ARTÍCULOS
“Hacemos el mismo trabajo que un redactor”. Identidad y condiciones laborales de pasantes de prensa gráfica
Laura Rosenberg1
1 Licenciada y profesora en Sociología (UBA). Magister en Sociología de la Cultura y el Análisis Cultural (UNSAM). Doctora en Ciencias Sociales (UBA). Becaria posdoctoral del Conicet. laura.rosenberg85@gmail.com
Recibido: 28/2/2018
    Aceptado:  27/7/2018 
Resumen
 El artículo analiza las condiciones de inserción de jóvenes  periodistas en la sala de redacción del diario Página/12 y su contraste con el  rol que ocupan en la división del trabajo en la sala de redacción. Se advierte  una contradicción entre el rol formalmente instituido –planteado en la  normativa vigente del sistema de pasantías– y el rol que informalmente  desempeñan estos jóvenes. 
  Se abordarán específicamente dos consecuencias asociadas a  este cruce entre la definición del rol y la índole de actividades que desempeñan  los pasantes: un primer efecto asociado al proceso de identificación, donde los  jóvenes ingresantes alternan su caracterización como “pasantes” y como “un  redactor más” del diario. El segundo efecto expone lo se ha definido como “la  trampa” de las pasantías: en aras de obtener el mayor provecho posible de esta  etapa de formación, se incurre en formas de autoexplotación que refuerzan la  explotación que la empresa ejerce en primera instancia en un contexto signado  por la precarización laboral. 
  Para llevar a cabo el análisis se desarrolló un trabajo de  campo en la sala de redacción de Página/12, que comprendió la utilización de  técnicas etnográficas como la observación participante y las entrevistas con  diferentes miembros del staff del diario. 
Palabras clave: Pasantías; Prensa gráfica; Periodismo; Precarización laboral.
Abstract
“We do the same job as a reporter”. Interns’ identity and working conditions in printed press
The article analyzes the conditions  for the insertion of young journalists in the newsroom of Página/12 newspaper,  and its disparity with the role they play in the division of work within the  newsroom. There is a contradiction between the formally instituted role  –established in the current regulations of the internship system– and the role  informally played by these young people. 
  Specifically, two consequences  associated with this intersection between the definition of the role and the  nature of the activities carried out by the interns will be studied: a first  effect associated with the identification process, where newcomers alternate  their characterization as “interns” and as “a reporter”. The second effect  exposes what has been defined as the “trap” of the internships: in order to  obtain the greatest benefit from this stage of training, self-exploitation  forms are incurred, which reinforce the exploitation that the company already  exercises in a context signed by labor precariousness. 
  To carry out the analysis, a  fieldwork was developed in the newsroom of Página/12 newspaper, which  included the use of ethnographic techniques such as participant observation and  interviews with different members of the staff. 
Keywords: Internships; Printed press; Journalism; Labor precariousness.
Introducción
 La incorporación de pasantes en las Redacciones de medios de  comunicación es una práctica que tiene varias décadas de implementación. No  obstante, en los espacios de trabajo de los medios las pasantías son percibidas  como una forma de precarización de la labor periodística. Ello se debe a que,  mientras la cantidad de trabajadores en planta permanente en los medios se  encuentra en picada y los gremios identifican cifras alarmantes de despidos y  retiros voluntarios,2 las Redacciones continúan incorporando pasantes que tienden a  reemplazar puestos que ocuparon trabajadores en relación de dependencia. 
  La percepción generalizada en las Redacciones de que las  pasantías ocupan lugares vacantes de trabajadores pone de manifiesto las  contradicciones inherentes a una actividad que normativamente es definida como  práctica educativa, pero que en los hechos se desarrolla como un trabajo  gratuito o mal remunerado. En este artículo exploramos esta dicotomía, al  proponernos analizar las condiciones de inserción de jóvenes periodistas en la  sala de redacción del diario Página/12 y su contraste con el rol que  ocupan en la división del trabajo en dicha sala. Se trata del análisis de la  contradicción entre el rol formalmente instituido y el rol que informalmente  desempeñan estos jóvenes. Esta contradicción entraña una serie de  consecuencias, entre las cuales el artículo se focalizará en dos: la primera  remite al modo en que los jóvenes se identifican –y son identificados por otros  miembros de la redacción– alternativamente como “el pasante” o como “un  redactor más” e incluso como “un compañero”.
La segunda consecuencia remite  a la caracterización que los pasantes hacen de la pasantía como “una trampa”:  entienden que sólo “se aprovecha” la pasantía cuanto más se invierte en la  realización de notas que demandan mucha producción, con la consecuente  sobrecarga de tiempo que exige “una nota bien hecha”. Señalan que difícilmente  restringiendo su estadía en la Redacción a las cuatro horas fijadas por el  convenio de pasantía lograrán “aprovechar al máximo” el período como pasante.  De modo que las formas de autoexplotación refuerzan la propia explotación que  la empresa ejerce sobre ellos cada vez que les demanda más horas de trabajo y  la elaboración de notas que requieren un alto nivel de preparación. La “trampa  de las pasantías” reside en que ellos trabajan como redactores –gracias a lo  cual aprenden efectivamente cómo es el trabajo de un redactor– pero no son  considerados por la empresa como tales. Es el final de la pasantía lo que  disuelve su identificación “como un redactor más” de Página/12 y lo que  devuelve la definición de esta práctica como una forma de aprendizaje en lugar  de una estrategia de ingreso al mundo laboral de los medios. 
  En efecto, según los datos brindados por las instituciones  educativas de las cuales provenían los pasantes del diario –la Universidad de  Buenos Aires (UBA) y la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ)– sólo  una mínima proporción de pasantes fue incorporada al staff de  trabajadores del medio una vez finalizado el período de la pasantía.3
  Elegimos Página/12 porque al desarrollar una  investigación mayor sobre la socialización laboral de jóvenes periodistas en  medios de prensa de Buenos Aires (Rosenberg, 2017), observamos que se trataba  de un diario que desde 2009 no incorporaba un trabajador nuevo entre su planta  de redactores. Los más jóvenes del diario eran, entonces, todos pasantes. La  pasantía resultó allí el mecanismo de socialización (Jacinto y Dursi,  2010) por excelencia. Por otra parte, la riqueza de trabajar con este medio  también residió en que los jóvenes pasantes ansiaban ingresar a esta sala de redacción por la  identificación que manifestaban con la línea editorial de este diario, razón  que los llevó a aceptar las condiciones desventajosas.4
  La metodología aplicada a la investigación es de corte  cualitativo; el trabajo de campo comprendió observaciones en la sala de  redacción durante 2015 y la realización de 30 entrevistas a: pasantes que  asistieron al diario entre 2004 y 2016; redactores y editores de las secciones  Política, Sociedad y Economía; y personal a cargo de las áreas de convenios de  pasantías y selección de pasantes en las Facultades de Ciencias Sociales de la  UBA y de la UNLZ. 
  Este artículo se estructura en tres apartados. En el primero  se analiza el contexto en el cual se produce el ingreso de los jóvenes al  mercado laboral argentino en las últimas décadas, atendiendo su mayor  vulnerabilidad respecto de trabajadores de otras franjas etarias. En este  punto, se expone que las pasantías operan como mecanismos de socialización en  un contexto signado por la inestabilidad laboral. 
  En el segundo apartado se expone la normativa concerniente a  las pasantías, a las cuales se las define como prácticas educativas. Se  especifican las características desarrolladas en los convenios de pasantías  entre la empresa La Página S. A. y las universidades. 
  En el tercer y último apartado se desarrolla el análisis de  la situación de los pasantes en el diario, en función de la información relevada  en el trabajo de campo. Allí se exponen las condiciones de trabajo de los  pasantes y los motivos que llevan a cuestionar la pasantía como una práctica  cuyo objetivo se restringe a lo educativo. 
La inserción de los jóvenes en el mercado de trabajo argentino
Al embarcarnos en la tarea de dilucidar el proceso de  socialización laboral de los integrantes más jóvenes de las redacciones de los  diarios, consideramos los abordajes sobre los factores  estructurales que condicionan tanto los marcos de interacción en el seno de las  empresas periodísticas, como las chances de ingreso y de continuidad laboral en  el mundo periodístico. La situación de los recién llegados a ese universo se  enmarca en las condiciones de acceso al mercado laboral que comparten con otros  jóvenes que intentan acceder a un trabajo estable en otros rubros de la  economía –y que precisa ser comprendida a la luz de cambios macroestructurales  que sucedieron en Argentina desde finales del siglo XX–. 
