ARTÍCULOS
Sindicalismo argentino en el Mercosur. Estrategias de acción de CGT y CTA (2003-2015)1
Tania J. Rodriguez2
2 Licenciada en Ciencia Política (UBA), Magíster en Sociología Económica (IDAES-UNSAM), Doctoranda en Ciencias Sociales (UBA). Docente de Ciencia Política y Relaciones del Trabajo en UBA. Contacto: rodrigueztaniaj@gmail.com
1 Este artículo está basado en trabajo de investigación desarrollado para la elaboración de mi tesis de maestría (2017).
Recibido: 23/2/2018
    Aceptado: 24/7/2018
Resumen
 El siglo XXI comenzó para América Latina con crisis  económicas y crisis políticas en algunos países del continente, incluidos  aquellos cuyos gobiernos habían sido considerados ejemplares a la hora de  aplicar las políticas promovidas por el Consenso de Washington (1989). La  llegada de gobiernos posneoliberales puso de manifiesto la necesidad  de construir otros consensos que posibilitaran reactivar las economías y salir  del estrangulamiento externo por el que atravesaban tras la experiencia de los  modelos aperturistas desregulados. En ese contexto, los gobiernos de Argentina  y Brasil acudieron al Mercado Común del Sur (Mercosur) como plataforma de  coordinación de políticas y mercados regionales con el fin de reactivar las  economías nacionales. A su vez, los gobiernos posneoliberales implementaron  políticas de reactivación del consumo interno y fomentaron la creación de  empleo. En Argentina, esto se vio acompañado por la recuperación de  instituciones laborales de negociación salarial y de protección de derechos de  los trabajadores. Como consecuencia de este cambio en la estructura de  oportunidades, del aumento de la conflictividad laboral y de la tasa de  afiliación, los sindicatos recobraron protagonismo en la puja distributiva. 
  En este trabajo nos preguntamos acerca de qué estrategias de  acción definieron las centrales sindicales ante el cambio de escenario a nivel  nacional y el relanzamiento del Mercosur en el período 2003-2015. Estudiamos  las estrategias desplegadas por las centrales argentinas CGT y CTA a partir del  cambio en la estructura de oportunidades que supuso el otro modelo de  acumulación, otro gobierno y el protagonismo histórico de las organizaciones  sindicales en los ámbitos sociolaborales del Mercosur. Afirmamos que las  centrales obreras consolidaron en este período sus recursos de poder a partir  del lugar que ocuparon en la coalición política gobernante y que dicha posición  de integración les posibilitó sostener la definición de agendas regionales, a  pesar de que la dinámica de funcionamiento de los órganos sociolaborales del Mercosur  fue moderada. 
Palabras clave: Sindicalismo; Mercosur; Integración regional; Recursos de poder.
Abstract
 The twenty-first century began for  Latin America with economic and political crises in some countries of the  continent, including those whose governments that had been considered exemplary  when implementing policies promoted by Washington Consensus (1989). When  post-neoliberal governments arrived at the beginning of the century, the need  to build other agreements was evident to reactivate national and regional  economies and overcome the external bottleneck they were going through after  the experience of deregulated liberal models. In this context, governments of  Argentina and Brazil turned to Southern Common Market (Mercosur) as a platform  to coordinate regional policies and markets in order to reactivate national  economies. At the same time, post-neoliberal governments implemented policies  to recover domestic demands and promoted employment growth. In Argentina, this  was accompanied by the recovery of wage bargaining labor institutions and protection of workers’ rights. Changes  in structure of opportunities, increase in labor disputes and increase in union  membership rate strengthened unions in distributive competing. 
  In this paper, we study union’s  strategies in a changing situation at domestic level with new government  and the new period for Mercosur between 2003 and 2015. We study the strategies  deployed by CGT and CTA, Argentine trade unions confederations based on changes  in structure of opportunities from other economic project, other  government and historical importance of trade union organizations in Mercosur  socio-labor institutions. We affirm trade unions consolidated their power  resources in this period from the place they occupied in governing  political coalition and that position allowed them to sustain agendas in  regional level, even though the dynamics of the functioning of socio-labor  institutions of Mercosur was moderate. 
Keywords: Unionism, Mercosur; Regional integration; Power resources.
El sindicato nace y se desarrolla, no por una energía  autónoma, sino como una reacción a los males determinados por el desarrollo del  sistema capitalista en perjuicio de la clase trabajadora.  
  Antonio Gramsci 
No existe para el Peronismo más que una sola clase de  hombres: los que trabajan.
Juan D. Perón
Introducción
La llegada al gobierno de proyectos y liderazgos progresistas  y de izquierda en América del Sur a principios del siglo XXI inauguró una nueva  etapa histórica para la región que ha sido denominada como etapa  “posneoliberal”.3 El cuestionamiento por parte de aquellos nuevos gobiernos  a la lógica neoliberal que hegemonizó la matriz ideológico-política en América  Latina durante más de tres décadas, junto con la decisión de profundizar los  lazos de integración social y unidad política en la región, impregnó la discusión de la agenda  integracionista, en particular, en el Mercosur, que ingresó desde 2003 hasta  2015 en una etapa de integración positiva en la que se fortalecieron las  llamadas agendas no-comerciales. Denominamos a esta etapa como consolidación  positiva del Mercosur. 
En Argentina, tras la crisis económica, social y política de  2001, se abandonó el patrón de acumulación basado en la especulación financiera  y se inició un proceso de recuperación económica al que algunos autores  denominaron modelo de la postconvertibilidad (Basualdo, 2006; Azpiazu y  Schorr, 2010), cuyo inicio estuvo dado por la salida de la Ley de  Convertibilidad en 2002 y por los cambios sustanciales en el papel que asumió  el Estado en materia económica.4
A partir  de la recuperación de instituciones laborales y una marcada decisión de  fomentar el empleo, dinamizar el consumo interno para sostener la recuperación  de la producción e incrementar la capacidad adquisitiva de los asalariados  durante los años de gobiernos kirchneristas,5 las  organizaciones sindicales recobraron niveles de protagonismo en la disputa  salarial que habían perdido durante la década de los noventa como consecuencia  de los efectos de las reformas neoliberales sobre el sistema de relaciones  laborales y de la complicidad de un sector del sindicalismo que acompañó dichas  políticas de ajuste económico y flexibilización laboral.6 El  resurgimiento o revitalización sindical se explica por un conjunto de  cambios económicos, políticos y jurídico-laborales transcurren en la etapa que se inicia en  2003, etapa de reactivación económica y de intervención estatal en el modelo  económico (Senén González y Del Bono, 2013; Natalucci, 2013). 
La sintonía gobiernos-sindicatos fue también clima de época  en algunos países de la región. La integración entre gobiernos de izquierda y  centrales obreras tuvo terreno fértil tras la asunción del gobierno del Partido  dos Trabalhadores en Brasil y del Frente Amplio en Uruguay. Este escenario  generó expectativas en las centrales sindicales con participación activa en los  órganos sociolaborales del Mercosur, ya que por primera vez desde la creación  del bloque regional, convergían gobiernos en cuyas plataformas políticas se  manifestaban reivindicaciones del movimiento obrero y de la agenda de derechos  ciudadanos. 
¿En qué medida y de qué forma cristalizaron estas agendas  sociolaborales en el Mercosur en el período posneoliberal? ¿Qué  elementos del plano nacional y del plano regional explican la capacidad de  coordinación con otras centrales sindicales? La hipótesis que planteamos es que  durante el período 2003-2015 las centrales sindicales sostuvieron sus recursos  de poder en el Mercosur a partir de la participación en la coalición política  gobernante, estrategia que denominamos de integración institucional. Para  corroborarla, realizaremos en este trabajo un recorrido por las acciones de las  centrales sindicales argentinas durante el período 2003-2015. La propuesta  apunta a comprender de qué manera se desarrolló la acción regional de la  Confederación General del Trabajo (CGT) y la Central de Trabajadores de la  Argentina (CTA) que se encuentra dividida en CTA-Trabajadores (CTA-T) y  CTA-Autónoma (CTA-A). Estas tres confederaciones forman parte de la  Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur (CCSCS), principal actor  sindical de la región e interlocutor de los trabajadores del Mercosur. 
