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Trabajo y vivienda: la relación entre inserción laboral y autonomía habitacional. Un estudio sobre las trayectorias de jóvenes en el Área Metropolitana de Buenos Aires

 

Milena Arancibia

FLACSO-CONICET
Mail: m2arancibia@gmail.com

Recibido: abril  2017
Aceptado: junio 2017


Resumen

En la sociedad actual, la salida de la vivienda familiar es uno de los eventos definitorios de la transición a la adultez. Sin embargo, en las últimas décadas los eventos de transición se desdibujaron y se asistió a una tendencia a la prolongación de la juventud, por el retraso ya sea en la estabilización laboral como en la adquisición de un domicilio autónomo.
En este artículo se aborda el estudio de dichas transformaciones en relación a quienes transitaron la juventud en el Area Metropolitana de Buenos Aires entre 1999 y 2013. Se parte de la perspectiva de la transición, centrada en estudiar la juventud como una etapa del curso de vida en la que se asiste a dos eventos principales: el pasaje de la educación al trabajo y el acceso a un habitat autónomo respecto a la vivienda de origen. A partir del ingreso al mercado laboral los jóvenes alcanzan la independencia económica y con el acceso a la vivienda separada de la familiar adquieren la autonomía habitacional. En este sentido, se analiza de qué manera los cambios en el mercado de trabajo y las transformaciones urbanas dificultaron la autonomía habitacional. Especificamente, se examinan las estrategias habitacionales atendiendo a los recursos puestos en juego, las motivaciones y las expectativas de las y los jóvenes con respecto al modo de tenencia. Entre las conclusiones de análisis se plantea que si bien las trayectorias educativo-laborales influyen en las carreras residenciales, no necesariamente significan la puerta de acceso a una trayectoria habitacional ascendente. El análisis se basa en un estudio cualitativo, con entrevistas retrospectivas a mujeres y varones de 32 años. A través del método biográfico se analizan las trayectorias de 30 jóvenes de distintos sectores sociales.

Palabras clave: Jóvenes; Trayectorias laborales; Estrategias habitacionales; Autonomía.

Abstract

Work and housing: the relationship between job placement and residential autonomy. A study of young adult’s trajectories in the Metropolitan Area of Buenos Aires

Nowadays, leaving the parental home is one of the main events in the transition from youth to adulthood. Throughout the last decades, the youth period has been extended, as difficulties in finding a stable job and getting access to housing delayed youth independence and autonomy.
The paper offers an in-depth analysis of the aforementioned changes in young adults’ trajectories in the Metropolitan Area of Buenos Aires, in the period 1999-2013. The study is based on the concept of youth as a life stage that include two transitions: from studying to work and from living in the parental home to having their own home. Ideally, when young people access to the labor market, they acquire economic independence and when they leave their parental home they acquire residential autonomy. However, recent changes in the labor market and urban transformations made housing autonomy increasingly difficult. This paper studies housing strategies of young people, focusing on resources, mobility motivations as well as future expectations regarding types of tenancy agreements. The results show that although labor trajectories influence housing strategies, they do not necessarily mean a gateway to an upward housing trajectory. The study is based on 30 in-depth interviews to young people from different social class backgrounds, using a biographical research method.

Keywords: Youth; Labor trajectories; Housing strategies; Autonomy.


 

Introducción

En la sociedad actual, la salida de la vivienda familiar es uno de los eventos definitorios de la transición a la adultez. Sin embargo, en las últimas décadas los eventos de transición se desdibujaron, y se asistió a una tendencia a la prolongación de la juventud, por el retraso ya sea en la estabilización laboral, en la adquisición de un domicilio autónomo o en la maternidad y paternidad. La nueva condición juvenil y las transformaciones estructurales y de orden cultural que la definen, generan un creciente interés entre las investigaciones referidas a los jóvenes.
Si bien existen diversas posturas y formas de abordaje en los estudios de juventud, en este caso se parte de la perspectiva de la transición (Casal et al., 2006). La misma, surgida a mediados del Siglo XX, se centró en estudiar las actividades propias de dicha etapa del curso de vida y los principales eventos que dan cuenta del pasaje a la adultez: la salida de la escuela, el ingreso al mercado laboral, el acceso a una vivienda, la primera unión y el nacimiento del primer hijo. En este trabajo se centra la atención en el pasaje de la educación al trabajo y el acceso a un hábitat autónomo respecto de la vivienda de origen. A partir del ingreso al mercado laboral los jóvenes alcanzarían independencia económica y con el acceso a la vivienda separada de la familiar adquirirían autonomía habitacional (Filardo et al., 2010). Pero las formas que toman dichas transiciones varían en cada sociedad y a su vez son diferentes en cada sector social y según el género (Salas y De Oliveira, 2009). Sin embargo, en la sociedad occidental existe un modelo normativo de transición actual que implica la estabilización en una posición laboral y el acceso a un domicilio propio, es decir que permita la independencia económica y la autonomía habitacional de los individuos adultos.
Los cambios estructurales que afectan las transiciones, aquellos ocurridos en el mercado de trabajo y en el mercado de viviendas, como los de orden cultural, fueron analizados en diferentes investigaciones. Varios estudios atribuyen las dificultades de los jóvenes para estabilizarse laboralmente y adquirir independencia económica a un contexto de precarización y flexibilización del mercado laboral en el sistema de producción postfordista (Egris, 2000; Furlong y Cartmel, 2007). Pero además, específicamente en el país, el aumento de los precios de las viviendas (Baer, 2012), junto con la creciente brecha entre los salarios y dichos precios, afectan la consecución de la autonomía habitacional. En este artículo se aborda el estudio de dichas transformaciones en relación a las trayectorias laborales y las estrategias habitacionales de los jóvenes de distintos sectores sociales.
Como sostiene Carbajo Padilla (2014), en una época de aumento de la vulnerabilidad, se despliega una transferencia de recursos entre generaciones, necesaria para afrontar tanto la inestabilidad que se presenta en el mercado de trabajo como en las familias. En este sentido, se refuerza la necesidad de una redefinición de los momentos de ruptura o eventos de pasaje debido a los cambios en los proyectos y la creciente vulnerabilidad que deben enfrentar los jóvenes, que ponen en cuestión los eventos de transición a la vida adulta.