Existe una extensa bibliografía que se ha ocupado de  especificar los efectos de las transformaciones ocurridas en el mercado laboral  argentino desde la década de 1990 y la generación de altos niveles de  desempleo, subocupación e informalidad laboral.5 A pesar  de la recuperación económica posterior a la denominada “crisis de 2001”, los  efectos de las políticas de flexibilización laboral acuñadas en los años  noventa no se revirtieron del todo. Por el contrario, sus consecuencias aún se  manifiestan tanto en las formas de contratación como en la subjetividad de  empleadores y trabajadores ya habituados a esas modalidades de ingreso y  permanencia en el mercado laboral donde lo que prima es la inestabilidad. Entre  esas transformaciones iniciadas en los años noventa, Drolas et al. (2005;  2012) también han destacado la individualización de las relaciones laborales,  manifiesta en la multiplicación de las formas de contratación y la  multifuncionalidad de los trabajadores.
Al comparar los períodos 1990-2002 y 2003-2011 en nuestro  país, Drolas et al. (2012) observaron que hubo una recuperación de  derechos que se vieron amenazados en la década de 1990 y una moderación en la  aplicación de formas de flexibilización como las pasantías, como se desprende  de la reforma de la normativa que desarrollamos más adelante. Sin embargo, si  bien la salida de la crisis mejoró las condiciones de trabajo y los niveles de  ocupación, los altos niveles de empleo informal continuaron significando una  deuda en la etapa kirchnerista. 
Respecto a la situación de los trabajadores de los medios,  Amado Suárez (2004) destacó la paradoja de que el proceso de precarización  laboral de los periodistas se haya instalado fuertemente a comienzos de la  década de 1990, a pesar de los buenos pronósticos de la economía del mercado de  los medios en el período, evidente en la expansión y concentración de la  propiedad de grandes conglomerados mediáticos facilitada por las reformas  menemistas de la ley de radiodifusión (Becerra y Mastrini, 2006; 2009).  Lenguita (2009) ha destacado que el mundo periodístico no estuvo al margen de  los cambios estructurales introducidos en la década de 1990, y sus trabajadores  vivenciaron las consecuencias concretas que la flexibilización laboral plasmó  mediante la denominada “reestructuración empresaria” en los medios  periodísticos, que significó una mayor precariedad contractual y despidos  masivos de trabajadores cuyas funciones fueron crecientemente ocupadas por  pasantes. También Henry (2011) observó que la creciente incorporación de  pasantes, “colaboradores” y trabajadores freelance en desmedro de los  trabajadores asalariados permanentes en los medios fue una tendencia que se  inició en aquel período y que persistió en el tiempo (Henry, 2011). 
Cabe señalar que las transformaciones acaecidas en el sector  fueron resistidas por los trabajadores, aunque encontraron poco eco en la  organización sindical que los representaba, cuestión que se replicó en otros  países de la región (Cantarero, 2003). Tal como expone Lenguita (2009), el  retroceso continuo de la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires  (UTPBA) desde los años 90 tuvo su contracara en la radicalización de las bases.  Desde los conflictos de aquella etapa hasta los más recientes de 2016, todos  han sido protagonizados por las organizaciones de base y se ha cristalizado  cada vez más una distancia con la dirigencia histórica de la UTPBA. Hacia la  segunda década del siglo XXI, esta situación decantó en el surgimiento del  Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SIPREBA) y la migración creciente de los  afiliados del tradicional gremio hacia este último. 
Al analizar la situación de los trabajadores más jóvenes,  diversos estudios encuentran que esta franja etaria es una de las más afectadas  por los impactos negativos de las transformaciones en el sistema laboral de la  década de 1990. Como subrayó Beccaria (2005), las personas de 18 a 25 años  enfrentaron mayores problemas en los años noventa en comparación con los  trabajadores de mayor edad, siendo su tasa de desempleo casi tres veces  superior a la del resto de la población y portando mayores chances de acceder a  empleos precarios (p. 2). Por su parte, Jacinto y Dursi (2010) y Pérez y Busso (2014)  coinciden al caracterizar las trayectorias laborales de los jóvenes por su  diversidad e imprevisibilidad, en las cuales se alternan períodos con empleos  precarios, pasantías o becas, y otros con desempleo.
En este contexto de  trayectorias inciertas, Jacinto y Dursi (2009; 2010) consideran que las  pasantías se han convertido en “mecanismos de socialización laboral” frente a  la ruptura de los mecanismos tradicionales que garantizaban una inserción de  más largo plazo en el mercado: 
Para un joven que sólo ha accedido a oportunidades laborales precarias o que nunca ha trabajado, contar con una experiencia previa, dotada de cierta contención, puede ser una oportunidad valiosa de experimentar las reglas del juego en el mundo del trabajo, las relaciones interpersonales implicadas, y el reconocimiento de lo que se espera de él no solo en términos de saberes específicos y en la resolución de problemas sino también en términos actitudinales. Incluso el disciplinamiento implicado en la socialización laboral (Jacinto y Dursi, 2009, p. 6).
 Tanto Jacinto y Dursi (2010) como Pérez y Busso (2014) se  apartan de las concepciones sobre la inserción laboral como “punto de llegada y  estabilización en el empleo”, y se aproximan en cambio a aquellas que articulan  aspectos biográficos y estructurales o que comprenden la inserción como un  “proceso de socialización (Nicole-Drancourt, 1994),6 de  articulación de aspectos multidimensionales y no solo laborales” (Pérez y  Busso, 2014, p. 10).
Dada esa multiplicidad de aspectos que inciden en las  trayectorias de los jóvenes, para Longo et al. (2014)7 un  “buen empleo” puede definirse en función de distintas valoraciones que los  jóvenes realicen sobre su actividad laboral, ya que ellos construyen una visión  del trabajo más compleja que la que se considera desde una perspectiva  contractual del empleo. El análisis de los sentidos del trabajo involucra, por  ello, los posicionamientos que los jóvenes tienen frente a distintas  dimensiones del trabajo, pudiendo destacar aspectos vinculados a lo salarial, a  lo social (incluye la sociabilidad, las relaciones en el trabajo y las  posibilidades de cooperación y de reconocimiento social) y a lo simbólico  (Nicole-Drancourt y Roulleau-Berger, 2001;8 Jacinto  y Dursi, 2005, p. 23). 
La investigación realizada sobre las carreras periodísticas  de los integrantes más jóvenes de redacciones de diarios apuntó a recabar estas  distintas dimensiones de su socialización, a través de la indagación de  aspectos formales –vinculados a las características que revisten las modalidades  de empleo de redactores y pasantes, y a las expectativas que los distintos  actores depositan sobre la división del trabajo dentro de la sala de redacción–  y de aspectos informales –donde se ponen en juego la sociabilidad y las  disputas entre los participantes de las organizaciones periodísticas que dan  lugar a procesos de identificación que consolidan el proceso de socialización  laboral–.9
De este modo, el aporte concreto que propone este artículo  implica la articulación de los condicionamientos macroestructurales reseñados  con el análisis de las experiencias individuales y colectivas de los  integrantes más jóvenes de un espacio laboral. Esta articulación nos permitió  comprender que las motivaciones subjetivas de los jóvenes periodistas se encuentran  condicionadas por las restricciones impuestas al acceso al mercado formal de  empleo; pero, al mismo tiempo, esas motivaciones refuerzan la lógica de un  sistema que los condena a la precariedad, al menos en los primeros tramos de su  carrera, toda vez que se tiene como premisa básica que “el único modo de  aprender a hacer periodismo es haciéndolo”,10 poniendo  en segundo plano las condiciones en las cuales esta práctica se desarrolla. 