En la primera parte del trabajo presentamos los debates y  conceptos teóricos sobre los que realizamos los interrogantes acerca de la  acción sindical regional en el Mercosur. En la segunda parte, introducimos una  caracterización sobre la dinámica laboral en el Mercosur durante la década de  los noventa a fin de identificar, más adelante, las especificidades del período  2003-2015. En la tercera parte, estudiamos la dinámica laboral en el ámbito  nacional, con énfasis en la relación entre centrales sindicales argentinas y  los gobiernos kirchneristas. En la  sección final presentamos, a través de las voces de los actores sindicales, un  análisis de las estrategias desplegadas en el Mercosur. 
Debates sobre la acción colectiva transnacional
 Desde las teorías de la acción colectiva se han estudiado las  modalidades de acción global o transnacional de actores no estatales (Della  Porta y Tarrow, 2004; Mc Adam, Tarrow y Tilly, 2001) como los movimientos  sociales definidos como actores (grupos, organizaciones, ciudadanos) que se  expresan a partir de desafíos colectivos compartidos, tienen objetivos comunes  y solidaridades en su interacción (Tilly, 1978) y logran unir fuerzas para  enfrentarse a su oponente con estructuras de conexión y marcos culturales  consensuados (Tarrow, 1997). Se constituyen en movimientos sociales  transnacionales en la medida en que logran o son capaces de crear,  coordinar y mantener dicha interacción –que puede asumir modalidades de  movilización social o influencia pública en el campo social que definan– a  través de las fronteras estatales (Khagram, Riker y Sikkink, 2002). 
  ¿Cómo se conjuga la perspectiva internacionalista de la  acción colectiva con la acción sindical regional? Según las teorías de la  acción colectiva transnacional, la globalización provee de suficientes recursos  a los activistas, de modo que las oportunidades políticas –cambios de gobierno,  por ejemplo– se abren también a ellos a fin de que persigan y alcancen sus  objetivos (Tarrow, 2005). Las propias instituciones internacionales se erigen  como estructura de oportunidades políticas sin que ello implique el  desplazamiento de las estructuras domésticas (Khagram et al., 2002). Las  estructuras de oportunidad política se generan en los regímenes internacionales  donde el conjunto de representantes de los Estados discuten las políticas  (ideas) para todos, al tiempo que cada parte busca salvaguardar sus intereses e  imponerlos. Las creencias compartidas y las normas representan, para las redes,  coaliciones y movimientos transnacionales, los “recursos” y “oportunidades  políticas”. 
  En el caso de actores transnacionales que desarrollan  estrategias de acción en el marco de o ante instituciones y escenarios  regionales delimitados por los procesos de integración regional, los  aportes de las teorías de la acción colectiva permiten caracterizar repertorios de acción colectiva que adoptan, en este caso, grupos de carácter sectorial  como las organizaciones sindicales. 
  En 1991, la integración de los mercados comerciales y  financieros para la constitución del Mercosur desató la preocupación de los  movimientos sociales y sindicales ante el peligro que suponía este proyecto de  integración para las conquistas y derechos laborales. Ante este escenario, se  generaron redes de acción colectiva de carácter transnacional con el  objetivo de exigir y demandar a los Estados y hacedores de política pública,  compensaciones frente al costo que conllevaría la apertura comercial y  financiera (Botto, 2010). En los ámbitos de participación sindical delimitados  en la estructura institucional del Mercosur y en los ámbitos sectoriales  regionales, se desarrollan repertorios de insubordinación,  institucionales y de incidencia normativa, con el objetivo de disputar la  orientación del proceso de integración regional a través de la intervención en  el espacio político y de la búsqueda de institucionalización de nuevas demandas  de reconocimiento y redistribución (González, 2013). 
  Entre 1991 y 1994, el Mercosur definió su estructura  institucional (mediante el Protocolo de Ouro Preto) y convalidó el sesgo comercialista  con el que había sido creado. Fue durante esos años que las centrales  sindicales de los países miembros impulsaron propuestas y reclamaron el  reconocimiento institucional de la dimensión social del Mercosur contemplada en  el Tratado de Asunción (1991) que diera origen al bloque. 
  Sin embargo, la eficacia de la acción sindical encaminada a  la construcción del espacio social del Mercosur requirió de un  redimensionamiento del sindicato y de su actividad. En efecto, la puesta en  marcha del bloque regional como zona de libre comercio y unión aduanera, así  como su tendencia a constituirse en una nueva entidad política más o menos  unitaria, provocaron la internacionalización del contexto geográfico, político  y económico de las relaciones laborales. En otras palabras, se internacionalizó  el escenario de las relaciones laborales, y ese nuevo escenario  internacionalizado requería actores sociales también internacionalizados  (Ermida Uriarte, 1997). Ante este  proceso de cambios en las regulaciones internacionales y  regionales del trabajo, fue necesario para los sindicatos y movimientos  sociales coordinar acciones para hacer frente a la nueva plataforma de acción. 
  Sostuvimos en otro trabajo de investigación7 que a  través de las instituciones sociolaborales, el proceso de integración regional  del Mercosur había tenido incidencia en la definición de las estrategias de  acción del sindicalismo en la región. A lo largo de las distintas etapas del  proceso de integración, se pudo observar que la dinámica económico-comercial y  político-institucional del bloque regional modificó las condiciones de la  estructura de oportunidades económicas y políticas ante las cuales se desplegaba  el accionar de la CCSCS como espacio sectorial de nucleamiento de las centrales  sindicales de la región.8
  Desde la perspectiva de la teoría de la movilización de  recursos, Bensusán (2000) afirma que ante los efectos de reestructuración  neoliberal y la conformación de proceso de integración regional, las respuestas  sindicales fueron las estrategias desarrolladas por las centrales  sindicales ante la creación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte  (NAFTA, por sus siglas en inglés) y que, en el caso del Mercosur, respondieron  a las estructuras de oportunidades económicas y políticas –contextos nacionales  y regionales– y a las capacidades sindicales previas de las organizaciones  –trayectorias organizativas y políticas, estructuración interna, liderazgos,  etcétera–.
  La estructura de oportunidades  económicas y políticas (Tarrow, 1997; Robinson, 1998; Bensusán, 2000) es  definida por el conjunto de factores que afectan el poder entre sindicatos y  empleadores y factores de índole política que intervienen para aumentar o  reducir las oportunidades de desempeño de los sindicatos. Se define a las oportunidades  políticas como la apertura de determinadas dimensiones y/o la generación de  algunas circunstancias a partir de las cuales el entorno político alienta o no  la acción colectiva de ciertos grupos (Tarrow, 1997) y a las oportunidades  económicas como aquellas que les permiten a los sindicatos influir en la  toma de decisiones respecto a las medidas que inciden en la vida de los  trabajadores (Bensusán, 2000). El despliegue de las capacidades o recursos de  poder de los sindicatos está influido por la estructura de oportunidades  económicas y políticas del contexto en que se desenvuelven. 
  Considerando que el proceso de integración regional del  Mercosur genera efectos sobre la distribución de costos y beneficios al  interior de los países miembros y sobre los trabajadores, Medwid (2007) afirma  que era de esperar que los sindicatos elaboraran estrategias frente al Mercosur  en función de su impacto. La autora señala que a partir de la percepción de que  la integración afectaba las condiciones del trabajo en los países que lo integran,  los representantes sindicales elaboraron estrategias de acción –a favor o en  contra– en función de la evaluación sobre esos efectos. 