Las estrategias habitacionales en las trayectorias juveniles

En la transición a la adultez la búsqueda de una vivienda autónoma se constituye en un factor clave para la vida. Es tanto el lugar donde se duerme, se desarrollan las familias y se establecen las relaciones sociales con amigos, familiares y vecinos. Asimismo, condiciona el acceso a ciertas oportunidades laborales, educativas, culturales y otras que brinda la ciudad. Por lo tanto, revisten especial interés las estrategias habitacionales de los jóvenes, que pueden ser comprendidas a través del estudio de los diversos recursos que destinan los jóvenes y sus familias, las motivaciones detrás de los movimientos residenciales y las expectativas referidas a la vivienda (Di Virgilio, 2007). En este trabajo se centra la atención en las estrategias referidas al modo de tenencia (propiedad, alquiler, cohabitación, etc.) al que aspiran los jóvenes y la condición que finalmente consiguen para vivir (Bonvalent y Dureau, 2002). Más allá de las causas que explican por qué algunos logran llegar a ser propietarios y otros no en el capitalismo actual (Reygadas, 2008), existe una concepción hegemónica que establece una jerarquía en los modos de tenencia de la vivienda, en la que “llegar a ser propietario de su vivienda es el horizonte de casi todos los hogares” (Bonvalet y Dureau, 2002: 74). Se toma el concepto de modelo normativo de trayectoria residencial (Carbajo Padilla, 2014) según el cual los individuos aspiran a llegar a la vivienda en propiedad, en estrecha relación con una concepción normativa de individuo adulto que es independiente y autónomo. Por otra parte, específicamente en Argentina, es necesario tener en cuenta que, debido a una historia de fuertes cambios políticos y socioeconómicos, la “casa propia” continúa siendo percibida como una forma de ahorro y como medio de resguardo o capitalización frente a un futuro incierto (Reese et al., 2014), por lo que se constituye en la meta que persiguen los hogares.
A partir de este artículo se busca describir las distintas estrategias habitacionales, referidas al modo de tenencia, de las y los jóvenes de distintos sectores sociales para comprender el rol del trabajo y la educación como integradores y garantizadores de mejores condiciones habitacionales. Se examinan las estrategias atendiendo a los recursos puestos en juego, las motivaciones y las expectativas de las y los jóvenes en relación a la vivienda. Se toman en cuenta los principales factores que influyen en las estrategias, entre ellos las oportunidades ofrecidas por el mercado de trabajo, las circunstancias del mercado inmobiliario y el origen social (Di Virgilio, 2007). En efecto, para conseguir cierto modo de tenencia los jóvenes destinan los recursos familiares y los obtenidos por el propio trabajo, pero el empleo que consiguen y las condiciones laborales a las que acceden se ven influenciadas por las oportunidades que encuentran en el mercado laboral en un determinado periodo histórico del país. Asimismo, es necesario considerar las acciones estatales referidas a la vivienda, dado que el Estado, a través de las políticas habitacionales, tanto de construcción de vivienda como de créditos subsidiados, y a través de la regulación del mercado inmobiliario y de los usos del suelo, opera sobre las oportunidades de acceso a la vivienda en un determinado período.
Por lo tanto, se se da cuenta de las principales transformaciones que sufrió el AMBA durante la década del 2000, presentando algunas referencias a la evolución de la coyuntura socioeconómica y las principales características de la dinámica urbana que influyeron en las trayectorias de transición a la adultez de los jóvenes. Esto resulta fundamental para comprender las posibilidades de independencia y autonomía que los llevó a las distintas situaciones de vivienda en las que se encontraban a sus 32 años1.

Acceder a la vivienda en la década del 2000: el mercado de trabajo y la dinámica urbana

Para comprender los principales factores que influyen en las estrategias habitacionales de los jóvenes en el Área Metropolitana de Buenos Aires, durante el período 1999-2013, se considera necesario reflexionar sobre los cambios y continuidades ocurridos en el territorio que afectaron las posibilidades que tuvieron los jóvenes para acceder a una vivienda. En relación al mercado laboral, si se analiza el contexto argentino, luego de la crisis que afectó al país en el año 2001, el crecimiento económico generó un mejoramiento en las condiciones del mercado de trabajo y se incrementaron los niveles de ocupación durante la década del 2000 (Miranda y Zelarayán, 2011). En efecto, la estrategia de crecimiento económico con protección social que estuvo detrás de las políticas implementadas en esos años (Palomino, 2007), tuvo efectos sobre los sectores de menores ingresos, ampliando sus oportunidades laborales. Era esperable que el mejoramiento de las condiciones laborales influyera en las posibilidades de autonomía habitacional, dado que la estabilidad laboral permitió contar con un ingreso fijo necesario para afrontar un alquiler, así como hizo a los trabajadores formales posibles beneficiarios de créditos para acceder a la compra de una vivienda. Sin embargo, según algunas investigaciones, el mejoramiento de los indicadores laborales se evidenció sobre todo en algunos sectores y, en particular, para los trabajadores registrados (Salvia, Fraguglia y Metlika, 2006). A partir de 2009, la evolución de las cifras mostró el estancamiento del crecimiento y se desaceleraron las cifras referidas al empleo registrado, al mismo tiempo que comenzó a crecer el empleo no registrado (Beccaria y Maurizio, 2012). Debido a la creciente inflación, las mejoras que se habían alcanzado en relación a los ingresos medios y su distribución, también sufrieron. Específicamente entre los jóvenes, ciertos estudios dieron cuenta que, si bien a partir del año 2003 los indicadores de empleo mejoraron, para aquellos de origen social humilde y escasas credenciales educativas, la precariedad de los puestos de trabajo a los que accedieron fue algo característico en sus trayectorias laborales (Longo et al., 2015).
Luego del año 2003, junto a la modificación de algunos elementos centrales de la política económica, el rol del Estado en materia de política habitacional tuvo un fuerte contraste comparado con las tres décadas anteriores. Durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, el Estado adquirió un rol central a través de la inversión de significativos recursos para solucionar el déficit habitacional (Del Río, 2010). Ciertas investigaciones dieron cuenta de una expansión de las respuestas habitacionales mediante el aumento relativo de los beneficiarios y de las oportunidades de acceso a la vivienda pero cuestionaron los resultados alcanzados por el Plan Federal de Construcción de Vivienda2. En efecto, a pesar de la importante producción de viviendas de interés social que se llevó a cabo desde 2003 hasta el 2012, el déficit habitacional estuvo lejos de solucionarse y el conflicto por el derecho a la ciudad aumentó, especialmente en el Área Metropolitana de Buenos Aires, uno de los territorios más críticos de la Argentina en materia de déficit habitacional.
Por otro lado, ciertas dinámicas del mercado inmobiliario dificultaron el acceso a la vivienda. En la década del 2000, debido a una combinación de factores, algunas investigaciones dieron cuenta del significativo incremento del precio del suelo y de los bienes inmuebles (Baer, 2012). El ensanchamiento entre ingresos y precios de las viviendas junto con la reducción de la oferta de créditos hipotecarios y las restricciones para su acceso (Herzer y Di Virgilio, 2011; Capello y Galassi, 2011; Putero, 2012), aumentaron los conflictos por el suelo en las principales ciudades. A su vez, la ausencia de una política de regulación del suelo (Cravino et al., 2012) dificultó el acceso a la vivienda de los sectores de menores ingresos. Específicamente en el AMBA, la evolución de algunas cifras entre principio y final de la década dieron cuenta del problema habitacional. Este es el caso de las cifras de hacinamiento de hogares, que registraron un aumento en sus valores. En la evolución de los indicadores de los modos de tenencia de la vivienda entre 2001 y 2010, se incrementaron los porcentajes de alquileres, y en especial entre los jóvenes (INDEC, 2010). Sin embargo, acceder a una vivienda alquilada se hizo más difícil para este grupo etario. En efecto, durante la década, los alquileres también aumentaron sus precios y las condicionalidades para ingresar como inquilino, lo que contribuyó a la problemática habitacional y en particular al crecimiento de los arriendos informales (Reese et al., 2014). Las características señaladas de la dinámica urbana influyeron en las posibilidades de autonomía habitacional de los jóvenes (Arancibia, 2015). Por lo tanto, en un contexto en el que el acceso a la vivienda autónoma se hizo más restrictivo, se considera necesario analizar las estrategias desplegadas por los jóvenes para construir sus propios hogares y, por otro lado, revisar los conceptos de independencia, autonomía y transición a la adultez.