En el caso que nos convoca, nos detendremos en las  condiciones de inserción de pasantes en Página/12, así como en los  dilemas que atravesaron durante sus experiencias de formación dentro del  diario, donde tanto redactores como editores observaban que su práctica  concreta no difería de la realizada por un trabajador en relación de  dependencia. Como veremos, lo que un expasante y actual redactor del diario  definió como “la trampa de las pasantías” consistía en el esfuerzo realizado  para incorporar experiencia laboral en un contexto donde se desempeñaban a la  par de otros trabajadores, pero donde formalmente no eran considerados como  tales. Explicamos aquí los motivos por los cuales sortear esa trampa no  resultaba sencillo para quienes aspiraban a desarrollar una carrera  periodística en el mediano y largo plazo. 
Las pasantías educativas. Normativas relacionadas con su implementación en las empresas periodísticas
El estudio de las pasantías  educativas en los medios de comunicación nos permite comprender el primer tramo  de la carrera laboral de muchos jóvenes periodistas. Conocer las estrategias  individuales y colectivas así como los canales de ingreso y de permanencia que  dispone el propio campo y cada organización periodística, las normas explícitas  e implícitas de trabajo con colegas, jefes y fuentes de información y el juego  permanente de la interacción con los integrantes de ese universo, posibilita la  reconstrucción del proceso de socialización que atraviesan los ingresantes y  que se conecta con aprendizajes y reglas de interacción que ya son parte del  lenguaje corriente del mundo periodístico. 
  Hemos analizado los casos de jóvenes que llegaron al diario Página/12 entre 2004 y 2016 a partir de convenios de pasantía firmados entre la  empresa periodística y dos universidades nacionales. La consideración del caso  de los pasantes obedeció a que desde 2009 no hubo incorporaciones de jóvenes  periodistas al staff del diario. Si bien aquí observaremos una  equivalencia en el tipo de trabajo que realizan cotidianamente redactores y  pasantes del diario, conviene destacar que su posición en la estructura de la  organización periodística resulta divergente según los términos de la normativa  laboral vigente. La situación de un redactor se encuadra en las normativas  laborales del Estatuto del Periodista Profesional (Ley 12.908), que regula el  contrato de trabajo de los periodistas asalariados; del régimen de contrato de  trabajo (Ley 20.744) y del Convenio Colectivo de Trabajo de Prensa Oral y  Escrita 301/75 (para prensa oral y escrita en la Ciudad de Buenos Aires).  Señala Suárez (2016) que la Ley del Contrato de Trabajo y el Estatuto del  Periodista Profesional “coexisten y se deben conjugar en forma armónica” (p.  20). Por otra parte, el Estatuto del Periodista Profesional: 
… establece un salario mínimo y una jornada limitada, pero a la vez interpela la libertad de opinión, la libre expresión, la libertad de agremiación, la libertad de conciencia, el secreto a las fuentes, lo contornos de la agenda pública y política que desbordan la letra de la ley y se irradian hacia comunicadores “no profesionales” en principio excluidos de este cuerpo normativo. El estatuto transita sobre un equilibrio imposible: el de asegurar la libertad de trabajo, pensamiento y expresión del comunicador al mismo tiempo que lo necesita encuadrar en una empresa periodística capitalista, vertical, organizada por el patrón al servicio de su lucro económico (Suárez, 2016, p. 12).
  Los derechos y obligaciones de los pasantes no se encuadran  en dichas normativas y se ven limitados, en cambio, a lo dispuesto por el  Sistema Nacional de 
  Pasantías Educativas (Ley  26.427/08).11 En su artículo 2º, la ley define la “pasantía educativa” como  el “conjunto de actividades formativas que realicen los estudiantes en empresas  y organismos públicos, o empresas privadas con personería jurídica,  sustantivamente relacionado con la propuesta curricular de los estudios  cursados en unidades educativas, que se reconoce como experiencia de alto valor  pedagógico, sin carácter obligatorio”. Entre sus objetivos, en el artículo 3º  se propone que los pasantes: “a. Profundicen la valoración del trabajo como  elemento indispensable y dignificador para la vida, desde una concepción  cultural y no meramente utilitaria; b. Realicen prácticas complementarias a su  formación académica, que enriquezcan la propuesta curricular de los estudios  que cursan; c. Incorporen saberes, habilidades y actitudes vinculados a  situaciones reales del mundo del trabajo; d. Adquieran conocimientos que  contribuyan a mejorar sus posibilidades de inserción en el ámbito laboral; e.  Aumenten el conocimiento y manejo de tecnologías vigentes; f. Cuenten con  herramientas que contribuyan a una correcta elección u orientación profesional  futura; g. Se beneficien con el mejoramiento de la propuesta formativa, a  partir del vínculo entre las instituciones educativas y los organismos y  empresas referidos en el artículo 1º de la presente ley; h. Progresen en el  proceso de orientación respecto de los posibles campos específicos de desempeño  laboral”.
La ley establece también límites a la duración de las  pasantías, de un plazo mínimo de dos meses y máximo de doce meses, pudiéndose  renovarse hasta seis meses más; y que la carga horaria semanal no debe exceder  las veinte horas. En su artículo 12, establece una cuestión que redundó en  cambios significativos para los pasantes de todas las áreas del mercado  laboral: “las pasantías educativas no originan ningún tipo de relación laboral  entre el pasante y la empresa u organización en la que estas se desarrollan.  Esta figura no podrá ser utilizada para cubrir vacantes o creación de empleo  nuevo ni para reemplazar al personal de las empresas y organismos públicos o privados”.  En el caso que tratamos se observó que, al poco tiempo de sancionarse la ley,  la situación de los pasantes mejoró considerablemente. Según consta en los  relatos de los periodistas entrevistados, antes de la nueva legislación la  empresa demandaba a los pasantes mayor carga horaria y otras exigencias  laborales propias de un redactor en 
  relación de dependencia, aunque  percibieran una remuneración hasta cuatro veces inferior y carecieran de los  derechos y beneficios expresos del Estatuto del Periodista y del Convenio  Colectivo de Trabajo. 
  La Ley de Pasantías Educativas de 2008 fue homologada por  resolución conjunta de los Ministerios de Trabajo, Empleo, y Seguridad Social  Nº 825/09 y el Ministerio de Educación Nº 338/09, para articular los ámbitos de  la educación y el trabajo y erradicar las pasantías “como práctica para la  evasión de las normas imperativas del contrato de trabajo en relaciones  laborales encubiertas”. No obstante, este continuó siendo uno de los aspectos  más discutidos, ya que tanto pasantes como redactores y editores no hallaron  divergencias relevantes entre el trabajo que los más jóvenes realizaban en  comparación con el efectuado por los redactores de planta permanente en el  diario. Es decir que, en la práctica, esta exigencia no se cumplía. Veremos que  ello se debió a factores relacionados tanto con la organización de la empresa  como con las motivaciones de los propios pasantes, aunque se debe tener en  cuenta que el cambio de normativa introducido en 2008 moderó las exigencias de  la empresa hacia los pasantes. 
  En el período abordado en la investigación, el diario Página/12 contaba con pasantes en casi todas sus secciones. Generalmente, las  pasantías duraban un año y había dos pasantes en las secciones de Sociedad  (sobre un total de siete integrantes); dos en Política (sobre un total de 24  integrantes); uno en las secciones de Deportes, Espectáculos e Internacionales  (sobre un total que oscila entre cuatro y cinco integrantes en cada sección);12 y,  esporádicamente, hubo pasantes en la sección Economía. La mayoría de ellos han  llegado al diario a través de un convenio de pasantías que establecieron la  Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y de la UNLZ con la empresa La Página  S. A., que hasta 2015 editaba Página/12. Dicho convenio recuperaba las  definiciones de “pasantía educativa” y los objetivos formulados en la Ley  26.427, y además comprometía a la empresa a designar un “tutor” para el  pasante, “con experiencia laboral específica y capacidad para planificar,  implementar y evaluar propuestas formativas”. Por  otra parte, comprometía a la Facultad a designar un “docente guía”, “quien  supervisará el cumplimiento de los aspectos formativos de las tareas de los  pasantes”. El convenio y el acuerdo individual de pasantías planteaban asimismo  las condiciones que debía cumplir el estudiante para ser elegible como pasante  (ser alumno regular de grado de la UBA; no estar asignado a otra pasantía; ser  mayor de dieciocho años; ser preseleccionado por las unidades académicas  específicas de la UBA), explicitaban las tareas a desarrollar por el pasante,  su estipendio mensual (“el monto mínimo será calculado sobre el salario básico  del convenio colectivo aplicable a la empresa”) por la cantidad de horas  indicada (que no puede superar las veinte por semana), y la prestación de  cobertura de salud y de seguro de riesgos de trabajo. 