  Para completar el análisis, utilizamos el concepto de recursos  de poder definidos por Korpi (1985) como atributos que proporcionan a los  actores –en este caso, a los sindicatos– que los ejercen/despliegan la  capacidad de sancionar o premiar a otros actores, como la posibilidad de  influir en la toma de decisiones del gobierno. Robinson (1998), por su parte,  identifica entre recursos de poder económicos o industriales, políticos y  organizativos: los primeros permiten a los sindicatos influir sobre el mercado  de trabajo y el proceso productivo, mientras que los recursos políticos  permiten influir en la relación con los partidos y en su relación con el  Estado, y los últimos fortalecen sus estructuras internas. 
  Enfocamos el análisis del despliegue de recursos de poder de  las organizaciones sindicales en tres capacidades definidas en Robinson (1998):  capacidad de coordinación vertical y horizontal y  capacidad política. La coordinación vertical es la capacidad sindical de  promover una acción colectiva coherente y coordinada en todos los niveles  sindicales, desde el local hasta el nacional y, en algunos casos, hasta el  internacional. En este trabajo, la definimos como la capacidad de las centrales  sindicales argentinas CGT, CTA-T y CTA-A de desplegar estrategias a través de  la CCSCS. 
  La coordinación horizontal se define por los grados en  los que las acciones colectivas son coordinadas a través de los sindicatos  dentro de un movimiento laboral a nivel nacional o a través de movimientos  laborales nacionales, a fin de llevar adelante sus demandas o acciones en forma  conjunta. Para nuestro caso, las estrategias desplegadas por las centrales  argentinas en las secciones nacionales de los órganos sociolaborales del  Mercosur. 
  Finalmente, la capacidad política es la capacidad de  influenciar a la opinión pública teniendo en cuenta las cuestiones que deben  estar en la agenda política y la capacidad de influir en las conductas  legislativas y regulatorias de los gobiernos. En este punto, analizamos los  principales temas propuestos por las centrales argentinas en la relación con el  gobierno y el partido de gobierno en el plano local durante la postconvertibilidad argentina. 
  Para responder a las preguntas por la relación entre la  definición de estrategias sindicales frente al Mercosur y el cambio en la  estructura de oportunidades, trabajamos las siguientes hipótesis: 
  1) Las estrategias de acción sindical a nivel regional se  definen a partir de la capacidad de movilizar recursos en el plano nacional y  regional para la supervivencia y preservación de poder. Esto se vio influido  por factores económicos y políticos según el modelo de acumulación vigente y la  orientación que asumió el proyecto de integración del Mercosur. 
  2) Durante el período 2003-2015, dado el cambio de escenario  político regional y la relación de la CGT y CTA con los gobiernos  kirchneristas, las centrales sindicales argentinas desplegaron estrategias de integración  institucional en el Mercosur. Esto es, sostuvieron y reprodujeron recursos de poder sindical a  partir del lugar que ocuparon en la coalición política gobernante, y esto les  permitió sostener la participación en los debates aun cuando la dinámica de los  órganos sociolaborales del Mercosur fue moderada. 
A partir del cambio de gobierno en Argentina luego de las elecciones presidenciales de 2015, hacia el final de este trabajo indagamos sobre la dinámica sindical en la región en un escenario que se define, de momento, como adverso y paralizado en términos de avances para los trabajadores y de derechos laborales.
La acción regional de las centrales argentinas
El Mercosur se crea en 1991, en un contexto en el que el  conjunto de los trabajadores de la Argentina y la región padecían los efectos  del neoliberalismo sobre el mercado de trabajo y las instituciones de  protección y previsión social. En este escenario, el sindicalismo argentino  sostuvo una activa participación junto a las demás centrales sindicales  nucleadas en la CCSCS, reconocida como actor sectorial durante el transcurso de  la década de los noventa y a partir de lograr espacios institucionales de  intervención –consultiva en la mayoría de los espacios– en el organigrama  institucional del Mercosur. 
  Existen diferencias y especificidades al comparar las  posiciones de las centrales sindicales argentinas sobre el proceso de  integración regional. La CGT, central mayoritaria, participó desde un primer  momento de manera activa con la definición de presionar para participar y ocupar  los espacios de discusión del bloque. La CTA, que en términos formales pudo  integrarse a los ámbitos de discusión en 1998 con el permiso de la CGT, tuvo  inicialmente una respuesta nula a la regionalización del escenario de acción,  resultado de la desconfianza que le generaba un gobierno que inauguraba un  ciclo de profundas reformas neoliberales. Posteriormente, la CTA adoptó una  actitud de disputa por ingresar a la discusión en los espacios sociolaborales  regionales y hacia fines de la década de los noventa, su perspectiva sobre el  Mercosur pasó a ser más integral a medida que se hacía visible la dependencia respecto  de la economía de Brasil, que se constituyó como el principal mercado comercial  para Argentina. 
  A partir del análisis de documentos y entrevistas realizadas  a referentes de las áreas internacionales de las centrales sindicales,  delineamos las principales características sobre los posicionamientos de las  centrales argentinas con relación al escenario regional. Definimos dos períodos  de análisis: uno que va de 1991 a 2002 y otro de 2003 a 2015, que es acerca del  cual profundizamos el análisis en la tercera parte de este trabajo. 
  Durante el primer período, el sindicalismo argentino tuvo  respuestas compartimentadas a las reformas económicas y laborales, dado que la  fragmentación y la desmovilización atravesadas en estos años redujeron su  capacidad de presión sobre el proceso integracionista y condujeron a una  actuación de bajo perfil por parte de la CGT. Cabe aclarar que la participación  de la CGT está representada por la fracción de los “gordos” y algunos  sindicatos de transportes. En este marco, las posiciones asumidas por las  direcciones sindicales en los espacios tripartitos fueron más próximas a las de  los empresarios de su país. 
  La participación de la CGT en el Mercosur estuvo  principalmente orientada, por iniciativa de los sindicatos involucrados  directamente, en temas de intercambio comercial y de servicios: automotores,  siderurgia, textiles y comercio. Lo mismo sucede en el caso de los sindicatos  que forman parte del Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA), en su mayoría  de transportes, toda vez que lograron participar de los espacios de diálogo  social tripartitos. En términos ideológicos, la CGT no definió una posición o  una propuesta para un proceso de integración regional sino que la posición de  acompañar se basó en la defensa de intereses concretos de los sectores  sindicales predominantes. 
  La definición de las posiciones frente a las transformaciones  en el mercado de trabajo estuvo influenciada también por las tradiciones  ideológicas y las estrategias históricas de cada sindicato o sector sindical,  así como por sus capacidades de resolver las nuevas situaciones y la  preocupación por defender sus intereses. La vinculación histórica del  sindicalismo argentino (de las tendencias hegemónicas nucleadas en la CGT) y su identificación con el partido  gobernante (Partido Justicialista, PJ), que llevara a cabo las reformas  estructurales neoliberales, jugó un papel central en la falta de reacción de  algunos gremios y la complicidad de otros respecto de políticas que se alejaban  de los planteos del peronismo histórico. 
  Durante este período que va de 1991 a 1998, la fracción de la  CGT que participaba de esos espacios (la línea dialoguista con el gobierno del  entonces Presidente Carlos Menem) buscó sostener la participación en los  debates y la agenda sociolaborales del bloque, impulsando la creación de  espacios institucionales y sosteniendo las cumbres de las centrales sindicales  del Cono Sur que se iniciaron a mediados de la década de los ochenta. La acción  de los grupos opositores a los gobiernos de Menem, esto es el MTA y la CTA, se  vio replegada a la denuncia y la resistencia al avance de las políticas  neoliberales que se impulsaron en el país. 