Metodología

El análisis de las estrategias habitacionales de jóvenes en la década del 2000 en el AMBA, se inscribió en una estrategia cualitativa, en base al método biográfico. El trabajo se basó en la realización de 30 entrevistas en profundidad, sobre una muestra segmentada de jóvenes de una cohorte de egresados de la escuela secundaria en 1999. Las entrevistas retrospectivas se llevaron adelante durante el año 2013, cuando los jóvenes tenían alrededor de 32 años. La muestra estuvo compuesta por 18 escuelas del AMBA. En la selección de establecimientos educativos se trabajó a partir de los criterios clásicos que se utilizan para el análisis de la segmentación educativa. Siguiendo la tradición de los estudios del campo de la sociología de la educación se distinguieron tres segmentos (bajo, medio, alto), tomando en cuenta particularmente el nivel socioeconómico y educativo de las familias de los estudiantes. Esta variable se consideró como indicador del sector social de origen de los entrevistados. La muestra de 30 entrevistas utilizadas fue elaborada en base a los resultados hallados en una investigación respecto de las actividades educativas y laborales durante los primeros años del egreso (2000-2003)3 y fue segmentada por la variable construida sector social y sexo. En su conjunto quedó conformada por 12 jóvenes de sector bajo, 10 de sector medio y 8 de sector alto; de ellos 12 son mujeres y 18 hombres. En cuanto a su lugar de residencia, 12 habitaban en la Ciudad de Buenos Aires y 18 habitaban en otros partidos del AMBA.  
Para el estudio de las trayectorias educativo-laborales, los resultados se organizaron a partir de las situaciones observadas sobre el final de la transición entre la educación y el mundo del trabajo (o del cuidado), es decir se desarrolló una tipología que da cuenta de las posiciones que los entrevistados habían alcanzado sobre el final de la etapa de la juventud. La tipología se definió a partir de la categoría ocupacional en la que los y las jóvenes se desempeñaban al momento de realizarse las entrevistas. La elección de la noción de categoría ocupacional como elemento diferenciador estuvo asociada a la idea misma de transiciones juveniles. En efecto, el interés de los estudios de transiciones está relacionado con el de los procesos de estructuración social, en el interior de los cuales el empleo constituye aún uno de los principales marcos de referencia en términos de estatus y valoración social. Dado que el trabajo constituye uno de los principales recursos con los que cuentan los jóvenes para obtener la independencia y la autonomía, su indagación resulta fundamental para comprender sus posibilidades de lograrlo. De esta forma, cada una de las categorías de la tipología fue nombrada en base a la inserción ocupacional alcanzada, como resultado de las oportunidades y constreñimientos a las que cada una de las personas entrevistadas estuvieron expuestas por transitar la juventud en la década del 2000. Las cinco tipos de trayectoria son: i) inserción de calificación ocupacional profesional y educación superior, ii) inserción en ocupaciones técnicas con estudios terciarios completos; iii) inserción ocupacional técnica con estudios superiores incompletos; iv) inserción operativa sin vínculo con los estudios de nivel superior; v) trabajos de cuidado e inactividad.
Por otro lado, para indagar las estrategias habitacionales se analizaron las entrevistas categorizando la situación habitacional de los jóvenes a los 32 años, partiendo del indicador comúnmente utilizado “Régimen de tenencia de la vivienda”4, pero adaptándolo a las situaciones encontradas. Por lo tanto, se definieron los siguientes grupos: propietario; inquilino; comparte el terreno con la familia de origen (propia o de la pareja) y comparte la vivienda con la familia de origen (propia o de la pareja). Asimismo, se tomó en cuenta el sector social para dar cuenta de las diferencias en los recorridos encontrados5.
En síntesis, los resultados mostraron, por un lado, el recorrido de transición entre la educación secundaria y el mundo del trabajo y por otro el residencial. Se dio cuenta tanto del proceso de inserción y la construcción de la trayectoria laboral desde la salida de la escuela secundaria y hasta los treinta años de edad, como del proceso hacia la autonomía habitacional. Se buscó desentrañar las distintas formas de transición juvenil a través de las cuales se puede observar la consolidación de posiciones en la estructura social de los jóvenes sobre el principio de los treinta años de edad.