  En el próximo apartado se analiza en qué modo se cumple lo  dispuesto en el convenio y en la ley de pasantías y cuáles han sido los  factores que llevaron a los integrantes del diario a percibir que el desempeño  de pasantes y redactores se homologaba en la práctica. 
“Sos un redactor más”. De la normativa a la práctica de las pasantías
¿El pasante es un trabajador? Según estipula la normativa, no  lo es. Tal como se ha desarrollado en el apartado previo, la Ley 26.427 del  sistema de pasantías educativas define la pasantía como el conjunto de  actividades formativas que en ningún caso originan relaciones laborales con la  empresa u organización, y dispone que “no podrá ser utilizada para cubrir  vacantes o creación de empleo nuevo ni para reemplazar al personal de las  empresas y organismos públicos o privados” (Ley 26.427, artículo 12). 
  Abordaremos esta cuestión desde una mirada atenta a la  perspectiva constructivista de la identidad, que observa cómo la  internalización y el desempeño de diferentes roles lleva a los actores sociales  a interpretar subjetivamente el mundo, lo que repercute a su vez en la propia identificación  del yo. Según la concepción goffmaniana, la identidad de los sujetos se  define en el transcurso de las distintas experiencias que atraviesan, en el  marco de las cuales reflexionan sobre “el sentido subjetivo de su propia  situación” (Goffman, 2006, p. 126). Esta perspectiva supone que a partir de la  ejecución de los roles, las personas no sólo conocen a los demás sino que  también se conocen a sí mismas, definiendo su identidad en su relación con los  demás. Ello puede a su vez tornar compleja la demarcación de la identidad  personal si se 
  atiende a la multiplicidad de  situaciones en las cuales participan los actores, en las cuales pueden asumir  roles diversos e incluso antagónicos. 
  Un pasante recuerda que cada vez que en la Redacción se  debatía sobre la práctica que formalmente debe realizar un pasante y se  planteaban preguntas como “¿Qué es un pasante?” o “¿Qué hace un pasante?”, él  repreguntaba con cierta ironía: “¿Tenemos alma los pasantes?”. De esta manera  daba cuenta de la dificultad para caracterizar el trabajo que desempeñaba y  diferenciarlo del realizado por otros trabajadores del medio. En lo que sigue,  se advertirá que para responder las primeras dos preguntas no basta con  remitirnos al apartado anterior donde examinamos la normativa vigente, porque  la pasantía en Página/12 reúne otra serie de prácticas que no están  formalizadas pero que sin duda son también relevantes para caracterizar la  etapa de iniciación de los periodistas más jóvenes del diario. 
  En función de lo observado en la Redacción de Página/12 y  lo manifestado en las entrevistas a pasantes, redactores y editores, indagamos  en las dificultades relativas a la definición de los recién llegados a la  Redacción como “pasantes del diario”, cuando en la práctica cotidiana  desempeñaban tareas de los redactores, reemplazando y cubriendo espacios  vacantes dentro de las diferentes secciones del periódico. A continuación se  exponen las circunstancias que evidenciaron sus propias dificultades a la hora  de definirse a sí mismos, e incluso de ser percibidos por redactores y editores  como pasantes, cuando la experiencia los llevaba a posicionarse en la mayoría  de las situaciones cotidianas como “colegas” o “compañeros” de los redactores.  En este punto entran en contradicción las reglas formales –explicitadas en las  normativas del sistema de pasantías expuestas anteriormente– y las reglas  informales que también organizan el trabajo cotidiano en el mundo laboral. 
  Desde los primeros meses de las pasantías, no se planteaban  diferencias evidentes entre la índole de las actividades que realizaban los  pasantes y las propias de los redactores: la recopilación de información a  partir del relevamiento de datos desde fuentes primarias y secundarias, el  análisis y la redacción de la noticia. Los pasantes participaban del proceso de  producción de la noticia en una magnitud equivalente a la de un redactor. En  este punto concordaron pasantes, redactores y editores del diario. A medida que  pasaban los meses y los pasantes iban forjando su propia agenda de temas y de  contactos, también los editores los veían desempeñarse “como un redactor más”: 
Hay pasantes que, cuando adquieren determinadas condiciones prácticas, son mejores que periodistas que están estables (Ernesto, editor de Sociedad).
[A los pasantes] se los toma como a casi cualquier redactor que empieza. Ha habido otros casos de gente que empezó como redactor sin ingresar a través de la pasantía y no es muy diferente (Leandro, editor de Política).
Tuve la primera entrevista con Leandro, y me acuerdo que fui sin ninguna experiencia en medios. Entonces traté de lucir los conocimientos y el interés que tenía por la política. (…) Yo medio que había terminado diciendo: “Bueno, si quieren les sirvo café…”. ¿Viste que está como ese mito de que uno tiene que hacer cualquier cosa para entrar en un diario? Yo medio que me ofrecí a eso. Pero Leandro me dijo: “No, mirá que esto va a ser para trabajar en un diario”. O sea, de redactor (Ignacio, pasante de Política).
El otro día me mandaron con un pasante a cubrir una marcha. Él iba a hacer la nota principal y yo un poco de color. ¡Por mí, todo bárbaro, pero después que no digan que no es un laburante! O sea, el pasante haciendo la nota principal, que fue tapa del diario. ¡Esta semana el pasante ya hizo dos tapas! (Mariano, redactor de Política).
 De modo que, si bien los primeros días en el diario los  pasantes empiezan haciendo “pirulos” (notas breves), llegan a trabajar “a la  par” de cualquier redactor una vez que se familiarizaban con el trabajo con  distintas fuentes. En algunas secciones ello se debía a la falta de personal. O  en el caso de Política, donde los pasantes aparecían –según los términos de un  entrevistado– como “comodines” que reemplazaban a los redactores cuando estos  últimos no podían cubrir ciertos eventos. 
  El hecho de que los pasantes se vieran trabajando como  redactores los posicionó ante una situación dilemática, a la cual calificaron  en forma alternativa como una “oportunidad” o como “un exceso”, si se tiene en  cuenta que la pasantía había sido definida normativamente como una actividad  formativa. Los pasantes oscilaron entre ambas concepciones de su realidad  dentro del diario, y ello se vio reflejado en las prácticas que llevaban a  cabo: 
A ver, uno como periodista aprovecha ese tiempo al máximo… ¡Pero tampoco la estupidez! O sea, tampoco es una cuestión de regalar tus horas de laburo, de quedarte ahí más tiempo del necesario. Quizás es también cómo uno pone el freno. Yo veía al pibe que estaba antes que yo que se quedaba horas de más… Yo a las nueve me voy. Y saben que yo a las nueve me quiero ir. Eso está claro, está establecido y me lo respetan la mayoría de las veces (Melisa, pasante de Sociedad).
Otra cosa que me dijo Melisa siempre, desde el primer día, fue: “¡Vos a las nueve te vas! Y si vos no te parás y te vas, posiblemente te siga llegando laburo, entonces vos tenés que controlar eso” (Daniela, pasante de Sociedad).
Ambas pasantes apuntaron sobre la extensión de la jornada, que era uno de los aspectos que más preocupaba a los pasantes y donde se reflejaban los reclamos por las condiciones de trabajo. En este punto, advertían un cambio positivo que asociaban con la sanción de una nueva reglamentación del sistema de pasantías a partir de 2008. Aseguraban que a desde la readecuación de la empresa al nuevo régimen “se respetaron más los horarios”:
Después, en el Congreso se votó una nueva Ley de Pasantías, que ordenaba un poco más el tema: hasta cuándo te podían tomar, cuál era el sueldo que podías tener... Y un régimen para que la empresa pusiera un tutor, que sirva como aprendizaje al pasante. Bajaba un poco más la línea de que eran cuatro horas. Que eso no se cumplía antes, ¿no? Puso en regla el tema de las pasantías, que en realidad nunca se cumple porque entrás como un periodista más, como un redactor más, a laburar. Te tienen consideración porque saben que sos nuevo, que es tu primera experiencia. Pero laburás a la par de todos. Depende mucho de vos. Yo, cuando entré, entré a full, me volví loco por hacer todo y nadie te detenía. Y dependía mucho de cada pasante la cantidad de laburo del que se hacía cargo o le asignaban. Dependía del rendimiento (Mauro, pasante de Sociedad).
