina: 1945-83. Buenos Aires. De la Flor.

59. Torrado, S. (1998) Familia y diferenciación social. Cuestiones de método. Buenos Aires, EUDEBA.

60. Torres H. (2001). Cambios socio-territoriales en Buenos Aires durante la década de 1990. En EURE XXVII (080).

61. Visacovsky S. y E. Garguin (comps.) (2009) Moralidades, economías e identidades de clase media: Estudios históricos y etnográficos. Buenos Aires. Antropofagia.

62. Wright, E.O.(1989). The Debate on Classes. London-New York.Verso.

63. Wright, E. O. (1994). Clases. Madrid. Siglo XXI.

64. Wright, E. O. (2015 a) Understanding Class. London. Verso.

65. Wright, E. (2015 b)  Workshop sobre análisis de clase. Facultad de Ciencias Sociales. Universidad de Buenos Aires.

66. Wright, E. O. (ed.) (2005) Approaches to class analysis. Cambridge University Press.

67. Wright, E. O. (1997). Class Counts. Comparative Studies in ClassAnalysis.  Cambridge University Press.