Estrategias habitacionales de los jóvenes en el AMBA

Durante la década del 2000, debido a las dinámicas antes descriptas, la dificultad de acceder a una vivienda se acrecentó para aquellos que quisieron construir un hogar propio en el AMBA. En este sentido, se analiza cuáles fueron las posibilidades de acceder a una vivienda autónoma de los jóvenes de distintos sectores sociales y se da cuenta cómo se interrelacionaron sus estrategias habitacionales con sus recorridos educativo-laborales. Como se procura advertir en las entrevistas, los jóvenes desarrollaron diversas estrategias ante las crecientes dificultades.

Propietarios
El grupo de los entrevistados que a los 32 años eran propietarios pertenecían al sector alto. Si se analizan los recursos movilizados para acceder a la vivienda, se destaca el rol que tuvo la familia en facilitar el acceso a la propiedad de la vivienda por primera vez (Arancibia, 2016). Para algunos, el primer movimiento residencial significó acceder a una vivienda propia y otros se fueron de la vivienda familiar a alquilar en un primer momento para luego acceder a una vivienda propia.
Entre los que consiguieron la autonomía habitacional siendo propietarios está Tomás, que forma parte del Tipo i de la tipología construida de trayectoria educativo-laboral. En la década del 2000, mientras cursaba sus estudios universitarios, vivía en la casa de los padres y realizaba trabajos en los que fue creciendo profesionalmente. Para poder formarse como abogado, Tomas considera que fue fundamental que los padres lo mantuvieran económicamente ya que sus trabajos no le alcanzaban para pagar sus gastos. De este modo, relataba: “Seguía viviendo con ellos porque la verdad es que en el estudio tardé unos 2 años en hacer pie y decir: “Bueno, podría mantenerme solo, muy ajustado, pero podría mantenerme solo” (E27, sector alto, La Plata, 2013). Recién una vez que logró sentir estabilidad laboral se fue de la casa de los padres a vivir con la pareja. Entre los dos compraron un monoambiente a través de un fideicomiso, después lo vendieron y con dinero que recibieron de sus familiares compraron un departamento más grande al que finalmente se mudaron. A su vez cuando fue entrevistado estaba construyendo una nueva vivienda porque deseaba mudarse a un espacio más grande. Para ello, con su pareja pidieron un crédito hipotecario en un banco privado, al que sumaron ahorros propios y finalmente pensaban terminar de pagar la construcción de la casa con la venta del inmueble en el que vivían en ese momento. Tomás, a partir de su trayectoria de inserción laboral, pudo alcanzar una situación de estabilidad que le permitió a sus 32 años pagar las altas cuotas que implicaban los créditos hipotecarios, para los cuales además se necesitaba cumplir requisitos de formalidad y estabilidad laboral que pocos jóvenes podían demostrar (Banzas y Fernandez, 2007).
Pero en sus relatos se pudo corroborar que la familia jugó un papel fundamental en las posibilidades de apropiación del espacio. El “cambio drástico” que produce el legado del patrimonio familiar “al permitir alcanzar la posesión de la propiedad por primera vez” (Di Virgilio, 2007:183) en los sectores medios ya ha sido señalado en otras investigaciones. Estos resultados coinciden con los encontrados por Cosacov (2014) en sus conclusiones sobre el acceso a la propiedad de jóvenes de clase media en el barrio de Caballito (Ciudad de Buenos Aires), entre quienes la familia jugó un papel fundamental en facilitarles el acceso a la vivienda, no sólo a través de la herencia sino también en forma de regalos y préstamos. Cuando lo compara con una generación anterior, la autora pone en evidencia que el lugar que ocupan los recursos familiares aumenta mientras que disminuye la importancia del ahorro. Como sugiere Cosacov, “el acceso a la propiedad de la vivienda es vía mercado formal de tierra y vivienda que resulta facilitado por la movilización de otros recursos, sobre todo aquellos provenientes de la familia, en menor medida del ahorro, del crédito hipotecario y del financiamiento ofrecido por loteadores, constructores y desarrolladores” (Cosacov, 2014:182). Se ha visto que entre los jóvenes entrevistados, las familias regalaron dinero para la compra total o parcial de la vivienda o prestaron el dinero, pero sin los costos y requisitos que implicaban los créditos hipotecarios a través de los bancos. En particular en Argentina, diversos estudios han demostrado cómo ha crecido la influencia de los recursos familiares en el acceso a la propiedad debido al exponencial aumento del precio de las viviendas en relación a los salarios (Baer, 2011).
Sin embargo, en las entrevistas realizadas se observó que para los jóvenes de este sector social la propiedad no pareció estabilizar la carrera residencial. Por el contrario, todos ellos si bien eran propietarios buscaban mudarse a un inmueble con mayor espacio o que se adecúe mejor a sus necesidades. Algunos cambiaron de lugar una vez durante la década y otros en más de una oportunidad, realizando movimientos a viviendas más grandes y más valiosas. En el caso de los que buscaron expandirse lo lograron gracias a que pudieron acceder a créditos, pudiendo así expandir el capital familiar. En este sentido, puede afirmarse que los recursos transferidos por familiares fueron combinados con otros recursos como los ahorros propios, créditos u otros tipos de financiamiento para acceder a viviendas mejores. Asimismo, cuando los movimientos residenciales se realizaron en pareja, los recursos económicos de ambos se combinaron (y los de ambas familias de la pareja). Es de notar en este grupo, la estrategia de compra de vivienda financiada en cuotas por medio de la modalidad de fideicomiso6 (conocido como “venta al pozo”), que fue una de las herramientas que caracterizó el desarrollo inmobiliario del AMBA en la década del 2000.
En este punto, es de destacar que estos jóvenes pudieron acceder a este tipo de recursos (créditos o financiamientos) dado que, por un lado contaban con el capital inicial brindado por la familia (la vivienda regalada), y por otro lado, sus trayectorias educativo-laborales (en especial aquellos que se insertaron en el ámbito corporativo) les permitieron obtener la estabilidad laboral necesaria para afrontar los altos costos financieros de los créditos hipotecarios y cumplir con los requisitos de formalidad y estabilidad laboral que exigían las entidades bancarias.