Este proceso de adecuación de la empresa a la nueva reglamentación de las pasantías se produjo paulatinamente, y ello se pudo advertir en los relatos de pasantes de los años 2009 y 2010 que plantearon reclamos a la UBA por el incumplimiento de lo dispuesto en el convenio de pasantía:
Los horarios se extendían a demanda de la Redacción. No había ningún tipo de consideración por absolutamente nada… Creo que no me tomé francos en todo ese tiempo, aunque por viaje te corresponden… yo estuve en total un mes y medio afuera. Pero bueno, era así, un régimen bastante de mierda. Yo hice las quejas a la UBA… (Guido, pasante de Política).
Supuestamente la pasantía eran cuatro horas. ¡Pero esas cuatro horas no existían en realidad! Eran seis o siete. Yo, la verdad, en ese momento me acuerdo que un delegado del diario me decía: “¿Pero para vos qué era mejor? ¿Más plata o menos horas?”. Yo, en ese momento, lo que quería eran las cuatro horas, porque quería estudiar y recibirme. Y llamé a la Facultad y dije: “La verdad es que las cuatro horas no es lo que sucede”. Les dije que iba a renunciar, pregunté si tenía que hacer un preaviso. Era una mala decisión renunciar, pero yo me quería recibir. Entonces fui, hablé con Recursos Humanos en el diario y dije que renunciaba. Pero después me llamó mi editor y me dijo: “No renuncies, yo te arreglo los horarios”… (Sofía, pasante de Internacionales).
 Entre los reclamos formulados a la UBA comenzó a implementarse  el nuevo régimen, en el cual los pasantes empezaron a contar con menores  inconvenientes que sus antecesores en lo que respecta al cumplimiento del  horario, como lo planteaban Melisa y Daniela, que hicieron sus pasantías varios  años después de la reforma de la ley.13 Desde  la UBA se realizaron reuniones informativas a cargo de la docente guía, que  consistieron principalmente en informar las condiciones formales de la  pasantía: “las cosas que nos corresponde hacer y las cosas que no, los horarios  que tenemos que cumplir, y nos decía que no trabajemos los feriados”.14 
  La confluencia entre la sanción de una nueva ley y los  reclamos formulados por los pasantes ante la Dirección de Empleo y Formación  Profesional de la Facultad dio lugar a una mejora en las condiciones de los  pasantes en el diario. Allí influyó también la intervención y el asesoramiento  de la comisión interna, a la cual los pasantes consultaban sobre las  condiciones de trabajo. 
  En la medida en que la actividad del pasante no se define  como un trabajo sino como práctica educativa, la remuneración que perciben no  es concebida como un “sueldo”, sino como una “asignación” o “estipendio”. Ello  impacta en la definición del rol de los pasantes dentro del diario ya que, si  bien en la práctica se desempeñan “como un redactor más”, se pone en cuestión su  caracterización como “trabajadores”, en función de lo manifiesto explícitamente  en la normativa de las pasantías. 
  A fines de 2015, la asignación estímulo de los pasantes era  de $4.866, lo cual representaba el 55,5% del sueldo básico de un aspirante  ($8.768) y el 35% del sueldo básico de un redactor ($14.014).15 Esa  asignación se establecía a partir de un cálculo del porcentual de horas de la  pasantía sobre el de la categoría más baja de periodista profesional: el  aspirante, definido en el artículo 18 del Estatuto como “quienes se inician en  las tareas periodísticas”.16 Algunos pasantes y redactores del diario criticaron que esa  asignación no se estableciera sobre la base de un porcentual del sueldo de un  redactor, al 
observar que las tareas  realizadas por los pasantes resultaban más bien homologables a las de esta  categoría, que es superior a la de aspirante:17 
En 2010 el sueldo era menos de un tercio de lo que ganaba un redactor, ¡y, honestamente, las tareas eran las mismas! Porque vos tenías que ir de cuatro de la tarde a once de la noche, tenías que hacer coberturas, escribir notas… Te digo, un día había que hacer la [página] tres, ¡y había que hacer la tres!18 Sacar la tapa del diario… O sea que había una diferencia muy marcada con respecto a eso (Ignacio, pasante de Política).
En su testimonio, Ignacio marcó la diferencia entre el trabajo de un pasante y el de un aspirante, al cual no habrían de asignarle notas relevantes como las que él y otros pasantes realizaron. En cambio, este tipo de trabajos era propio de redactores que cobraban hasta tres veces más y que firmaban sus notas arriba, algo que para un pasante de Deportes demostró ser una nueva forma de invisibilizarlos o de “ningunearlos”:
También se da un tema, que es una gilada del tema de las pasantías, que por ejemplo, yo cuando terminé la pasantía y fui a esos partidos, firmé las notas y las firmé arriba,19 en lugar de firmarlas abajo, como hacía cuando era pasante, ¡una idiotez! Pero hacen esas cosas con los pasantes, ningunearlos al hacerlos firmar abajo. Son cosas que deberían cambiar y que no les cuesta nada. Más que nada porque los pasantes muchas veces hacen la nota más importante de cada sección. Y tirarle la firma ahí abajo… Loco, ¡si de verdad no estoy capacitado, dame una nota chiquitita! Ahora, te sirvo para hacer la nota más grande y me tirás la firma ahí. Son boludeces que te marcan, como diciendo: “Ganate el derecho de piso” (Renzo, pasante de Deportes).
El caso de los viajes para realizar coberturas fue otro de los aspectos que destacaron los pasantes al comparar sus actividades con las de un redactor, con la diferencia de que, hasta hace unos años, los pasantes no contaban con seguro por riesgos del trabajo:
Yo entré a mediados de junio de 2005, y a principios de julio me mandaron a cubrir un acto de Kirchner en Tucumán. Eso significaba que te ponías el traje, te levantabas a las seis de la mañana, te subías al avión con los demás periodistas, te ibas hasta Tucumán, cubrías el acto, volvías acá y escribías. Laburabas desde las seis de la mañana hasta las diez de la noche. Siendo pasante. Es una época en la que laburé… yo me acuerdo de laburar doce horas, catorce horas. No todos los días, pero para lo que es hoy la ley de pasantías, que son cinco horas como máximo, era muy distinto. Y además nos dejaban viajar, que es algo que ahora tampoco sucede. Porque hace tiempo “descubrieron” que los pasantes no tenían ART [aseguradora de riesgos del trabajo],20 y que se les podía armar un quilombo legal. Entonces dejaron de mandar pasantes a viajes (Pablo, pasante de Política).
 Los viajes por coberturas significaron importantes  experiencias de aprendizaje para los pasantes, posibilidades para foguearse en  el trabajo. Pero al mismo tiempo, en estos testimonios se dio cuenta de las  condiciones de precarización laboral en las que se encontraban. Nuevamente se  planteó la disyuntiva entre aprovechar “la oportunidad que te da el diario” y  la aceptación de esas condiciones desventajosas, cuyo reflejo es el lugar  diferencial que se le asignaba a la firma de los pasantes debajo de una nota  que bien podían haber elaborado con mayor esmero que un redactor. En esa  disyuntiva también entraba en juego la comparación con la situación de pasantes  de otros medios que, según los periodistas de Página/12, empeoraba en  diarios como Clarín o La Nación, donde aseguraban que “no sólo  los explotan, sino que ellos pagan para ser pasantes”.21 Por  ejemplo, recuerdan a un colega de Clarín que recibía a los pasantes  diciéndoles: “Ustedes no son becarios. ¡Ustedes son pre-carios!”. 