  Hacia finales de la década de los noventa, el modelo de  integración comercialista, en directa sintonía con el ritmo de las economías  nacionales, entró en recesión y el Mercosur y la integración económica se  paralizaron como consecuencia de las crisis en Brasil en 1998, en Argentina en  2001 y en Uruguay en 2002. Luego del período 1998-2002 y como consecuencia del  giro político que se produjo en los países del Cono Sur con la asunción de los  gobiernos progresistas, se reabrió la discusión en torno al proyecto  integracionista a partir de la definición políticas económicas de tendencia  heterodoxa y se buscó profundizar la integración “social”9 desde  la unidad política del bloque regional.
  En Argentina,  tras la devaluación de 2002 y la llegada al gobierno de Néstor Kirchner en  2003, se inició de una nueva etapa en materia económica, política y  laboral a través del impulso de la actividad industrial y el aumento de los  niveles de empleo mediante políticas activas y de recuperación de  instituciones laborales como el salario mínimo vital y móvil, las paritarias y  los convenios colectivos de trabajo, entre otras. 
  En esta coyuntura económica, se intensificó de la acción  sindical, hubo una mayor intervención del Estado en la economía y se produjo  una renovada coalición entre el gobierno y los sindicatos (Senén González,  2011). El carácter renovador de este resurgimiento del protagonismo  sindical ha sido debatido en la literatura argentina, tanto desde la  perspectiva de los estudios de sindicalismo de movimiento social como desde los  estudios sobre la revitalización10 en las bases sindicales o en los lugares de trabajo. 
  Interesa  destacar a continuación en qué medida la salida de la Convertibilidad y el  cambio de gobierno generaron un escenario de oportunidad para los sindicatos  luego de un contexto de adversidad y supervivencia al neoliberalismo. 
La relación de las centrales sindicales y los gobiernos kirchneristas (2003-2015)
Desde sus inicios, la política laboral de los gobiernos  kirchneristas fue estructurada según tres ejes: 1) la política de salarios y  protección del trabajador, instrumentalizada mediante decretos presidenciales y  acuerdos corporativos; 2) la reestructuración del marco regulatorio de las  relaciones laborales llevada a cabo en la arena legislativa; y 3) los planes  elaborados por el Ministerio de Trabajo para combatir el empleo no registrado y  disminuir el desempleo (Fernández y Rodriguez, 2010). 
  Para impulsar estas propuestas, el entonces Presidente Néstor  Kirchner intentó consolidar una coalición de gobierno con los sectores  productivos y los movimientos sociales que se habían opuesto  al neoliberalismo de la década anterior. La idea de la “transversalidad” que  ordenó las tácticas políticas de Kirchner, acercó a la coalición de gobierno a  algunos sectores del peronismo, partidos no-peronistas, movimientos de  trabajadores y desocupados, sindicatos y también sectores industriales. La  consolidación del liderazgo de Néstor Kirchner abonó a que el espacio sindical  peronista se realineara y se produjera la reunificación de la CGT en 2004. 
  Desde 2005 a 2011, el kirchnerismo mantuvo una estrecha  relación con la CGT, liderada por el camionero Hugo Moyano. A partir de 2011,  la relación entre el líder de la CGT y el gobierno de Cristina Kirchner entró  en un camino de tensiones que derivó en un paulatino alejamiento y una ruptura  de la alianza que durante ocho años de kirchnerismo había sido estratégica para  la gobernabilidad. La interpretación de algunos sectores de la CGT acerca del  fin de la primavera política entre ambos liderazgos fue que los roces y  tensiones de esa alianza derivaron del acotado lugar que le otorgara el  gobierno nacional al sindicalismo en las listas de candidatos en 2011, proceso  que profundizó la tendencia de desindicalización del frente electoral que  integró el Partido Justicialista (FPV-PJ). 
  En lo que refiere a la relación del gobierno con la CTA,  puede decirse que durante los primeros años del gobierno de Néstor Kirchner, la  central conducida por Hugo Yasky manifestó cercanía al gobierno nacional con la  expectativa de encarar una discusión abierta sobre el histórico reclamo de  libertad sindical y la posibilidad de modificar la Ley de Asociaciones  Sindicales, que define la unicidad sindical de la personería gremial por rama  de actividad. Sin embargo, esta situación se vio descartada por la misma razón  por la que la CGT liderada por Moyano se consolidó y detentó la hegemonía de la  representación sindical argentina. 
  La CTA se caracterizó a lo largo del período de gobierno de  Néstor Kirchner por plantear una agenda progresista, vinculada a los organismos  de derechos humanos, a las organizaciones sociales y a las organizaciones de  trabajadores desocupados. Históricamente, se había posicionado como una central  autónoma y apartidaria, pero a lo largo de estos años fueron delimitándose dos  corrientes internas identificadas en mayor o menor medida con proyectos  político-partidarios diferenciados: de un lado, el sector liderado por Víctor  De Gennaro (Asociación de Trabajadores del Estado, ATE), declarado como  opositor al gobierno nacional, y del otro, el sector liderado por Hugo Yasky  (Confederación de Trabajadores de la Educación Argentina, CTERA), cercano al  gobierno de los Kirchner. 
  Estas tensiones se fueron profundizando con el devenir de los  años, fundamentalmente, tras la negativa del gobierno nacional a otorgarle la  personería jurídica a la CTA. En 2010, la central convocó a elecciones internas  y tras un proceso electoral con denuncias de fraude de parte de ambos sectores,  la CTA se dividió en dos: el sector liderado por Pablo Micheli de ATE –sucesor  de De Gennaro– y el sector liderado por Hugo Yasky. Desde ese entonces, los  sindicatos nucleados en la CTA vieron debilitada su capacidad de acción en el  marco de una central sindical sin personería jurídica y deslegitimada por no  poder superar un proceso democrático interno. En 2014, tras cuatro años de  ruptura luego de la elección de 2010, el Ministerio de Trabajo de la Nación  otorgó el reconocimiento a ambos sectores, que pasaron a denominarse CTA de los  Trabajadores, a cargo de Hugo Yasky, reelecto en los comicios del 17 de  noviembre de 2014 de dicha central, y CTA Autónoma, bajo la conducción de Pablo  Micheli, reelecto por su sector en los comicios del 29 de mayo de 2014. 
  De todos modos, la CTA logró sostener cierto protagonismo  –fluctuante, tal vez– a lo largo de estos años, por un lado por el propio  efecto que generaron las políticas laborales de los gobiernos kirchneristas y  la participación en mesas de diálogo tripartito,11 y por  el otro, por sostener una agenda de reivindicaciones que incluyó el debate por  la libertad y la democracia sindical, el trabajo decente y la situación de los  trabajadores tercerizados, y la profundización de un modelo de integración  regional con inclusión social, entre otros temas.
  Puede afirmarse que, en el  marco de una alianza con el gobierno kirchnerista, el sindicalismo peronista  recobró protagonismo y logró consolidarse como actor central en el conjunto de  políticas económicas y laborales que impulsaron los gobiernos de Néstor y  Cristina Kirchner para promover el empleo y la reindustrialización en  determinados sectores. Afirman Etchemendy y Collier (2008) que lo novedoso de  estos años en el mundo del trabajo es que el modelo sindical volvió a operar  como un canal de inclusión y mejoras sociales por primera vez desde la  recuperación democrática. A su vez, en el marco de crecimiento de la economía,  los conflictos sindicales se incrementaron a partir de la recuperación  sostenida de la economía, de las políticas de redistribución de ingresos, de la  propia complejización del actor sindical y del fortalecimiento de la posición  institucional de los sindicatos a través de la participación en la coalición  política del gobierno actual (Senén González, 2011). La recuperación de  instituciones laborales y una marcada decisión del gobierno de fomentar el  empleo, dinamizar el consumo interno para sostener la recuperación de la  producción e incrementar la capacidad adquisitiva de los asalariados, generó  condiciones económicas y políticas oportunas para los sindicatos –en algunos  casos, motorizados por la dirigencia, en otros, por las bases sindicales–, que  fortalecieron sus recursos de poder en el escenario nacional. 