Inquilinos
Entre los jóvenes entrevistados el alquiler era la opción más extendida para aquellos de sector medio, aunque también en este grupo hay jóvenes de sector alto y bajo. Estos jóvenes no recibieron recursos económicos familiares en el proceso de construir un hogar propio, y si en algunos casos los hubo no fueron suficientes para pasar a la condición de propietarios de un inmueble. Por el contrario, en algunos casos los jóvenes debieron ayudar económicamente en sus hogares de origen. Como se verá en los relatos, para los jóvenes que no recibieron una propiedad heredada o regalada, acceder a una propiedad no fue posible. 
Si bien entre los jóvenes inquilinos los recorridos que los llevaron a estar alquilando a los 32 años fueron muy variados, en sus recorridos se manifiesta una característica común y se relaciona con la percepción de ésta como una situación transitoria. Los relatos de los jóvenes evidenciaron que a pesar de las diferencias, no dejaron de lado la expectativa de acceder en algún momento a la “casa propia”. Esta perspectiva futura se vincula con la idea de que la vivienda en propiedad “confiere una posición residencial, y de esta manera una posición social” (Bonvalet y Dureau, 2002:74) y parece coincidir con “una representacion jerárquica de un trayecto promocional que va desde el alquiler hasta la propiedad” (Bonvalet y Gotman, 1993, citado en Bonvalet y Dureau, 2002:76). Si bien los jóvenes de distintos sectores manifiestan esa aspiración, no todos logran acceder a ser propietarios. Siguiendo a Reygadas, para comprender por qué se verifica dicha desigualdad en la sociedad contemporánea “se requiere una aproximación transdisciplinaria, que articule el análisis económico de los mercados con el estudio de la producción simbólica de diferencias jerarquizadas, que enlace el análisis de la estratificación social con el de las relaciones de poder, que tienda puentes entre el estudio de las relaciones de producción con la investigación sobre la desconexión y la exclusión, que busque mediaciones entre las redes globales de la desigualdad y la construcción de inequidades en interacciones cara a cara en pequeñas comunidades” (Reygadas, 2008:36)7. Pero, además, en particular en la Argentina, debido a la historia de fuertes cambios políticos y socioeconómicos, la casa propia continuaba actuando como forma de resguardo ante un futuro incierto. Opuesto a la propiedad, como el modo seguro de tenencia, se encuentra el alquiler “que representa una condición inestable y de debilidad, que se acrecienta cuanto menor es el ingreso de los hogares y mayor la condición de precariedad laboral” (Reese et al., 2014:101).
En este grupo, tanto para los jóvenes que trabajaban en el mercado formal como para quienes se encontraban trabajando en el mercado informal (una gran proporción de los jóvenes), acceder a una vivienda en propiedad no resultó una opción accesible y el alquiler fue la forma de conseguir la autonomía habitacional. Estaba entre sus expectativas ser propietarios de una vivienda, pero aún no lo habían conseguido porque en esos años los empleos que tuvieron no les permitieron ahorrar ni pudieron pedir créditos. Fabián, un joven del sector medio, había ido a una escuela técnica aeronáutica y trabajaba a sus 32 años en un taller mecánico con su padre (Inserción Tipo iv). Realizó su primer movimiento residencial cuando se fue a vivir con la pareja después de que nació su hijo, a una vivienda alquilada y en la que habitaba con su familia al momento de la entrevista. Fabián durante los 13 años analizados no llevó a cabo estudios superiores y se desempeñó en trabajos no calificados hasta que se puso un taller mecánico con su padre, lo que constituía el único ingreso familiar. Cuando se le preguntaba por el ahorro, Fabián respondía que tenía un salario variable todos los meses que no se lo permitía. Pertenecía además a la franja de trabajadores informales que no cumplía los requisitos que le exigían los bancos para solicitar créditos, por lo que se había inscripto en planes habitacionales estatales. Si bien no pudo ahorrar en esos diez años, en la evaluación que hace Fabián de su recorrido laboral, al repensarlo comparándolo con los trayectos laborales de sus compañeros (que se insertaron laboralmente en empleos formales en la industria aeronáutica) se ve en una situación de desventaja y se culpabilizaba por no haber podido “hacer funcionar su negocio” ni obtener una vivienda propia. Así lo expresaba: “No sé, qué sé yo, es como que todavía no le vi la quinta pata al gato a esto de ser independiente8. Él [el padre] siempre me dice “Ser independiente es mejor” pero por ahí en la época de ellos podía haber más trabajo, no se... Mi sueño ahora es comprar una casa y yo laburo atrás de él y no llego. Y veo que esto me va a costar no un año, me va a costar mucho más, no se, 10 años más o por ahí, esto mañana explota y mejora y empiezo a vender más y bueno, pero hasta ahora, en lo que va en estos 12 años, me alcanzó para vivir bien, para comprarme mis cositas, pero el sueño de la casa todavía no está. Entonces por ahí, viendo a mis compañeros [de colegio], ya tienen sus casas, están en blanco…” (E19-sector medio-La Matanza, 2013). Se puede afirmar que debido a la recuperación de las instituciones laborales que regularon las relaciones laborales durante la década del 2000 (Palomino, 2007), se favoreció la situación de aquellos trabajadores integrados al mercado formal de trabajo. Si bien a Fabián le resultaba imposible convertir los resultados de su trabajo en capacidad de ahorro como estrategia para acceder a una vivienda, seguía estando entre sus expectativas poder alcanzarla.
Los jóvenes de sector bajo que alquilaban pudieron terminar estudios superiores y a sus 32 años se hallaban insertos en ocupaciones técnicas que les permitían cierta estabilidad laboral para pagar el alquiler de sus viviendas (Tipo ii). Por otro lado, en el grupo de inquilinos también se encuentran jóvenes de sector alto, para quienes alquilar era un paso en la carrera hacia la propiedad. En lo que respecta a las expectativas, algunas investigaciones en el ámbito nacional (Cosacov, 2012) ponen en cuestión el supuesto de que la propiedad está en el horizonte de casi todos los hogares, demostrando que hogares de sectores altos, con posibilidades económicas de acceder a la propiedad, optan por el alquiler. Sin embargo, en los relatos de los jóvenes de sector alto que son inquilinos se observa la imposibilidad de ser propietarios debido a las condiciones laborales alcanzadas junto con la expectativa no cumplida de poder acceder a la casa propia por sus propios ingresos. Por ejemplo Susana, una joven que terminó estudios terciarios y trabajaba de fotógrafa independiente (Tipo ii), notaba la imposibilidad de acceder a un crédito por sus condiciones de contratación, sumado al efecto del contexto inflacionario en sus posibilidades de ahorrar para acceder a una vivienda en propiedad9: “Y en este país no hay crédito para el monotributista, ya es difícil para el que es empleado conseguir un crédito, para el que es monotributista, por más que pagues un montón, te lo hacen imposible para sacar un crédito. Entonces, bueno, estoy tratando de remarla para ganarle a la inflación y poder construirlo como sea, lo tengo que lograr en algún momento” (E2, sector alto, Capital Federal, 2013). Para ellos alquilar era considerada como la única respuesta posible ante la imposibilidad de acceder a la casa propia.