  Para Daniela, en la aceptación de estas condiciones incidía  la edad y la clase social de los pasantes, que al iniciarse la pasantía tenían  entre 22 y 24 años. Muchos aún vivían con sus familias o recibían de ellas  algún ingreso mensual que complementaba lo percibido por su actividad como  pasantes y les permitía finalizar sus estudios en la UBA. Desde su rol como  delegado gremial, Mariano sugería a los pasantes que “busquen el equilibrio”  entre la faceta positiva y la negativa de la pasantía: 
Lo que yo trato siempre de decirles a los pasantes es: “Busquen un equilibrio entre lo que les pide el diario, lo que les pide la empresa, y lo que ustedes van a poder llevarse de acá el día que se vayan”. O sea: “pensá buenas notas, proponé buenas notas, dedicale tiempo a las buenas notas, cosa que después de un año acá te vayas con veinte notas. Cosa que después digas: ‘Yo estuve este año en Página y escribí estas veinte notas’. Y que eso sea una carta de presentación para otro lado. ¿Por qué? Porque si no, va a haber pasado el año sacando notas como chorizos, y te vas a ir y no vas a tener qué mostrar, ¿entendés?” (Mariano, redactor de Política).
Es en esta idea de buscar un “equilibrio” entre el provecho que saca la empresa y el que obtiene el pasante donde Alejo, pasante de Sociedad, encontró “la trampa de las pasantías”. Esa trampa la observaba en que las expectativas y la iniciativa con la que llegan los estudiantes de Comunicación y de Periodismo al diario los llevaba a adoptar un rol de trabajador que “no es el que corresponde”. Cumplían tareas que excedían la actividad que había sido encuadrada como práctica educativa. Pero, se planteó, en caso contrario, ¿cómo podrían “abrirse camino” laboralmente o “crecer en la profesión”?:
Vos sos el pasante. El pasante es el tipo que pasa. Entonces estás ahí para cubrir la eventual necesidad de la sección. El tema está en vos abrirte camino. Que ahí, para mí, está la trampa de las pasantías. Los que estudiamos periodismo no queremos necesariamente ir a Página/12 o a cualquier otro diario en el que vos te puedas mostrar haciendo pirulos, cosas chiquitas. ¡Querés ver tu firma, que tu vieja te vea, que tus amigos te vean, que tus fuentes te respeten, que tengan información, que te manden información, que vos puedas elegir, que empieces a crecer en la profesión, querés meter una tapa…! ¡Y la verdad es que no te corresponde! Pero la dinámica del diario, en ese sentido, al menos en Página/12, a vos te da la posibilidad de que hagas eso… sin respetarte como periodista y como redactor.
¿Ahí decís que está la trampa?
 Ahí está la trampa. ¡Del mismo sistema de pasantías! ¡La ley  no la cree nadie! (Alejo, pasante de Sociedad). 
  Durante su pasantía, Alejo empezó a notar que los pasantes  “no cubrían los baches”, sino que, por el contrario, veía que realizaban  cotidianamente buena parte del trabajo de cada sección. Empezó a contar cuántas  notas escribían por día y encontró que su producción alcanzaba entre el 30% y  el 50% del total de las diferentes secciones del diario. Era el año 2005,  cuando convocó a todos los pasantes del diario para conversar sobre esta  situación: 
Esa situación de injusticia, de tener un estipendio y no tener un salario, porque no se te reconoce como trabajador, y hacer el mismo laburo que un redactor… aunque por ahí no con la misma calidad periodística. Eso, a mí, me llevó adentro del diario a empezar a organizar a los pasantes de todas las secciones, conocernos las caras… Entonces, en un momento yo agarraba el diario y empezaba a ver cuántas notas firmaron los pasantes (…) El pasante solo te hacía todo, ¡no es el que te cubría los baches chiquititos! Entonces nos organizamos, hicimos reuniones: “¿Qué vamos a reclamar?”. Yo me acuerdo que todos querían reclamar un poco más de guita. Y mi pelea era que no nos centremos en la reivindicación salarial. Pidamos algo más que eso: ser reconocidos como trabajadores, poder votar en las elecciones de comisión interna, poder votar en las asambleas (Alejo, pasante de Sociedad).
En este contexto, se puso en  cuestión la definición del rol del pasante desde una concepción que se propuso  trastocar las clasificaciones presentes en la normativa por otra que tomaba  como punto de partida la similitud del trabajo que redactores y pasantes  llevaban a cabo. Al hacer hincapié en la índole de las prácticas realizadas,  los pasantes reclamaron “ser reconocidos como trabajadores”. 
  Ese planteo significaba una puja por el sentido sobre la  práctica de las pasantías, y se expresaba en una suerte de no lugar22 que los  pasantes sentían que ocupaban en la empresa. El reclamo abrió un debate en el  marco de una asamblea, donde trabajadores del diario discutieron “si tenía que  haber o no pasantes” y también sobre “qué es un pasante”. Las reflexiones  traducían dos perspectivas contrapuestas. Una de ellas demandaba identificar a  los pasantes como trabajadores, en vista de que las prácticas que realizaban  unos y otros eran homólogas. La segunda mirada partía del ángulo opuesto,  interrogando primero sobre la identidad de los pasantes y luego sobre las  prácticas que llevaban a cabo. Según esta última perspectiva, si sus prácticas  eran equivalentes a las propias de los redactores, no había razón de ser de las  pasantías; podrían ser anuladas y reemplazadas por más puestos de trabajo. En  el siguiente relato de Mariano, se pueden advertir estas distintas concepciones  que se hacían presentes en la Redacción acerca de la caracterización del  pasante y su función dentro de la empresa: 
El pasante es un trabajador que está haciendo sus primeras armas en el oficio, y que es el modo que encuentra de insertarse en una empresa. No es que lo elija. Es la única posibilidad que tenés, muchas veces. ¡Y aparte es legal! ¡La pasantía es legal! Yo me acuerdo, cuando hicimos el planteo de calcular cuánto correspondía que cobraran los pasantes, que muchos compañeros opinaban que no tiene que haber pasantes. ¡Y sí! ¡Me encantaría que no hubiera pasantes y que todos fuéramos redactores! Pero existe una ley que permite que existan los pasantes. ¿Y qué hacemos? ¿Nos desentendemos porque no queremos que haya pasantes, o tratamos de que trabajen en las mejores condiciones posibles? ¡En la práctica son compañeros! Porque estamos en la Redacción… Son compañeros a los que tratamos de ayudar especialmente. Yo, personalmente, siempre les aconsejo qué cosas hacer y qué cosas no hacer para que les sirva la pasantía (Mariano, delegado y redactor).
Frente a los colegas que criticaban la existencia de las pasantías y observaban en el pasante “una amenaza” a su fuente de trabajo, se argumentó a partir de la regularización de la actividad: “la pasantía es legal”. Pero una vez resuelta esta discusión, esa misma normativa que legitimaba la actividad era cuestionada y se definía al pasante como “un trabajador” y como “un compañero”. Se destacaron las problemáticas asociadas a su desarrollo, que generaban que los estudiantes provenientes de las universidades realizaran un trabajo equivalente al de un redactor, pero en condiciones de mayor precarización. En esto residía la “trampa” a la que hacía alusión Alejo, ya que la pasantía se presentaba como una oportunidad de inserción en un medio, aunque en condiciones desventajosas y careciendo de garantías para la continuidad laboral:
Insisto, con esta cosa media perversa de que es una empresa que a vos te está dando un espacio en el cual vos te podés mostrar. Yo me acuerdo en una de las asambleas lo que decía un periodista: “Nosotros quisiéramos saber qué es un pasante. ¿Qué es lo que hace un pasante? ¿Cuál es su obligación?”. ¡El pasante es eso! ¡No te conocen! ¡Hay flacos que están ahí un año y no saben quién carajo es! ¡Es una mierda para vos, como trabajador, que no te reconozcan los demás, que te reconozcan como “el pasante”! Yo me re calenté en esa asamblea, discutimos… El tipo decía que si era un sistema de explotación, que se terminen las pasantías. Y yo estoy de acuerdo con eso. Pero no. Porque los estudiantes de periodismo, o los que no tenemos guita, que no tenemos conocidos en los medios de comunicación, que nuestros viejos fueron albañiles o almaceneros y que estamos tratando de mejorar la situación social de nuestra familia a través del periodismo, ¡no tenemos forma de acceder a una Redacción, al menos en ese momento, si no es a través de una pasantía! No existe esto de que vos vas, tirás un currículum y te llaman (Alejo, pasante de Sociedad).