Estrategias regionales y voces sindicalistas
El cambio de gobierno en Argentina en 2003 (y en países de la  región, como Brasil en 2003 y Uruguay en 2005) es una de las variables que  explican el cambio en la estructura de oportunidades económicas y políticas al  momento de caracterizar el devenir del proceso de integración regional del  Mercosur en la etapa 2003-2015 y, en consecuencia, la transformación del  escenario de acción sobre el que definen sus estrategias las centrales  sindicales. Otra de las variables que tomamos en consideración para nuestro análisis  sobre la definición de acciones sindicales en la región es la dinámica que  adquirió el Mercosur en el plano laboral durante este período. Con relación a  esto, el cambio de etapa en la región es percibido por los actores  sindicales a partir de 2005 con el rechazo a la firma del tratado de libre  comercio Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA). 
La propuesta de relanzamiento del Mercosur a partir del acuerdo  firmado por los presidentes Lula Da Silva y Néstor Kirchner en 2003, el  “Consenso de Buenos Aires”, marcó las bases para una nueva discusión en torno  al modelo de integración regional al que se quería apuntar. Sin embargo, no fue  sino hasta la Cumbre de las Américas de Mar del Plata en 2005 que los  sindicalistas identificaron el cambio de escenario en la región para la acción  sindical regional. La “Cumbre de Mar del Plata” fue escenario de un debate  sobre la liberalización de los mercados en la región a través del ALCA,  propuesta impulsada por Estados Unidos para el continente. En paralelo a dicha  cumbre de presidentes, se organizó, también en Mar del Plata, la “Cumbre de los  Pueblos”, que luego sería identificada como la Cumbre del “No al ALCA” en alusión  al rechazo mayoritario de los presidentes de los países participantes ante la  propuesta mencionada. La Cumbre de los Pueblos convocó a un conjunto de  organizaciones populares y de derechos humanos bajo la consigna “Fuera Bush”12 y tuvo  como orador principal del acto previo al rechazo del acuerdo comercial, al  Presidente venezolano Hugo Chávez quien, en aquella oportunidad, acuñó la  famosa sentencia: “ALCA, ¡al carajo!”, como bandera del rechazo de los pueblos  de América a sostener un acuerdo en contra de sus intereses.
Desde los  orígenes del Mercosur emergió un sindicalismo de resistencia con características  diversas según el lugar y la necesidad de niveles de coordinación para ver qué  hacer frente a este nuevo escenario. En este marco, logramos niveles de  coordinación muy interesantes, sostenidos, de debate, y fuimos logrando  empalmarle a la circulación de mercancías, una serie de cuestiones que tienen  que ver con el pensamiento más sociopolítico que fue llevando a la creación de  la Declaración Sociolaboral, la circulación de personas, migraciones, la  seguridad social, derechos ciudadanos (mercociudades), cuestiones que se  potenciaron en un ciclo que fue cambiando a partir de 2005 con el “No al ALCA”.  Ahí el imperialismo cometió un error garrafal que fue juntar en bloque a toda  América Latina y el Caribe en una sola postura (Referente de la Secretaría de  Relaciones Internacionales de la CTA-A, 2015).
Aunque se trató de un  acontecimiento que tuvo lugar en Argentina, la Cumbre del “No al ALCA” aparece  en el relato sindical como un momento determinante en la evaluación de la  estructura de oportunidades políticas, desde la evaluación de los referentes  sindicales. Las centrales sindicales argentinas, tuvieron un papel protagónico  en la organización de la contra-cumbre, como se la suele denominar  también entre las organizaciones sindicales, políticas y sociales. 
Fue en el “No al ALCA” de 2005 que se inició un camino de  unidad: las centrales de la CCSCS motorizaron esa movilización y la Plataforma  de las Américas (documento) que entregaron a los presidentes. La logística la  llevaron adelante CGT y CTA, este fue un momento de cambio, un punto de  inflexión en las relaciones entre las centrales argentinas. Unidad en la acción  (Integrante de la Secretaría de Relaciones Internacionales de la CGT, 2015). 
La discusión que instaló la mencionada cumbre fue sobre las  posibilidades de desarrollo para los países del continente, en qué medida la  liberalización de los factores productivos constituía una respuesta al problema  del estrangulamiento externo para las economías periféricas. La resistencia al  ALCA expresada por los mandatarios en sus discursos y por la movilización  popular en las calles de Mar del Plata y el resto del país, dieron cuenta de un  momento de resquebrajamiento del status quo político en la región que  durante las décadas anteriores había seguido las recetas de la ortodoxia  económica. Esto amplificó la discusión sobre el modelo de integración regional  y fue retomado por la convocatoria a la organización de la Cumbre de los  Pueblos, de la que las centrales sindicales argentinas fueron protagonistas. 
A partir de Mar del Plata, se potenció la mirada sobre el  contrapeso que podía generar el Mercosur respecto de la propuesta  liberalizadora de Estados Unidos para América Latina. El bloque Mercosureño  ingresó en una etapa de convergencia política liderada por Argentina y Brasil a  la que se sumaría Venezuela con el pedido de ingresar al Mercosur como miembro  pleno. 
En este escenario, crecieron las expectativas sindicales  sobre las posibilidades de profundizar la agenda sociolaboral. La centralidad  del sindicalismo en la discusión salarial en Argentina y como interlocutor en  materia de política internacional consolidado a partir 
del “No al ACLA”, abrieron  condiciones oportunas para la institucionalización de demandas históricas del  movimiento sindical. A continuación analizamos cuáles fueron las posibilidades  y márgenes de acción para las centrales sindicales argentinas, tanto en la  relación con los gobiernos como en el marco de la CCSCS como espacio de  articulación de acciones regionales. 
Capacidad de coordinación vertical  
  En el período 2003-2015, la participación de las centrales  sindicales argentinas en la CCSCS es caracterizada por las/os entrevistados  como una etapa de sostenimiento del protagonismo sindical. Destacan la  continuidad en un aspecto que caracterizó a las centrales sindicales en la  etapa anterior: la capacidad de iniciativa sindical en la CCSCS con  participación propositiva por parte de ambas centrales. El hecho de que la  Secretaría General de la CCSCS haya sido ejercida por sindicalistas argentinos  durante los períodos 2007-2009 (Gerardo Martínez, CGT), 2009-2011 (Adolfo  Aguirre, CTA) y en el período en curso, 2015-2017 (Antonio Jara, CGT), ratifica  la posición de “ocupar espacios” que define la CGT como parte de su estrategia  para el ámbito regional y de “sostener los espacios” desde los cuales la CTA  logró la participación y posterior incorporación a las mesas de los órganos  sociolaborales del Mercosur desde 1998, como manifiestan los entrevistados. 
  Una breve referencia a la participación inicial de las  centrales argentinas en los debates regionales muestra las diferencias en las  prácticas sindicales de cada central obrera, marcadas por las tradiciones  político-sindicales de cada central. La descripción que hacía un dirigente de  CGT y de la CCSCS en 2015 sobre la participación en la CCSCS, ilustra este  aspecto: 
  A la CCSCS las distintas centrales llegamos con nuestro  acervo, nuestras prácticas, cultura sindical, etc. Dentro de las prácticas  sindicales, la CGT no tiene un importante grado de movilizaciones, sino que son  puntuales. En general, nosotros tenemos una tendencia a trabajar las temáticas,  nuestra primera posición es la de negociar, tratamos siempre de estar  preparados para negociar. Con esta impronta la CGT llega a la CCSCS cuando esta  decide hacerse cargo de los temas del Mercosur. Nosotros siempre fuimos a  participar de estos ámbitos, con propuestas, al igual que lo han hecho históricamente los compañeros  de la CUT de Brasil, del PIT-CNT de Uruguay y también los compañeros de la CTA. 