Terreno compartido con la familia de origen propia o de la pareja
Los jóvenes de los sectores más bajos contaron con opciones más restringidas. El contexto de reactivación del mercado inmobiliario argentino al que se asistió a partir del año 2003, empeoró las posibilidades de acceder a un hogar propio para los jóvenes de los sectores de menores ingresos. La modificación de las condiciones macroeconómicas reactivó la economía y el mercado interno generando un crecimiento en la demanda de suelo urbanizado para las diferentes actividades. Sumado a esto, el Estado a través de distintas políticas asumió un papel central en la valorización del suelo urbano a partir de la construcción de infraestructura contribuyendo al alza de los precios (Cravino, 2013). Además, el proceso de valorizacion inmobiliaria estuvo relacionado con la edificación de vivienda multifamiliar para los estratos económicos de mayor poder adquisitivo en unos pocos enclaves de la ciudad (Reese et al, 2014), lo que redujo aun mas la oferta residencial para otros sectores sociales. El aumento de los costos de los bienes raíces junto con la reducción de los créditos hipotecarios limitaron el acceso a la propiedad de la vivienda para los jóvenes de sectores de menores ingresos. Por otra parte, si bien durante la década del 2000, el Estado asumió un papel más activo en la provisión de vivienda social que en décadas anteriores (Del Río, 2010), las respuestas no llegaron a tener la cobertura necesaria y las posibilidades de autonomía habitacional pasaron a depender en mayor medida de los recursos materiales de las familias de origen. Ante este panorama, algunas de las cifras que dan cuenta del déficit habitacional se agudizaron. En la década se asistió a un crecimiento de la población que reside en villas y asentamientos, tanto en la CABA (Zapata, 2013) como en la Conurbano (Reese et al, 2014).
En este contexto los jóvenes con menores recursos desplegaron las estrategias clásicas. Entre los entrevistados del segmento que compartía el terreno con la familia de origen o la familia de la pareja, provenían de sector bajo, pero también algunos de sector medio, cuyos progenitores vivían en el Conurbano Bonaerense, en viviendas unifamiliares en lotes que contaban con espacio para albergar otra construcción. En cuanto a los recorridos habitacionales de estos jóvenes, se registraron pocos cambios de vivienda en los 13 años analizados y en la muestra la mayoría de los jóvenes no dejaron el terreno de la casa familiar nunca al momento de entrevistarlos, rondando los 30 años.
Más allá de las diversas situaciones, en sus relatos se evidencia la construcción de la vivienda en el terreno de la familia como una estrategia ante la imposibilidad de acceder a la compra de un terreno. En efecto, se encuentran algunas biografías en especial de jóvenes mujeres, en las que las viviendas se construyeron ante la conformación de un nuevo núcleo familiar, particularmente a partir de casos de embarazo adolescente. Es el caso de Mariana (E6, sector bajo, Tigre, 2013) que a los 16 años tuvo su primera hija siendo madre soltera. Dado que ella nunca trabajó (Tipo v), por lo que no tuvo ingresos propios, sus padres y hermanos le construyeron una casa en el mismo terreno para que viviera con su nueva familia. Como sostienen Bonvalent y Dureau (2002), las solidaridades familiares también se expresaron en la ayuda en forma de trabajo físico para construir la casa.
Para otros es pensado como un período transitorio que les permitiría poder ahorrar, para en un futuro, comprarse algo propio. Es el caso de Guillermo, quien realizó su primer movimiento residencial mudándose a un inmueble alquilado con su pareja, donde vivió por un tiempo, pero luego volvió al terreno familiar a construir una casa para ellos. Tomó la decisión de volver “para tener algo seguro” (E16, sector medio, Tigre, 2013). Como se observa, en el sector medio el alquiler aparece como una opción dificultosa, al que sólo optan pocos, porque es muy dependiente de la capacidad económica y sus vaivenes. Guillermo, a sus 28 años ya había conseguido un trabajo estable en la empresa Falabella (Inserción Tipo iii), y sumando ahorros propios con los de la pareja pudo construir una casa arriba de la vivienda familiar. Para poder finalizar la construcción, tener un trabajo estable resultó muy valorado, priorizándose por sobre la elección de empleos que aportaran al desarrollo de la carrera profesional. Este es el caso de Santiago (Tipo iii): “Hoy por hoy tengo que pensar también en lo económico porque tengo a mi mujer, a mi nena y tengo la casa arriba que la estamos haciendo con mi viejo, entonces, si o si tengo que pensar en los valores también, si estuviera soltero no me molestaría, si la empresa a la que quiero ir está en buenas condiciones, tiene las máquinas que yo quiero para poder seguir progresando profesionalmente, si me pagan unos pesos menos iría, pero ahora estoy casado, tengo una familia, ahora es otra cosa” (E10, sector medio, La Matanza, 2013).
Sin embargo, la construcción no fue un proceso lineal, sino que dependió de la capacidad de ahorro, directamente asociada a la estabilidad en el empleo. En efecto, uno de los entrevistados presentaba estas dificultades en su relato, cuando explicaba que comenzó a construir, pero por un periodo tuvo que dejar de hacerlo porque estuvo desocupado.
Como factor común en los casos analizados, más allá de los motivos por los que empezaron sus procesos de autonomía habitacional y los recursos movilizados, se destaca la reciprocidad de las redes familiares, tanto al compartir el terreno, como en el aporte de trabajo físico para la construcción de las viviendas. La localización compartida, permite además redes de cuidados tanto para los niños pequeños como para los adultos enfermos o adultos mayores.