Finalmente, la participación de los pasantes en las asambleas del diario también dio cuenta de las tensiones que surgían en su identificación con los redactores. Existen distintos puntos encontrados sobre esta cuestión. Algunos expasantes recordaron sugerencias “de buena leche” que algunos editores hicieron frente a su creciente participación en esas instancias: “Los pasantes se están organizando, pero tratá de no meterte. Porque todos los que están ahí, están en una lista negra”. También se aludió a enfrentamientos suscitados con los redactores del diario, a partir de la participación de los pasantes en asambleas y su intervención en los reclamos por aumentos salariales. En este punto, se puede observar las tensiones que emergieron de la caracterización del pasante como un trabajador:
Yo, cuando entré como pasante me consideré, al menos temporariamente, como un trabajador del diario. Entonces, cuando había asambleas, yo participaba y votaba. Y hubo una negociación hacia mediados de 2007 por el aumento de ese año. En una asamblea que ya era para cerrar, habían planteado un número que ya no se podía mover más. Y fueron 57 votos, ponele, por el No aceptar y 52 por el Sí aceptar. Todos los pasantes votamos en contra, porque se proponía un porcentaje para la Redacción y a nosotros nos daban un aumento de $100. Y fuimos a otro paro. Y después de eso hubo comentarios: “Los pasantes se están cargando nuestro aumento’. Como que a partir de eso los redactores todavía no habían empezado a cobrar su aumento porque nosotros queríamos seguir en lucha” (Francisco, pasante de Espectáculos).
Las observaciones realizadas durante las asambleas en 2015 en la sala de redacción contrastaron con esta experiencia de Francisco, y se podía ver que los pasantes tendían a continuar con sus tareas habituales, aunque sin perjuicio de atender a los temas que los delegados estaban planteando. A diferencia del relato de Francisco, que data de años anteriores, algunos expasantes que habían vivido aquellas asambleas y que ahora se encontraban en otra posición como redactores o editores, compararon su experiencia con la poca participación –y acaso el interés– de las nuevas camadas de pasantes. Dicha comparación no contemplaba el distanciamiento que esas nuevas camadas fueron advirtiendo entre las problemáticas planteadas en las asambleas y las propias de los pasantes:
Debe ser una decisión gremial de que si vos sos redactor del diario y ya tenés tus propios quilombos como redactor y tenés que discutirlo con la asamblea, a veces es hasta una cuestión estratégica más ordenada, si se quiere, de: “Pidamos esto, porque si sumamos la cuestión de los pasantes, de los colaboradores y no sé qué, la empresa va a resolver lo más boludo y nosotros, los redactores, nos vamos a quedar sin soluciones”. Tiene su sentido, más allá de que uno pueda pensarlo como poca solidaridad de clase de los redactores (pasante de Política).
Lo de las asambleas era raro, yo participaba porque, quieras o no, es ahí mismo donde estás trabajando. Pero no entendían que vos también eras un trabajador, algún periodista cuadrado podía pensar que estabas amenazando su fuente de trabajo, tipo “nos van a rajar y meter pasantes” (pasante de Sociedad).
Estas cuestiones explican el trasfondo de la poca participación que se observó de los pasantes en las asambleas entre 2015 y 2016. Y sin embargo, incluso cuando los pasantes no parecían atentos a la asamblea, más tarde podían explicar todos los temas que se habían desarrollado allí. Luego, su participación en los reclamos del colectivo de los trabajadores del diario no decaía; muchas veces se hacía efectiva en función de las determinaciones tomadas en esas asambleas. Se ha referido que hubo pasantes que no adhirieron a las medidas de paro, pero ello resultó algo más bien excepcional, aunque no exento de dilemas como los que se le presentaron a Daniela:
Es difícil, porque los pasantes somos el eslabón más explotado de la cadena. Y hay periodistas que son muy críticos de las asambleas, que los escuchás diciendo: “Estos que se piensan que van a hacer la revolución…” y que se ríen de cada cosa que se dice en la asamblea. Y vos estás ahí, y sabés que si adherís al paro van a estar pensando lo mismo de vos: “¡¿Y esta quién se cree que es?!”. Porque no es lo mismo que adhiera un pasante.
¿Y vos por qué adherís?
¡Porque son mis compañeros! Si no adhiero los estoy cagando… Si ellos votan el paro yo no me voy a quedar trabajando. Al mismo tiempo, me pone re mal, porque siento que le estoy clavando un puñal a mi editor, que le dejo el trabajo a medio hacer. No es algo que él me haga saber, quizá es una boludez mía, que yo lo siento así. Trato de decirle qué me faltó de la nota y se la envío hasta donde llegué (Daniela, pasante de Sociedad).
 Los trabajadores del diario conocían este tipo de dilemas que  se les planteaban a los pasantes, y al mismo tiempo sabían que “para ellos no  da lo mismo no firmar”. Y se reconocía que, en ellos, el temor a las  represalias por participar activamente podía ser mayor. En este sentido,  destacaron positivamente la adhesión a las medidas de fuerza entre quienes  calificaron recíprocamente como “compañeros”. 
  El dilema planteado en el día a día en la Redacción acerca de  si el pasante es o no un trabajador –en función del analizado contraste entre  la definición normativa de su actividad y la puesta en práctica– es finalmente  resuelto cuando concluye la pasantía. En esa instancia, los devenidos  expasantes recuerdan haber transitado un momento de crisis asociado a un final  vivido como “abrupto” de su estadía en el diario, como señaló uno de ellos:  “uno se entusiasma mucho con el laburo, y cuando salís, salís a la nada”. 
  El cierre de esta etapa y la imposibilidad de “quedar en el  diario” tuvo como trasfondo una situación de desempleo que, en muchos casos, se  prolongó mucho tiempo. El dilema del pasante es, en este sentido, el de los  jóvenes que hallan pocas oportunidades para insertarse laboralmente, y  desarrollan estrategias para permanecer en el mercado de trabajo, muchas de las  cuales exceden ampliamente las obligaciones acordes al rol desempeñado. En un  contexto de precarización laboral como el caracterizado, las empresas de medios  convalidan estos esfuerzos, pero no brindan chances concretas de permanencia a  los más jóvenes. Se origina así una paradójica situación en la cual la empresa  invierte en la formación de periodistas durante un período promedio de un año,  y luego decide no capitalizar esos recursos humanos que irán a otros medios  para aportar los conocimientos adquiridos en la pasantía. 
Consideraciones finales
El artículo buscó proporcionar una descripción y un análisis  de la situación de los pasantes de prensa gráfica en la actualidad. Si bien el  trabajo de campo se realizó en    Página/12, nos  encontramos desarrollando estudios preliminares que indican que las condiciones  de precarización se hacen extensivas a otras empresas mediáticas, aunque cada  caso revista sus particularidades. 
  Se llevó a cabo un repaso de las condiciones de inserción  laboral de los jóvenes en el último tramo del siglo XX y comienzos del siglo  XXI en nuestro país, advirtiéndose que constituyen el sector más vulnerable en  contextos de crisis de empleo. Las pasantías se convirtieron así en un  mecanismo de socialización y estrategia de inserción para muchos jóvenes que  desean desempeñarse como periodistas y que no hallan muchos otros canales para  ingresar a un medio. Observamos que la pasantía es parcialmente efectiva como  mecanismo de socialización laboral, porque los jóvenes periodistas aprenden el  oficio durante su estadía en la sala de redacción. Pero esta formación se topa  con un límite temporal que signa a la vez su permanencia en ese espacio  laboral. La pasantía posibilita de este modo el acceso al conocimiento de la  dinámica de un mundo del trabajo que brinda escasas posibilidades de inclusión  plena a los más jóvenes. 
  Quisimos aportar un análisis que comprenda desde los factores  asociados a la dimensión normativa del sistema de pasantías, hasta las  condiciones efectivas de realización de estas en la cotidianeidad de la sala de  redacción. Los hallazgos del trabajo de campo nos permitieron incorporar  también la dimensión identitaria, al advertir la dificultad de trasladar la  definición normativa de la pasantía a la autopercepción de los jóvenes y la  percepción que sus colegas y jefes tenían sobre ellos. Esto se debió a lo que  ha sido definido por uno de los entrevistados como “la trampa”: formalmente son  caracterizados como pasantes y se niega la relación laboral, pero informalmente  se desempeñan como trabajadores. Como vimos, lo último obedece tanto a la reducción  de fuentes de trabajo determinada por la empresa como a un aspecto subjetivo  relativo a la intención de los pasantes de hacer efectivo su aprendizaje de la  profesión durante su estadía en el diario. 