  El cambio de escenario regional para la acción sindical complementa  la caracterización realizada en el apartado anterior sobre el escenario local.  Durante esta etapa de “consolidación positiva” del Mercosur, las estrategias de  CGT y CTA en la discusión de la agenda sociolaboral como actores sectoriales  apuntaron a sostener la participación de manera activa y protagónica, aun  cuando, en estos años, los avances en términos de institucionalidad  sociolaboral regional no fueron destacables, según los propios actores  sindicales. Cabe aclarar que el protagonismo sindical en los ámbitos  sociolaborales regionales se circunscribe a las cúpulas sindicales y existen  dificultades para incorporar y amplificar dicha agenda al interior de las  federaciones y sindicatos que componen CGT y CTA. 
Capacidad de coordinación horizontal  
  Respecto a capacidad horizontal, indagamos sobre las  estrategias desplegadas por las centrales argentinas en las secciones  nacionales de los órganos sociolaborales. Debe aclararse que si bien las  estrategias de las centrales sindicales argentinas en los órganos  sociolaborales del Mercosur se enmarcan en el accionar de la CCSCS, es posible  identificar el despliegue de la capacidad de coordinación horizontal en las  agendas sectoriales. Por caso, el sector “Mercosur Educativo” y la Comisión por  la Erradicación del Trabajo Infantil (ETI), en los que a través de acciones de  coordinación horizontal, se construyen agendas regionales temáticas. 
  Nosotros, los sindicatos educativos que participamos de las  reuniones de Mercosur Educativo, definimos dos cosas cuando entramos: 1) que  ninguno hacíamos planteos sectoriales de nuestros países (política doméstica)  porque no correspondía, pero bueno, en algunos sindicatos había tendencia a eso…  2) Sí realizábamos planteos regionales, apostando fuertemente a la integración  regional. (Referente de la Secretaría de Relaciones Internacionales de CTERA,  CTA, 2015). 
  En esta etapa, con el camino más allanado, la idea que nos  planteamos fue que cada equipo de trabajo trabaje con su ministerio a nivel  nacional, con el objetivo de llegar a la reunión regional con una parte  hablada. No hay sorpresas, ya se llega al ámbito 
  regional con un acuerdo previo  en su ámbito nacional. En esto, siempre hemos trabajado muy bien con los  compañeros de CTERA y en conjunto con los interlocutores en el Ministerio de  Educación. (Referente de la Secretaría de Relaciones Internacionales de SADOP,  CGT, 2015). 
  En el caso de la agenda de ETI, la experiencia de coordinación  horizontal no se genera entre federaciones sino más bien entre equipos de  trabajo de las centrales sindicales que abordan el tema. 
  En la etapa que se inicia en 2003, el tema de ETI ya está en  agenda. A nivel Mercosur organizamos campañas, discusiones tripartitas y la  implementación de un Plan regional para la ETI que ya está en su segunda etapa  y ha logrado consensuar algunos ejes entre los países. En los órganos  sociolaborales apuntamos a fortalecer el diálogo social, buscar consensos con  los empresarios y los ministerios de trabajo, que en esta etapa se pudo  trabajar con bastante articulación (Referente de FAECYS, CGT e integrante de la  Comisión ETI CCSCS, 2015). 
  Lo que ilustran los testimonios presentados en relación con  este eje es la capacidad de coordinar sectorialmente sobre las agendas  regionales: en el caso de la agenda de “Mercosur Educativo”, a través de la  coordinación entre sindicatos del sector, mientras que en el caso de la agenda  de ETI, entre los grupos de trabajo que abordan la problemática en las  distintas centrales sindicales que participan, vía Coordinadora, de los órganos  sociolaborales del Mercosur. 
Capacidad política  
  Con respecto al despliegue de la capacidad política de las  centrales sindicales en la agenda sociolaboral regional, se indagó sobre la  relación con el gobierno en los órganos sociolaborales del Mercosur y sobre la  dinámica político-sindical a nivel local durante el período 2003-2015.  Indagamos en las entrevistas acerca de la relación de los referentes sindicales  con los funcionarios de gobierno y el partido de gobierno en relación con la  agenda de integración regional. 
  Las posiciones entre los testimonios de los referentes de CGT  y CTA sobre la relación con los gobiernos kirchneristas se asemejan en la  dinámica que adquieren en el plano regional y se diferencian en el plano local.  Lo que se observa en las entrevistas realizadas es que las  respuestas y acciones en el escenario del Mercosur durante la etapa 2003-2015  son bastante unánimes: más allá del posicionamiento político particular de cada  fracción sindical a nivel nacional, el acuerdo en el plano regional se produce  a partir de relegar profundidad en las discusiones y sostener acuerdos en  lineamientos generales de política pública regional. 
  Se manifiestan diferencias en cuanto a la evaluación que  realizan los entrevistados en la relación con los funcionarios de gobierno.  Para algunos, la relación es estable a pesar de la lectura política coyuntural. 
  De 2003 en adelante, a pesar de las posiciones parecidas que  teníamos con los representantes de gobierno en los espacios de Mercosur,  nosotros siempre reclamamos mayor y mejor participación y articulación en estos  espacios de diálogo social. Vemos con simpatía a estos gobiernos, sin embargo  también seguimos queriendo mejorar nuestra participación. Entendemos las  dificultades de los gobiernos para implementar las políticas, con los límites  que imponen el poder privado y las multinacionales en la discusión sobre estos  proyectos de integración regional. Más allá de nuestros posicionamientos  políticos internos respecto a las líneas políticas de gobierno en cada uno de  los países, en general el movimiento sindical acompaña políticamente estos  gobiernos y sigue discutiendo (Integrante del área de Relaciones  Internacionales de FAECYS, CGT, 215). 
  Para otros, la relación inicial fue buena pero con el devenir  de los años, el vínculo se retrotrae, incluso asemejándose al vínculo que se tenía  en la etapa pre-2003. 
  El vínculo en los últimos años ha sido bastante tenso. Los  representantes de gobierno –entre los que hay compañeros que vienen de CGT como  en el Ministerio de Trabajo– no plantearon nunca problemas para la realización  de reuniones periódicas en el ministerio (de Trabajo) previas a las reuniones  regionales. Pero fuimos pasando de un “modelo de consulta” del ministerio a  nosotros para coordinar las reuniones, a un modelo en el que nos avisaban día y  agenda de la reunión. Pasó en Brasil y Uruguay también: habíamos tenido un  idilio con nuestros gobiernos en ese sentido pero después no prosperó, no se  mantuvo, nosotros endurecimos algunas críticas en ese sentido. Las relaciones  han sido buenas, los resultados, en cuanto a las conquistas de derechos  sociolaborales a nivel regional, no son equivalentes (Referente de la  Secretaría de Relaciones Internacionales de CGT, 2015). 
  En relación con este eje, hay quienes marcan la diferencia  existente en las relaciones con el gobierno nacional en el terreno de la  política “doméstica” (local) respecto al plano de la política regional.
  En estos años [etapa  posneoliberal], las agendas nacionales ganaron por sobre la agenda de cada  país. Cada una de las centrales se dedicó más a la disputa interna de cómo iba  ganando espacios y ganando derechos a nivel nacional sin una pelea más  articulada en que estas conquistas nacionales se transfieran al espacio  regional. El movimiento sindical se dedicó más a la agenda nacional que a la  agenda regional. Y se delegó en los gobiernos que avancen. Con lo cual, estos  espacios entran en una lógica de mayor debilitamiento de su esencia (Integrante  de la Secretaría de Relaciones Internacionales de CTA-T, 2015). 