Vivienda compartida con la familia de origen propia o de la pareja
Entre los jóvenes que han sido entrevistados, algunos han optado por la estrategia de compartir la vivienda con la familia de origen propia o de la pareja. Los jóvenes de sector bajo tuvieron estrechos márgenes de posibilidades para elegir, por lo que ante la dificultad de acceder a la vivienda por los procesos antes descriptos, algunos adoptaron como estrategia el allegamiento de hogares. En este grupo, por lo tanto, encontramos jóvenes que formaron núcleos familiares sin irse de la casa de los padres. Como sostiene Di Virgilio (2003), la cohabitación es una de las formas que adquiere la expresión de las solidaridades de las redes familiares ante las necesidades no resueltas de vivienda. 
Estos jóvenes de sector bajo no tuvieron empleos que tuvieran la estabilidad y formalidad necesaria para pagar alquileres y menos aun tomar créditos. Por ejemplo Luis, que trabajaba como preceptor en un colegio (Tipo iv), así lo expresaba: “Yo alquilar no… si yo me voy de mi casa, me voy con algo seguro porque si yo sé que me voy alquilando, los alquileres te suben dos hasta tres veces por año y tenés que vivir también. Lamentablemente, el alquiler te imposibilita el ahorro y el ahorro es lo que vos podés quizás en algún momento invertir y poder comprar algo…siempre con la posibilidad de poder avanzar” (E20, sector bajo, Capital Federal, 2013).
Otro es el caso de Roxana, que a sus 32 años vivía con su pareja y sus tres hijos en la casa de su madre. Los motivos de su decisión residencial los relataba de este modo: “Siempre me quedé a vivir con mi mamá por el hecho de que ella tiene una enfermedad (…), una esclerosis múltiple que afecta el sistema nervioso y siempre me quedé con ella” (E4, sector bajo, Berazategui, 2013). Roxana durante la década pudo estudiar enfermería, gracias a su abuelo que la ayudó económicamente, y pudo insertarse como enfermera (Inserción Tipo ii) a partir del contacto que le hizo su madre en el hospital en el que ella trabajaba realizando tareas de limpieza. Las relaciones intergeneracionales basadas en la solidaridad y el apoyo mutuos se hacen evidentes en la biografía de Roxana en donde los recursos se transmitían en ambas direcciones (Cuervo y Wyn, 2014) y donde se reproducía la posición social de sus progenitores.
Entre los jóvenes que comparten vivienda se encuentran algunos de sectores medios y altos que se independizaron habitacionalmente de sus padres, pero volvieron al hogar de origen y otros que aún no se fueron. Entre los motivos de los que volvieron, se encuentran convivencias en parejas o intentos de sustentarse solos que no funcionaron. Volver al hogar de origen era visto, de acuerdo a sus relatos, como una “etapa de transición” hasta lograr independizarse definitivamente. Otros jóvenes de sectores medios estaban esperando a encontrar un trabajo de su profesión antes de irse de su casa familiar. Por lo tanto, la decisión de realizar su primer movimiento residencial, estaba siendo retrasada por la búsqueda del desarrollo profesional.

Consideraciones finales

Las investigaciones del campo de los estudios de juventud sobre los procesos de independencia, autonomía y emancipación han planteado un conjunto de debates, muchos de ellos abiertos y en proceso de construcción. Entre ellos, aquellos que presentan mayor interés para el análisis del material empírico relevado por este estudio están relacionados con la cuestión de las nuevas formas que adquieren estos procesos en un contexto de mayor precariedad laboral y de restricción en el acceso a la vivienda. En este sentido, al tiempo que se diversifican los proyectos de los jóvenes, la estabilidad laboral es lograda más tardíamente y se agranda la brecha entre ingresos y precios de las viviendas.
El material de campo permitió evidenciar que entre los jóvenes que se incorporaron al mercado de trabajo durante el año 2000, algunos de los eventos que marcan la transición hacia la vida adulta se retrasaron debido a la búsqueda de la estabilidad laboral, considerada como el primer paso en la carrera hacia la independencia, la autonomía y la emancipación. En los relatos se dio cuenta de la búsqueda de la estabilidad como una base sobre la que poder construir los proyectos futuros (Miranda y Arancibia, 2017), entre los cuales estaba lograr la autonomía habitacional y la independencia económica. Con la recuperación económica y el mejoramiento de los indicadores de empleo (Beccaria y Maurizio, 2012), los jóvenes consiguieron estabilizarse laboralmente al final de la década. En este sentido, podría verse la influencia de la política de desarrollo con inclusión social (Miranda, 2015), que a través de diversas medidas fomentó la continuidad educativa en los estudios superiores. Reforzando los hallazgos de otras investigaciones, se evidenció que entre quienes no pudieron terminar sus estudios, la estabilización no se pudo lograr a pesar de las mejoras en las condiciones estructurales (Busso et al., 2014). Estos hallazgos pusieron en evidencia que, como afirma Carbajo Padilla (2014), en un contexto de precarización y vulnerabilidad, los jóvenes dependieron de los apoyos externos para lograr la independencia económica y la autonomía habitacional.
En el análisis de los recursos familiares y del empleo de los miembros del hogar como los principales recursos puestos en juego en las trayectorias residenciales (Di Virgilio, 2007), se observaron diferencias entre los grupos que alcanzaron distintos modos de tenencia10. Por un lado, se encontró una relación entre la tipología jerárquica construida para describir las trayectorias educativo-laborales de los jóvenes y la jerarquía de situaciones de vivienda alcanzadas. Sin embargo, se considera que si bien los que consiguieron mejores condiciones laborales tuvieron más posibilidades de conseguir la autonomía habitacional, los logros educativo-laborales no fueron suficientes para determinarla. Además, no todos los que se encontraban en la misma categoría de inserción ocupacional consiguieron las mismas situaciones de vivienda. Por ejemplo, entre los jóvenes de la categoría de mejores condiciones (Tipo i), los que eran profesionales independientes, se vieron imposibilitados de acceder a créditos por su situación laboral, por lo que manifestaron sentir una desventaja en el acceso a la vivienda. En otros casos, las trayectorias educativo-laborales fueron más fuertes que el sector social de origen. Entre los jóvenes de sector bajo, en efecto, se observaron diferencias según los recorridos educativo-laborales: aquellos que pudieron finalizar estudios terciarios e insertarse laboralmente en empleos técnicos (Tipo ii) especialmente cuando éstos fueron en relación de dependencia (en el ámbito público como sopitales y escuelas) tuvieron mayores posibilidades de conseguir una vivienda autónoma. La construcción sobre la vivienda de la familia de origen o dentro del lote fue una opción que se comprobó como una de las principales estrategias, como se venía desarrollando desde hace décadas, llevando a un proceso de densificación de la ciudad, en particular en el Conurbano Bonaerense. Esta estrategia no se constató en la Ciudad de Buenos Aires debido a que las familias de origen vivían en muchos casos en departamentos que no permitían la extensión de las viviendas. En el caso de los que presentaron una inserción del Tipo iv, la inestabilidad laboral pareció configurar una lógica de mayor dependencia y menor diferenciación del hogar de origen. Por otro lado, según los relatos de los entrevistados que estaban autoempleados en tareas de baja calificación, la inestable situación laboral les proporcionaba menores oportunidades de autonomía habitacional en comparación con los trabajadores en relación de dependencia, tanto en el Estado como en empresas privadas. Se relaciona esto con la recuperación de las instituciones de regulación laboral durante la década (Palomino, 2007) que, como destacaron algunas investigaciones (Salvia, Fraguglia y Metlika, 2006), podría haber profundizado las diferencias entre los trabajadores registrados y aquellos que no. Sin embargo, entre los trabajadores formales, es de destacar que sólo un estrecho segmento podía acceder a créditos.
Por lo tanto, poniendo el foco en la relación entre trabajo y vivienda en los recorridos de transición a la vida adulta analizados, se observó que si bien las trayectorias educativo-laborales influyeron en las carreras residenciales, no necesariamente significaron la puerta de acceso a una trayectoria habitacional ascendente11. En este sentido, se advirtió la importancia de los recursos brindados por las familias en los recorridos de los jóvenes que alcanzaron la autonomía habitacional, lo que da cuenta del fuerte condicionamiento de la posición social de la familia de origen. En el sector alto de la muestra, este factor se evidenció en los casos en los que la primera vivienda fue regalada por la familia de origen y en los sectores medio y bajo cuando se cedió parte del terreno para construir las nuevas viviendas.
En cuanto a las expectativas referidas a la vivienda, se hizo evidente la predominancia de la aspiración a la propiedad, que por la historia del país, continuaba en el horizonte aspiracional de la carrera residencial de todos los jóvenes. En efecto, para los entrevistados, alquilar fue calificado como una forma poco sostenible de acceso a la vivienda, por un lado, argumentado por la dificultad de sostenerlo económicamente con seguridad a lo largo del tiempo y, por otro, porque no permitía ahorrar durante esa etapa, para en algún momento del futuro, poder acceder a la compra de una propiedad. Por ese motivo, algunos jóvenes decidieron convivir con las familias de origen en la misma vivienda, como un período de espera. En efecto, el arriendo, cuando se decidió, fue una forma de respuesta ante una estructura socio-laboral e inmobiliaria que les imposibilitó a los jóvenes acceder a la vivienda en propiedad. Es necesario recalcar que las condiciones cada vez más restrictivas de acceso no modificaron los objetivos de las carreras residenciales de estos individuos que transitaron su juventud en la década del 2000.
Las dificultades encontradas en el AMBA para poder acceder a una vivienda, complejizan la transición de los jóvenes hacia la autonomía e independencia, reforzando la idea de revisar los eventos de transición a la adultez que se venían utilizando y los conceptos de independencia y autonomía (Morrow, 2014; Cuervo y Wyn, 2014) a partir de la mirada de las relaciones intergeneracionales como importante en el estudio de la juventud actual.
Pero además, se considera ineludible seguir profundizando en el estudio acerca de las posibilidades y oportunidades de independencia económica y autonomía habitacional en la transición a la vida adulta en la época actual para la formulación de políticas que tomen en cuenta las necesidades de los jóvenes de distintos sectores sociales, con características de inserción laboral particulares y diversos proyectos futuros.