¿Obedece esto a un incumplimiento de la legislación vigente?  Si la reforma del sistema de pasantías subsanó parcialmente la sobrecarga de  trabajo en los pasantes, los recortes al interior de las empresas periodísticas  persisten, e incluso se pronunciaron en estos últimos años, durante los cuales  prácticamente no se han incorporado nuevos trabajadores. El presente artículo  intentó responder al interrogante poniendo de relieve la articulación entre los  condicionantes estructurales y las estrategias que los actores 
despliegan frente a aquellos.  Dadas las condiciones de mayor precarización, los trabajadores del sector han  participado de distintas acciones de protesta que incluso condujeron al  cuestionamiento de la dirigencia sindical y a la creación de un nuevo gremio.  Pero destacamos también que, si el conocimiento de este panorama entre los más  jóvenes los ha llevado a tomar mayor conciencia de sus derechos y obligaciones  como pasantes, no fue menor el modo en que repercutió en la generación de la  necesidad de extraer el mayor provecho posible a su breve estadía en el mundo  laboral, lo cual ha decantado asimismo en situaciones de autoexplotación. 
El cumplimiento de la normativa se ve así doblemente  dificultado por las consecuencias de los recortes económicos ejecutados por las  empresas y por las acciones que los más jóvenes desarrollan con miras a  aumentar sus chances de permanencia en un contexto signado por la inestabilidad  y la escasez de oportunidades laborales. 
2 El Sindicato de Prensa de Buenos Aires advirtió que entre 2016 y 2017 se perdieron 2.500 puestos de trabajo.
3 En el caso de la UBA, entre 2002 (año desde el cual se tiene registro) y 2015, hubo 46 pasantes de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA en Página/12. Según el registro de la Facultad, sólo dos de esos 46 pasantes fueron contratados por la empresa. En el caso de la UNLZ, no se cuenta con registros de la cantidad de pasantes que han sido contratados por Página/12 pero se informó que, entre 1990 y 2010, sólo el 17% de los estudiantes que se han formado en la agencia de noticias de la Facultad (desde la cual se gestan los convenios de pasantías) accedió a un empleo efectivo en medios. Esto da cuenta del cuello de botella que ahoga las posibilidades de inserción en el mercado laboral de los medios para los más jóvenes.
4 Página/12 es un diario que nació en 1987 en el contexto de transición democrática en Argentina. En función del tratamiento que el medio dedicó desde sus inicios a la cuestión de los derechos humanos en nuestro país, que incluía la denuncia sobre los crímenes de lesa humanidad cometidos en la última dictadura cívico militar pero también la vulneración de los derechos de minorías y grupos sociales desaventajados, fue valiéndose paulatinamente de la definición de “el diario de los derechos humanos”. Esta percepción bastante generalizada entre su lectorado se vio también en los relatos de los pasantes, que desde muy jóvenes se imaginaban trabajando en este medio, ya que adherían a la lectura y al análisis que proponía sobre los hechos de la historia reciente y de la actualidad. Esta proximidad con la línea editorial no se tradujo, no obstante, en un vínculo estrecho entre quienes dirigen la empresa y los trabajadores y pasantes, algo que al interior de la sala de redacción se explica generalmente bajo la diferenciación entre las áreas relativas al trabajo periodístico y al manejo gerencial de la empresa.
5 Sin pretensión de exhaustividad se pueden citar los trabajos de Beccaria y López (1996); Beccaria y Serino (2001); Lindemboin (2001); Salvia y Rubio (2002); y de Montes Cató y Battistini (2000).
6 Nicole-Drancourt, C. (1994). “Mesurer l’insertion professionnelle”. Revue Française de sociologie, XXXV [Citado en Pérez y Busso (2014)].
7 Nos referimos al artículo “Comprender la inserción: de trayectorias típico-ideales a trayectorias vividas” incluido en el libro de Pérez y Busso (2014).
8 Les jeunes et le travail 1950-2000. PUF, París. [Citado en Longo et al. (2014)].
9 Respecto al rol que cumplen tanto la sociabilidad como las reglas informales en los procesos de socialización laboral, existen numerosos aportes empíricos desde la sociología interpretativa, específicamente en su corriente interaccionista norteamericana. Algunos de ellos se pueden consultar en la compilación realizada por Harper y Lawson (2003), entre los cuales se puede destacar el de Roy, así como en las investigaciones realizadas por Hall (1948) y Becker (2009).
10 Esta frase, que originalmente se atribuye a Gabriel García Márquez, ha sido citada recurrentemente en las entrevistas realizadas a pasantes, redactores y editores de este y otros medios.
11 Cabe destacar que no todas las pasantías de los casos que aquí se abordan se encuadraron en esta ley, ya que algunas fueron realizadas con anterioridad a su sanción.
12 Los datos fueron provistos por la comisión interna de Página/12. Incluyen a los columnistas y redactores que no asisten regularmente a la sala de redacción y excluyen a los colaboradores. Si se estima el trabajo diario requerido a cada una de las secciones y la proporción de pasantes sobre el total de trabajadores, Sociedad es una de las secciones donde el trabajo sería difícilmente resuelto sin la participación de pasantes. En Internacionales y Espectáculos la situación es similar, pero allí se cuenta con mayor número de colaboradores permanentes y ocasionales.
13 Aun así, algunos pasantes han planteado que les exigieron una “dedicación exclusiva” que, sin embargo, no cumplieron, como señaló un pasante de Sociedad: “Pedirle exclusividad a alguien que no firma notas, que tiene que estar disponible todo el día para trabajar sólo cuatro horas y ganar $4000 sin tener aportes... Es una situación un poco desfavorable. La empresa juega con que te da una oportunidad que está buena, que es muy posible que no vuelvas a tener, entonces es una cantidad de demandas que no se corresponden con los beneficios que tenés”.
14 En cambio, pasantes de años anteriores no recuerdan haber mantenido este tipo de encuentros en la Facultad.
15 Los datos fueron provistos por periodistas y pasantes del diario y se cotejaron con la información de la grilla salarial de prensa escrita difundida por la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (UTPBA), disponible en: http://www.utpba.org/wp-content/uploads/2016/05/GRILLA-SALARIAL-GRUPO-1.pdf
16 El resultado es del 55,5% porque el sueldo básico del aspirante está calculado por 36 horas semanales, mientras que la pasantía es de 20 horas semanales.
17 La categoría de redactor está por encima de las categorías de aspirante, archivero, reportero y cronista. Si la asignación del pasante se calculara sobre la base del proporcional de horas trabajadas por un redactor, sería de $7.777 (en valores del año 2015).
18 La mayoría de los periódicos publica su nota central en la página tres, y es donde generalmente Página/12 desarrolla su “nota de tapa”.
19 Por “firma arriba” se refiere a la publicación del nombre del redactor debajo del título de la nota y antes del desarrollo. Los pasantes generalmente firman “abajo” y su nombre aparece al final del desarrollo de la nota, bajo la aclaración de que se trata de la persona que realizó el “informe”. En muchas ocasiones los pasantes fueron “premiados” por sus editores, quienes les publicaron su firma “arriba” cuando la nota demandó varias jornadas de producción.
20 En la actualidad, los pasantes sí cuentan con ART y obra social.
21 La referencia que se adecúa a esta situación no corresponde, en la práctica, a la situación de los pasantes de estos medios sino más bien a la que atraviesan los estudiantes de las maestrías en periodismo que realizan prácticas en estas salas de redacción. Así lo expresó un docente de la Maestría en Periodismo que dicta Clarín con la Universidad de San Andrés: “Después de los primeros años de la maestría, en Clarín se avivaron del yeite: ‘¡Estos tipos pagan para laburar en Clarín! ¡Les cobramos para que laburen en Clarín! ¡Es fantástico!’. (…) La maestría era carísima. Después que la terminaban, los mejores, digamos, iban a hacer pasantías rentadas al diario. ¡Con lo cual, se habían pagado a sí mismos el sueldo de diez años más o menos!”.
22 Nos referimos aquí, en sentido figurado, al término propuesto por Marc Augé en Los no lugares. Espacios del anonimato. El antropólogo caracteriza estos no lugares como aquellos espacios donde los individuos no pueden definir su identidad, sus relaciones o su historia.
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