  Las diferencias entre las estrategias llevadas a cabo por la  CGT y las de la CTA se explican por la tradición político-sindical de cada  central y por los recursos de poder con que cuentan. Por un lado, la CGT cuenta  con ventajas a la hora de medir capacidad y disponibilidad de recursos de poder  económicos y organizativos, y hay aquí elementos casi estructurales, de modelo  sindical. La situación es algo más pareja cuando se observa el despliegue de la  capacidad política. Aquí las variables son coyunturales, de posicionamiento y  lectura política de la etapa. En términos de definición política, en ambas  centrales se sostiene la decisión de los principales dirigentes de impulsar el  área internacional o “Mercosureña” dentro de la central, así como la necesidad  de instalar la agenda de temas regionales/internacionales al interior de la  central sindical. 
  Existen diferencias en el despliegue de las capacidades de  coordinación y política entre la CGT y la CTA que se derivan de las  características del modelo sindical argentino, el cual se define por el  unicato: representación única del sindicato mayoritario en el sector. En este  caso, la central obrera con mayor cantidad afiliados es la CGT. 
  Asimismo, estas diferencias se sostienen en el tiempo debido  a que la Ley de Asociaciones Sindicales establece un conjunto de institutos  (derechos exclusivos basados en la personería gremial y el sistema de las obras  sociales sindicales) que les permiten a los sindicatos con personería gremial  articular con el Estado y reproducir o sostener sus recursos económicos y  organizativos. 
  La ruptura interna de las centrales en dos fracciones –CGT  oficial y opositora, CTA oficial y opositora– no puede no considerarse a la hora  de evaluar las dificultades de la “unidad en la lucha” en el plano nacional,  escenario que no tuvo correlato a nivel regional pues en este se mantuvo la  unidad tanto intersindical como en la representación de las delegaciones de cada central:  en la CGT, con acuerdo de que la CGT “oficial” mantiene la representación en  los ámbitos del Mercosur; en la CTA, con la participación de dos equipos, uno  por cada fracción. 
  Lo que se observa, a partir de la descripción de los actores  sindicales sobre el despliegue de recursos de poder sindical, es que el proceso  de construcción de las agendas regionales sindicales estuvo influido, por un  lado, por la resonancia de la acción sindical en el marco de la CCSCS, y por el  otro, por la orientación de las políticas públicas de los gobiernos nacionales  que incidieron tanto en la orientación política del proceso integracionista del  Mercosur como en la dinámica de los órganos sociolaborales, y por lo tanto, en  la dinámica de la relación gobiernos-sindicatos. En esta etapa de consolidación  positiva del Mercosur, las organizaciones sindicales argentinas dispusieron  de mayor cantidad de recursos político-institucionales que les permitieron  fortalecer sus estrategias en el plano nacional y lograr sostenerse como  actores sectoriales en la escena regional a pesar del freno o amesetamiento de  la agenda sociolaboral. 
  La capacidad política de los sindicatos de incidir en las  mesas de diálogo social, en espacios tripartitos y reuniones con representantes  gubernamentales fue decreciendo a lo largo del período y no logró traducirse en  “conquista” de nuevos derechos, según los testimonios. El proceso de  revitalización sindical que tuvo lugar en Argentina y otros países del Cono Sur  (como Brasil y Uruguay), a partir de la recuperación económica y de la  institucionalidad laboral, no tuvo correlato a nivel regional. Fue a través del  fortalecimiento de recursos de poder a nivel local que las centrales sindicales  se reposicionaron como actores nacionales (resurgimiento sindical), y  sostuvieron posicionamientos sectoriales en las definiciones de política  regional en el Mercosur a partir de su estrecha relación con el Estado. 
Reflexiones finales
Desde su creación, el Mercosur se constituyó como una nueva  plataforma para el comercio regional frente al que las organizaciones de  trabajadores asumieron una actitud crítica por el temor que  provocaban las reformas impulsadas por los gobiernos de entonces. A lo largo de  la década de los noventa, con la incorporación de cláusulas sociales al proceso  integracionista, el sindicalismo regional desarrolló estrategias de acción para  reclamar la incorporación de demandas de protección al trabajo y contra el dumping  social.  
  A partir de 2003, el cambio de gobierno en Argentina y la  sintonía con otros gobiernos de la región consolidó una nueva etapa política  para el Mercosur que desató expectativas en las centrales sindicales ante la  posibilidad de impulsar sus agendas. Sin embargo, en este período las  instituciones sociolaborales del Mercosur no tuvieron el nivel de actividad  esperado, mientras que la conflictividad laboral en el plano nacional fue en  aumento. Ante este escenario, la centralidad del accionar sindical se volcó a  la política doméstica, al tiempo que las organizaciones gremiales fortalecían  sus recursos de poder ante una nueva estructura de oportunidades. Asimismo, se  invirtió la lógica de construcción de agendas regionales sindicales respecto de  la etapa anterior (1991-2002), durante la cual el Mercosur había funcionado  como caja de resonancia de los reclamos sindicales de la CCSCS y, en ese marco,  para organizaciones sindicales que no tenían espacio de negociación ni diálogo  con los gobiernos de sus países. 
  En el período 2003-2015, las instituciones sociolaborales del  Mercosur continuaron siendo una plataforma de acción sindical para las  centrales sindicales pero tuvieron menor impacto sobre las agendas regionales  que en el período anterior. La etapa de consolidación positiva del  Mercosur reflejó la convergencia política de los gobiernos de entonces y  reforzó los límites del intergubernamentalismo que caracterizan al bloque,  dando cuenta de la preponderancia de los poderes ejecutivos por sobre cualquier  otro actor del proceso de integración regional. 
  En cuanto a las definiciones sindicales, las centrales  obreras consolidaron sus recursos de poder a partir del lugar que ocuparon en  la coalición política gobernante, y eso les permitió sostener la construcción  de agendas regionales. A esta modalidad de despliegue de recursos la  denominamos estrategia de integración institucional, siendo la forma que  adquiere el despliegue de recursos de poder sindical, en este caso ante el Mercosur. La integración de  las centrales sindicales a la coalición de gobierno se manifestó en estos años  no como condición de posibilidad sino como expectativa organizacional para la  preservación y reproducción de poder y de consolidación de las centrales  argentinas como interlocutores internacionales frente a funcionarios de  gobierno y empresarios de la región. 
  La capacidad de los sindicatos de incidir en las definiciones  de política pública a nivel regional fue decreciendo a lo largo del período: en  las mesas de diálogo social, espacios tripartitos y reuniones con  representantes gubernamentales, las centrales sindicales no lograron traducir  su participación en “conquista” de nuevos derechos. El proceso de  revitalización sindical que tuvo lugar en Argentina y otros países del Cono Sur  (como Brasil y Uruguay) a partir de la ya descripta situación de recuperación  económica y de recuperación de la institucionalidad laboral, no tuvo correlato  a nivel regional. A la inversa de lo que sucedió durante la etapa de la  Convertibilidad en Argentina, el resurgir del sindicalismo como protagonista  del conflicto laboral se produjo en esta etapa en la esfera doméstica, mientras  que en el plano regional la participación sindical logró los avances que  esperaba en la construcción de la agenda regional. 
  En el plano nacional, la relación entre las centrales  sindicales CGT y CTA-T/CTA-A y los gobiernos del Frente Para la Victoria fue  variando durante el período estudiado y las distintas fracciones políticas del  sindicalismo asumieron posiciones diferenciadas en el plano nacional. En el  caso de la CGT liderada por Hugo Moyano, tuvo una posición más cercana y de  negociación hasta 2011 y a partir de entonces, la división en dos grupos ubicó  al sector moyanista en una posición que osciló entre negociar y confrontar,  mientras que el sector liderado por el metalúrgico Antonio Caló ocupó el lugar  de CGT “oficialista”. En el caso de la CTA, la relación fue menor por la promesa  no cumplida de los gobiernos kirchneristas respecto al otorgamiento de la  personería gremial y al reconocimiento como central alternativa y por los  límites materiales respecto a la capacidad de despliegue de recursos de poder  económicos y organizativos de una central compuesta mayoritariamente por  sindicatos del sector público (lo que, en el modelo sindical argentino,  delimita desventajas para la recaudación  de fondos respecto a las organizaciones con personería gremial y obras  sociales). De todos modos, la división en dos CTA durante 2010 alteró la  posición de acompañamiento crítico definido inicialmente por la central  liderada por Hugo Yasky, y a partir de entonces la CTA de los Trabajadores  estrechó su relación política con los gobiernos de Cristina Fernández, mientras  que la CTA Autónoma liderada por Pablo Micheli definió una posición de  confrontación con el gobierno nacional. 