Notas

1 Dado que según los datos censales referidos a la jefatura de los hogares, la mayoría de los jóvenes a los 32 años eran jefe/a o pareja del jefe/a al entrevistarlos a esa edad se realiza el análisis al final de los recorridos.

2 Para un análisis del PFCV ver Rodulfo, M. B., & Boselli, T. (2014).

3 El proyecto marco “La inserción ocupacional de los egresados de la escuela media: 10 años después”, llevado a cabo por el equipo de investigaciones en Juventud de FLACSO, se basó en el seguimiento de egresados.

4 Las categorías utilizadas para el indicador “Régimen de tenencia de la vivienda” en los Censos de población en Argentina son: propia, alquilada, prestada, cedida por trabajo, otra situación.

5 Es necesario destacar que no se entrevistó jóvenes habitando en villas, asentamientos o viviendas tomadas, por lo que se dejó por fuera del análisis los recorridos de estos jóvenes de sectores de menores recursos. Esto puede deberse a la forma de acceder a las entrevistas con los jóvenes que consistió en contactarlos a través del colegio donde se los entrevistó por primera vez en el último año del secundario.

6 El fideicomiso es un contrato a través del cual una o más personas (los fiduciantes) transmiten bienes, cantidades de dinero o derechos, presentes o futuros de su propiedad a otra persona (persona física o jurídica llamada fiduciaria) para que ésta administre o invierta los bienes en beneficio propio o en beneficio de un tercero llamado beneficiario. Entre sus ventajas se destaca la posibilidad de aislar bienes, flujos de fondos o derechos en un patrimonio independiente, que además de transformar la necesidad de financiamiento en una propuesta de inversión para potenciales fondeadores, permite desafectar el fideicomiso la posibilidad de quiebra del fiduciante o del fiduciario, lo que disminuye los riesgos.

7 En la sociedad contemporánea, según el autor, por un lado se multiplicaron las desigualdades debido a la globalización y la revolución tecnológica, y por otro, los mecanismos de compensación se encuentran debilitados y sin institucionalización. La explicación de la desigualdad en los países de América Latina está relacionada con la combinación y acumulación de diversos factores. P ara un análisis de los mismos ver Reygadas, 2008.

8 Fabián se refiere a ser trabajador  por  cuenta propia.

9 Según estimaciones realizadas por el Instituto de Pensamiento y Políticas Publicas, entre 2007 y 2013 el índice de precios al consumidor habría crecido el 337,6%, cuatro veces más que las cifras publicadas por el INDEC. Más allá del debate por la cifra de la inflación, las distintas mediciones privadas coinciden en que entre los años analizados se generó una depreciación de los salarios, diferente según el aumento conseguido por cada rama de actividad (Lozano y Raffo, 2014, citado en Kessler, 2014). 

10 En este artículo se deja por fuera el análisis realizado de los hallazgos relacionados con las diferencias de género.

11 En siguientes trabajos se considera oportuno analizar la influencia ejercida por las trayectorias educativo-laborales en los otros componentes de las estrategias habitacionales: localización y tipo de vivienda.

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