  En el plano regional, la estrategia de integración  institucional posibilitó a las centrales argentinas sostener la agenda  sociolaboral regional aun cuando la dinámica de los órganos sociolaborales del  Mercosur fue moderada en dicho período. De hecho, en lo relativo a las  políticas, instituciones y temáticas que componen la dimensión “sociolaboral”  del proceso de integración del Mercosur, no se observa en el período 2003-2015  que este proceso se traduzca en avances concretos, es decir, en políticas  públicas regulatorias del mercado de trabajo con perspectiva regional (Caetano,  2004; Portela, 2007). La excepción a esta tendencia la constituye la Nueva  Declaración Sociolaboral (2015) cuya importancia está dada por el  reconocimiento de derechos laborales colectivos. Según González (2015): “los  dirigentes obreros asimilaron el letargo de la dimensión de participación y de  la dimensión social a la centralidad de esta en el interior de las fronteras  nacionales, a la ausencia de presión del movimiento sindical que privilegia su  relación en el mercado interno y los avances de la ampliación de derechos y su  relación con el Estado” (2015, p. 33). 
  A partir de diciembre de 2015, con el cambio de gobierno en  Argentina, el Mercosur entra en una etapa de parálisis institucional inaugurada  con el golpe institucional al Presidente Fernando Lugo de Paraguay en 2013 y la  persecución y destitución de la Presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, en 2016.  Para los trabajadores es una etapa de repliegue y resistencia al avance de  reformas laborales impulsadas por los gobiernos con el objetivo desmontar todo  aquello que obstaculice la consolidación de una economía de libre mercado. Los  gobiernos de Argentina y Brasil apuntan hoy a consolidar un Mercosur  neoaperturista pero que en la práctica se encuentra estancado en términos  institucionales.
Por estos días, el sindicalismo  argentino atraviesa ríos revueltos ante la profundización de una crisis de  representación encarnada en la fragmentación de la principal central obrera, la  CGT. Los trabajadores nucleados en otras centrales y agrupaciones sindicales,  en organizaciones de trabajadores de la economía popular y los trabajadores sin  afiliación, constituyen el sujeto a representar ante un escenario de  profundización de la crisis económica y de desmantelamiento del proceso  integracionista derivado de la ausencia de proyecto de desarrollo para la región.  La pregunta que nos invita a continuar estas reflexiones es: ¿en qué medida  lograrán las organizaciones sindicales sostener la participación en el  escenario regional teniendo en cuenta el ciclo económico recesivo y el embate  de proyectos de flexibilización y precarización laboral? 
3 La referencia a gobiernos, proyectos, bloques de poder “posneoliberales” alude a definiciones en términos de posterioridad respecto ala hegemonía del neoliberalismo en América Latina desde la década de los setenta hasta los 2000. En esta caracterización, el término refierea las experiencias de cooperación e integración entre países de América Latina (Riggirozzi y Tussie, 2012) que convergen a partir de articulaciones entre partidos de tradición popular o nuevos partidos populares y movimientos sociales (Sader, 2008).
4 El principal cambio radica en la implementación de políticas de Estado tendientes a revertir las consecuencias negativas de la apertura y la desregulación excesivas y con elobjetivo de consolidar un sendero para la acumulación a partir de la industrialización por sustitución de importaciones.
5 Néstor C. Kirchner asume como Presidente de la República Argentina el 25 de mayo de 2003 por el Frente para la Victoria (FPV), frente electoral que integraba el Partido Justicialista y otros partidos de menor cantidad de afiliados. Cristina Fernández de Kirchner, candidata por el FPV-PJ,gana las elecciones presidenciales de 2007 y las de 2011, mandato que finalizó el 10 de diciembre de 2015.
6 Líderes de gremios de las ramas de servicios y algunos de la industria: comercio, mecánicos, petroleros, industria del plástico, ferroviarios,a los que se le sumaron UPCN (estatales), UOCRA (construcción), Luz y Fuerza (energía eléctrica), y el sindicato de trabajadores de obras sanitarias. En la actualidad son los denominados “gordos” e “independientes”.
7 Rodriguez, T. (2017). Acción sindical frente a la integración regional. Agendas regionales de las centrales sindicales argentinas en el Mercosur2003-2015. (Tesis de maestría en Sociología Económica). IDAES, Universidad Nacional de San Martín.
8 La CCSCS fue creada en 1986 por centrales sindicales de Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Paraguay, Uruguay. Hoy la componen las siguientes centralessindicales: por Argentina, CGT, CTA-T y CTA-A; por Brasil, Unión General del Trabajo (UGT), Central Única de Trabajadores (CUT), Confederación General de Trabajadores de Brasil (CGTB), Central de los Trabajadores y Trabajadoras de Brasil (CTB), Força Sindical (FS); por Chile, Central Autónoma de Trabajadores de Chile (CAT), Central Única de Trabajadores (CUT); por Paraguay, Central Nacional de Trabajadores (CNT), Central Unitaria de Trabajadores (CUT), Central Unitaria de Trabajadores Auténtica (CUT-A); por Uruguay, Plenario Intersindical de Trabajadores –Convención Nacional de Trabajadores (PIT-CNT); por Venezuela, Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), Central Bolivariana Socialista de Trabajadores y Trabajadoras (CBST), Unión Nacional de Trabajadores de Venezuela (UNT-UNETE), Central Bolivariana Socialista de Trabajadores y Trabajadoras (CBST).
9 Por “integración social” entendemos la generación de las condiciones de posibilidad para la libre circulación de personas en el Mercosur, a partir deque el Tratado de Asunción (1991) define como uno de sus objetivosla libre circulación de los factores del trabajoperosólo se generaron condiciones para la circulación de mercancías. Asimismo, para el período 2003-2015, el carácter “social” del procesointegracionista refiere a la visibilidad que adquieren los espacios de participación ciudadana y de organizaciones sindicales, socialesypolíticas de los países del Mercosur.
10 El concepto de revitalizaciónsindical remite a los debates que en Europa y Estados Unidos analizaron las estrategias mediante las cuales los sindicatos buscaban mantenerse a flote frente a los impactos del neoliberalismo y la globalización (Frege y Kelly,2004). La literatura argentina retoma y reedita estos debates en un contexto“posneoliberal” desde diferentes perspectivas,que van desde la economía política y el neocorporativismo(Etchemendy y Collier,2008) y estudios con eje en la dinámica sectorial (Senén González y Del Bono,2013; Palomino y Trajtemberg,2006),a otros estudios que cuestionan estas lecturas y enfocan el resurgimiento sindical desde nuevas formas de militancia y sindicalización en los lugares de trabajo o “desde abajo” (Duhalde,2013; Varela,2013; Atzeni y Ghigliani,2008).
11 Un ejemplo de esto lo constituyela participación de la CTA en el Consejo del Salario Mínimo Vital y Móvil,en el cual la central sindical liderada por Yasky no tenía voto pero sí voz y logró destrabar negociaciones salariales entrela CGT y el gobierno nacional.
12 Esta consigna aludía ala posición de rechazo de las organizaciones políticas y movimientos sociales ante la llegada del entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush,a la Argentina en ocasión de la IV Cumbre de las Américas,en noviembre de 2005 en la ciudad de Mar del Plata, Provincia de Buenos Aires.
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